Capítulo 25: La huida.

14 1 0
                                    

La noche ha llegado, y con ella ha llegado también el momento. Tenemos que irnos. Son las dos menos cuarto de la madrugada. El campamento está en absoluto silencio, solamente se escuchan las gotas de lluvia golpeando los cristales de las ventanas.

Terminamos de recoger nuestras cosas y salimos al pasillo. Yo voy delante; los chicos vienen detrás de mí. No hay nadie, está todo despejado. El corazón me va a mil porque me aterra encontrarme con Derek. Tengo en mente en todo momento que sufre de insomnio y no sería raro que estuviera levantado. Y sería un verdadero problema encontrarse con él ahora.

Salimos al exterior. Ahora está lloviendo con más intensidad que antes, hay muy poca visibilidad y el terreno está muy resbaladizo por el lodo que se ha formado.

No te resbales...

No te resbales...

Mierda.

Mis pies patinan sobre un charco de barro, provocando que pierda casi todo el equilibrio. Pero entonces, Marcus que es un chico con buenos reflejos, me sujeta del brazo antes de que me caiga. Y juro que le agradeceré esto toda mi vida.

–Madre mía, lo poco que me ha faltado para terminar como Peppa Pig.

–Ve con más cuidado. Nadie quiere que acabes como ella.

De pronto escuchamos los pasos de alguien cerca. Rápidamente nos tiramos a unos arbustos que tenemos al lado para escondernos.

–Me pareció oír algo –dice una voz masculina que no consigo relacionar con nadie conocido.

–Aquí no hay nadie –reconozco de inmediato la voz grave de Derek–. No te preocupes y vuelve a la cama, ¿sí?

Y a continuación escuchamos una puerta cerrarse. Me asomo para asegurarme de que se han ido y abandonamos nuestro escondite. Me doy cuenta de que estoy empapada de los pies a la cabeza. Las puntas del pelo me chorrean y siento mucho frío.

Marcus empieza a romper la valla con el alicate; Josh y yo vigilamos mientras tanto. La lluvia disimula el leve ruido que está haciendo, siendo así casi inapreciable. Al cabo de unos cinco minutos ha hecho un agujero tan grande como para que quepamos.

–Listo. Creo que el trasero de Josh cabe por ahí.

–¿Gracias? –frunce el ceño, yo me aguanto la risa.

Luego Marcus y yo somos los primeros en salir, pero Josh acaba teniendo ciertas dificultades para atravesar el agujero. Y no por su trasero, sino porque es el más alto y grande de los tres. Medir uno noventa no favorece mucho en estos momentos.

–Creo que nacer me costó menos.

–Tú puedes –le anima su hermano.

Tras gatear como un bebé, lo consigue, y por fin estamos los tres juntos. Afortunadamente nadie se ha dado cuenta, así que hemos conseguido escapar sin llamar la más mínima atención. Josh hace un gesto con la mano y empezamos a andar a paso rápido para llegar a la carretera.

–¿Hacia dónde estamos yendo exactamente? –le pregunta su hermano.

–No lo sé ni yo.

–Ah, genial –dice Marcus irónicamente en voz baja.

Sigue lloviendo. Comienzo a tener más frío que antes. Rodeo mi cuerpo con mis brazos y aprieto los dientes para dejar de tiritar. Nos tiramos andando bajo la lluvia por lo menos un cuarto de hora hasta que vemos el segundo campamento de los Encapuchados. Nos detenemos unos instantes en la puerta, pero enseguida retomamos el paso. Si no hubiéramos sabido que Scott no se encuentra aquí, tendríamos que haber entrado en su busca.

Continuamos andando sin tener un rumbo definido, simplemente esperamos encontrar el primer edificio, casa o lo que sea que veamos para resguardarnos de la lluvia y el frío.

Tres pulmonías más tarde...

Empezamos a ver una casa a lo lejos. Una ola de felicidad me inunda por dentro porque eso significa que por fin podremos protegernos de este mal tiempo. No dudamos en ir hasta ella para utilizarla como refugio durante esta noche.

La puerta está cerrada, en cambio no tenemos que hacer muchos esfuerzos para abrirla. La casa obviamente está en malas condiciones, como gran parte de los edificios en el mundo en el que nos encontramos. Aunque ahora mismo es más que suficiente. Al menos tenemos un techo bajo el que poder dormir.

Algo es algo.

Nos quitamos la ropa mojada y nos ponemos nuestros uniformes de siempre. Los dos hermanos preparan una fogata y yo la enciendo con un mechero que siempre llevo en la mochila. Froto mis manos y las acerco al fuego para entrar en calor. Cierro los ojos y disfruto de lo bien que se siente este momento después de haber estado expuesta a tanto frío y agua...

–Hannah, despierta –escucho que la voz de Josh me llama.

Abro los ojos, me encuentro desorientada y me duele la espalda por haber estado tanto tiempo echada sobre el duro suelo de baldosas. Me incorporo, y nada más hacerlo, el corazón se me detiene por una milésima de segundo al ver a una mujer frente a nosotros.

Definitivamente me odio a mí misma por haberme quedado dormida.

Busco mi mochila con la mirada y doy gracias a que está justo a mi lado. Me protejo rápidamente con mi pistola y después me pongo en pie para apuntar a la desconocida.

–¿Quién eres y qué estás haciendo aquí? –le pregunto en un tono firme. Ella alza las manos al aire.

–Hannah, baja el arma. No es una de ellos –me dice Marcus, yo le doy una mirada rápida y hago lo que me dice.

–¿Quién eres y qué estás haciendo aquí? –repito la pregunta, esta vez más calmada.

–Eso mismo me he preguntado yo cuando os he visto aquí –me contesta–. Estáis en mi refugio.

Los Supervivientes De La TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora