Capítulo 15: Hacia el primer campamento.

15 0 0
                                    

Andamos por la carretera mientras que el sol muestra sus últimos rayos de luz. Nadie ha vuelto a decir ni una sola palabra, todos estamos afectados por la pérdida de Layla. Lo único que queremos es encontrar un lugar seguro en el que pasar la noche y poder descansar.

Al cabo de un rato y una larga caminata, nos topamos con una estación de servicio abandonaba. Está libre de infectados, por lo que consideramos que estaremos seguros allí.

Nos resguardamos en el interior de la tienda de la gasolinera. Para más seguridad, bloqueamos la puerta con unos estantes viejos. Sacamos los sacos de dormir y unas latas de comida para cenar. Luego nos sentamos con las piernas cruzadas, haciendo un corro.

–No debería haber venido… –comienza a decir Marcus, con la mirada fija en su comida. Apenas la ha probado.

–¿Quién? –le pregunto, dejando de comer.

–Layla –hace una pausa–. No debería haber venido estando embarazada.

–Ya, pero Spencer la eligió para esta misión –le recuerdo.

–Lo sé… y además, ella desde el primer momento quiso venir porque tenía esperanzas en encontrar esa vacuna –su mirada ahora se fija en mí. En sus ojos puedo apreciar la tristeza–. Yo intenté hablar con ella, también con Spencer para que se quedara en la base… pero no pude convencer ni a uno ni a otro –inhala suspiro y su mirada se vuelve a perder–. Aún así, sigo pensando que no debería haber venido. Nada de esto habría pasado si se hubiese quedado en la base, a salvo.

–Marcus, creo que deberías descansar –interviene Josh, con la finalidad de que su hermano deje de darle vueltas a algo que ya no se puede cambiar–. Ha sido un día muy largo.

Marcus sigue su recomendación y se mete en el saco de dormir. Josh y yo nos vamos a dormir detrás de él minutos después cuando terminamos de cenar. Estamos acostumbrados a dormir en cualquier parte cuando vamos de misión y tenemos que hacer noche, así que conciliar el sueño ya no es un problema para nosotros.

La noche transcurre tranquila, sin ningún inconveniente, lo que nos permite dormir de un tirón. Los primeros rayos de luz me despiertan. Al abrir los ojos no sé muy bien dónde me encuentro, eso de despertarme cada día en un lugar distinto a veces me desorienta un poco.

Me siento en mi saco de dormir y miro a mi alrededor, luego ya lo recuerdo todo y me ubico. Por una parte me alivia haber salido ya de la ciudad, hemos superado los peligros principales de esta misión. Pero por otra me provoca cierta incertidumbre el no saber lo que nos espera de ahora en adelante con esa gente.

El primer campamento de los Encapuchados está cerca.

Antes de descubrir que ellos fueron los principales responsables del virus, les conocíamos por un grupo independiente cuya única finalidad era sobrevivir. Realmente no sabemos cuántos son, ni si están armados o bien equipados. No sabemos mucho de ellos. Y eso es precisamente lo que me inquieta, el aproximarnos a ciegas hacia algo que no sabemos si puede ser peligroso.

–Eres una chica madrugadora, ¿eh? –la voz ronca y de recién levantado de Josh me saca de mis pensamientos.

–Buenos días –le digo simplemente. Entonces Marcus también se despierta y se sienta sobre su saco. –¿Cómo te encuentras, Marcus? –le pregunto, utilizando un tono amable.

Sin embargo, segundos después, me doy cuenta de que quizá no debería haber dicho nada. Quizá mi pregunta solamente le ha recordado lo que pasó ayer y le hace sentir peor.

Él se encoge de hombros. No dice nada, y la expresión de su cara es neutra, completamente inexpresiva. Tiene ojeras y en general mal aspecto, como si no hubiera dormido bien. Eso es algo que no me extrañaría en absoluto, pues ahora tiene la cabeza solo en una persona.

–Hey, es normal que ahora te sientas así, pero tienes que intentar estar centrado y preparado para llegar a ese campamento… recuerda lo que te dijo ayer Hannah, ¿vale? –dice Josh, tratando de hacer algo imposible ahora mismo: animarle.

Sin decir ni una sola palabra, Marcus solo se limita a asentir con la cabeza con desgana, como si no nos estuviera escuchando realmente; como si el tema no fuera con él.

Josh y yo nos miramos y preferimos no decir nada más. Recogemos nuestros sacos de dormir y desayunamos algo rápido. Salimos de la tienda y empezamos a caminar de nuevo por la carretera. Nos espera una buena caminata hasta llegar al primer campamento.

En el camino hay un silencio que cada vez se está volviendo más pesado, así que decido sacar un tema de conversación para hablar de algo. También para que Marcus se distraiga un poco.

–Y bueno, ¿cómo era vuestra vida antes de que pasara todo lo del virus? –les pregunto–. Quiero saber más de vosotros.

–Pues vivíamos en una casa en mitad del campo en Oklahoma, ¿verdad? –la mirada de Josh se desvía a su hermano para que intervenga en la conversación.

–Sí. Esos eran buenos tiempos –su tono es un poco frío. 

–¿Recuerdas el rancho del abuelo?

–Claro, prácticamente nos criamos ahí junto a los caballos que tenía –sorprendentemente, una pequeña sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios. Un sentimiento de satisfacción me inunda por dentro. Es la primera vez que sonríe desde ayer.

–Ñe, a mí nunca me gustaron demasiado los caballos –confiesa Josh.

–Di la verdad –se miran entre ellos mientras continuamos caminando. Yo les observo con expectación–. Le cogiste miedo a raíz de esa vez que te caíste al ver a la hija de la vecina. Te molaba y te pusiste nervioso.

–Oye, son cosas que pasan, ¿vale? Además ese caballo no estaba bien domado –sus mejillas adquieren un tono rosado, por lo que agacha la cabeza para ocultar dicha reacción. Marcus y yo nos miramos con una sonrisa en nuestras caras.

–Hubiera pagado por presenciar eso –les digo.

–¿Y qué hay de ti, Hannah? –me pregunta Josh para desviar la atención hacia mí–. Nosotros también queremos saber sobre ti.

–Pues por suerte yo nunca me caí de ningún caballo –mi broma hace que Josh ponga los ojos en blanco–, pero nací y me crié entre el ajetreo de la ciudad de Atlanta. Sin embargo, mi familia tenía una cabaña cerca de la costa suroeste del país y pasaba todos los veranos allí desde que acababan las clases hasta que volvían a empezar… así que eso era un gran respiro de la gran ciudad.

–¿Atlanta no fue una de las ciudades más afectadas?

–Prefiero no recordarlo –inconscientemente, me toco el colgante que llevo en mi cuello. Josh entiende la indirecta y lo deja estar.

Después de una larga charla sobre acontecimientos pasados y una caminata que me deja las piernas casi con agujetas, comenzamos a ver una especie de base no muy grande. Nos detenemos un momento para contemplarla.

–Ese tiene que ser el primer campamento –dice Josh.

–¿Estamos preparados para hacer esto? –mi inseguridad se deja ver en mi pregunta.

–Ahora lo descubriremos.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now