Capítulo 23: R.I.P. almohada de Hannah.

10 0 0
                                    

Los débiles rayos del alba que entran por la ventana me despiertan. Los chicos todavía están durmiendo, por lo que decido quedarme un rato más en la cama a esperar que se despierten.

Me sumerjo en mis pensamientos. Siempre me gusta tenerlo todo bajo control y tener un plan preparado, así que ahora necesito un plan para salir de aquí, para llegar hasta donde se encuentra Scott.

Estamos lejos, bastante lejos. Si mis cálculos no fallan, nos encontramos a unos cien kilómetros de distancia de Charleston. No sé cómo vamos a llegar hasta ahí. A pie no podemos, pues nos llevaría demasiado tiempo y acabaríamos exhaustos. Tampoco tenemos ningún coche ni nada que podamos utilizar para desplazarnos.

Pero ahora lo primero es salir de este campamento.

Se me ocurre que podría ser buena idea intentarlo esta noche, de madrugada. Ya he comprobado que a esas horas todo el mundo se encuentra en sus habitaciones durmiendo, por tanto, nadie podría descubrirnos si lo hacemos en sigilo. Lo malo es que hay una valla de espinos que rodea todo el lugar, lo que nos impide trepar y saltar.

Pero no es solo eso.

Derek. Hay que tener mucho cuidado con él también por si estuviera despierto por su insomnio...

–¿Qué piensas? –la voz ronca de recién levantado de Josh me saca de mis pensamientos. No sé cuánto tiempo llevará despierto, ni siquiera sé cuánto tiempo me ha estado observando.

¿Por qué siempre me está mirando?

–Pensaba en una manera de salir de aquí –le digo en voz baja porque Marcus sigue durmiendo–, y más o menos tengo algo.

–Te escucho –se recuesta sobre el cabecero de su cama; yo le imito.

–Solo si me dejas hablar.

–Difícil, pero se puede intentar –me sonríe.

Entonces, en voz baja también, le comento lo que se me ha ocurrido y tengo pensado. Él me escucha con atención y sin interrumpirme ni una sola vez. Sin embargo, al terminar de hablar, no parece muy convencido.

–Vamos a tener un problema cuando salgamos de este sitio.

–¿Cuál? –frunzo el ceño.

–Esta gente se va a dar cuenta de que nos hemos ido y empezarán a buscarnos hasta dar con nosotros.

–No sé, no creo que…

–Hannah, esta gente es peligrosa –me recuerda–. Son bastantes y están armados.

–Que estén armados no significa nada. Si no sabes usar correctamente un arma, no tienes nada que hacer.

–Nunca les hemos visto en acción. No sabemos cómo se desenvuelven.

–Tienes razón, pero… tenemos que arriesgarnos. Siempre se ha dicho que el que no arriesga, no gana, ¿no?

Josh se queda durante unos segundos pensativo, analizando bien lo que le he dicho. Y finalmente, me da su respuesta asintiendo con la cabeza. Entonces Marcus empieza a moverse en su cama como si ya estuviera despierto.

–No cerráis el pico ni debajo del agua, ¿eh? –empieza a refunfuñar como un viejo de 80 años.

–Buenos días para ti también –le sonrío.

–Siempre ha odiado que le despierten –dice Josh–. Hay cosas que nunca cambian.

De pronto, alguien llama a la puerta de nuestra habitación. Nuestras miradas se fijan en ella, esperando a que se abra. Pero como no lo hace, decido levantarme.

–Ya voy yo –les digo saliendo de mi cama. Abro la puerta y me lo encuentro a él otra vez.

Mi día se tuerce por completo desde primera hora de la mañana.

–Buenos días –Derek me da esa sonrisa que tan poco me agrada.

–Hola –con esta gente hay que fingir todo el rato, así que ya me he acostumbrado a fingir hasta mis propias sonrisas.

–Pasaba por aquí y me ha parecido escucharos. Si queréis, ya podéis venir a desayunar algo. Los demás ya se están levantando también.

–Vale, ahora vamos.

–Por cierto, sois muy madrugadores. Pensaba que se os pagarían las sábanas –hace una pausa–. Sobre todo a ti. Te fuiste a la cama muy tarde con nuestra charla nocturna.

–Ya… –trato de que no se note, pero creo que mi incomodidad se refleja hasta en mis ojos.

–Bueno, os espero en la sala principal.

Asiento con la cabeza y cierro la puerta. Escucho detrás de ella los pasos de Derek alejarse por el pasillo y segundos después vuelvo a abrirla. Asomo mi cabeza para comprobar que se ha ido y luego voy corriendo a mi cama a coger mi almohada.

–Vale, imaginad que es Derek –les digo a mis compañeros mientras sujeto la almohada delante de mí.

–Oh, yo quiero jugar a esto –añade Josh.

Empiezo a pegarle puñetazos a la almohada como si no hubiera un mañana. Josh se une a la "pelea" y empieza a pegarle puñetazos también cuando se la paso. Él incluso la tira al suelo y le pega un par de patadas y pisotones. Marcus es el siguiente en unirse. Le pega con tanta fuerza que empiezan a volar plumas por toda la habitación. Se ha cargado mi almohada, literalmente.

R.I.P. almohada de Hannah.

Yo empiezo a partirme de risa, y al parecer se la contagio también a ellos. Esta escena es la típica de unos niños bromeando y pasándolo bien.

Es en ese momento donde me doy cuenta de que ellos no son solamente mis compañeros, son también mis amigos.

Una vez hemos desahogado toda nuestra impotencia con la almohada, vamos a desayunar. Entramos en la sala principal, una sala que tiene varias mesas y sillas de metal. Por lo visto, aquí es donde se come y se llevan a cabo las reuniones del grupo.

Las miradas de las personas que están allí se fijan en nosotros. Empiezan a cuchichear entre ellos y a decir cosas que no consigo entender bien. En cambio, mis compañeros y yo hacemos como si nada y nos dirigimos a una mesa vacía en una esquina al fondo de la sala. Parecemos unos marginados, pero la verdad es que no me importa. Esta noche nos iremos de aquí y cruzaremos los dedos para no volver a ver a esta gente en nuestra vida. Por eso, lo que piensen o digan me da completamente igual.

Mis únicos y verdaderos compañeros son Josh y Marcus. Nadie más.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now