Capítulo 37: Ha llegado el momento.

21 0 0
                                    

Josh no ha vuelto a decir ni una sola palabra desde que nos despedimos de Ryan y dejamos atrás la granja hace ya un cuarto de hora. Los dos vamos al paso, el uno al lado del otro.

–¿Ahora te ha comido la lengua el gato? –le pregunto, pero no me contesta. Simplemente mantiene la mirada fija al frente y la expresión de su cara muy seria–. ¿Josh?

–Lo he estado pensando bien este rato.

–¿El qué? –los dos nos detenemos y nos miramos directamente a los ojos.

–Es demasiado todo lo que está pasando.

–Pero ya tenemos los caballos y...

–No quiero seguir con esto –se sincera.

–¿Y a qué viene ese cambio de actitud? –le pregunto con la finalidad de entenderle.

–Tenía que decírtelo.

–Yo no tengo la culpa de todo lo que está ocurriendo, ¿sabes? Yo también estoy cansada de tener que escondernos, huir y meternos en líos todo el tiempo.

–Tú no has perdido a tu hermano –salta en un tono muy cortante.

Sus frías palabras abren de nuevo esa cicatriz y escuecen como una herida recién hecha.

No pierdas el control.

No lo pierdas...

–¡Y tú no sabes nada de mi vida! –le grito con todas mis fuerzas–. No hables sin saber –se me quiebra la voz, y aunque lo intento, no puedo contener las lágrimas.

No se las merece, así que que retomo la marcha y continúo con el caballo.

No quiero que me vea así.

No va a verme así.

Pero me ha dolido, me ha dolido de verdad el comentario que ha hecho. Él no conoce nada de mi pasado. No tiene derecho a juzgarlo. Y entonces se da cuenta de que la ha cagado. Retoma la marcha también y empieza a llamarme a mis espaldas.

–¡Hannah! ¡Para un momento, por favor! –me pide, a lo que yo hago oídos sordos.

Como ve que no me detengo, empieza a trotar hasta que me adelanta y queda delante de mí. Tengo que parar al caballo de golpe para no chocar.

–Lo siento, no debería haber dicho eso.

–Quítate de en medio –trato de sonar lo más fría posible mientras que me seco las lágrimas con el dorso de mi mano.

–Hannah…

–Has tocado un tema que para mí es intocable –trago saliva–. Ahora, quítate de en medio.

–Ya me he disculpado. ¿Qué más quieres? –no le respondo. Tengo la mirada fija en cualquier parte menos en él. No quiero mirarle. Sus ojos verdes me debilitan–. La chica que sale contigo en la foto de tu colgante… perdiste a esa persona.

–No era cualquier persona, Josh. Era mi hermana –levanto mi mirada y se cruza con la suya. Su rostro se llena de asombro, sabe que ha metido la pata. Y muy hasta el fondo–. Igual que tú has perdido a Marcus, yo la perdí a ella.

–Soy imbécil –maldice por lo bajo, luego aparta su mirada de la mía.

–Sí, lo eres.

–Ashley –escalofríos me recorren por todo el cuerpo–, el nombre que mencionaste aquella noche. Así se llamaba tu hermana.

Entonces me bajo del caballo y me siento en un viejo tronco que encuentro al pie del camino en el que nos encontramos. Josh hace lo mismo para sentarse a mi lado, y es ahí cuando siento que es el momento de contárselo.

Va a ser la primera persona a la que le hable sobre el hecho que más marcó mi vida.

Los Supervivientes De La TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora