Capítulo 46: El motivo de mis mariposas.

17 1 0
                                    

Acabo de dar con otra avenida bastante grande e importante de la ciudad. Frondosos árboles decoran las aceras; semáforos y señales de tráfico permanecen aún en su sitio a ambos lados de la calle; bloques de pisos me rodean.

Spot sigue bastante tenso, así que decido hacer un descanso para que se relaje un poco.

Los caballos y el estrés no se llevan bien.

Me bajo de él, paso las riendas por encima de su cabeza para traerle conmigo y empiezo a caminar hacia un banco. Allí me siento y le doy una zanahoria que encontré para él. Mientras se la come, acaricio su cabeza llena de pintas negras.

Entonces comienzo a escuchar los cascos de un caballo acercarse a nosotros. Me levanto de un salto del banco y le veo aproximarse a mí.

Es Josh.

–Oh, Dios mío –me llevo la mano a la boca por la conmoción. Tiene la camiseta rota y un brazo ensangrentado.

Por favor, que no sea lo que estoy pensando.

–Hola de nuevo –para el caballo justo delante de mí.

–No me digas que...

–No es lo que parece –me interrumpe–. Tuve una caída. Spirit estaba muy nervioso y me tiró. Pero conseguí matar a algunos infectados y despistar a otros.

–Bájate ahora mismo de ahí –le ordeno–. Tengo que curarte.

–Puedo hacerlo solo.

–Te lo debo.

Josh se baja de Spirit, el cual también se ve bastante estresado. Le indico que se siente en el banco, luego saco lo que necesito para curarle. Me agacho entre sus piernas y tomo su brazo para aplicar la gasa con el antiséptico desinfectante.

–Esto no es agradable –le advierto.

–Pues haz que sea lo más agradable posible –nuestras miradas se encuentran por unos segundos, para que después la mía baje hasta sus labios–. ¿Por qué miras mis labios?

–Tienes un corte ahí.

–Ah.

–No los miraba por nada más –desvío la mirada a su brazo y limpio la herida cuidadosamente, él se estremece un poco.

–Claro –cierra los ojos con fuerza y tensa su brazo, cerrando su puño también.

–Sé que duele, pero tienes que aguantar.

–Descuida, estoy bien.

A continuación, cojo una venda y envuelvo su brazo con ella para que no coja ninguna infección. Me acerco más a él para cortar la venda con mis dientes. Mientras lo hago, nuestras miradas vuelven a encontrarse, esta vez formándose una tensión extraña entre nosotros. Los nervios me sacuden por dentro, así que recupero mi compostura rápidamente.

–¿Tú te las has apañado bien? –me pregunta.

–Sí. Me cargué a los tres que me seguían –le digo al tiempo que pongo un poco de esparadrapo sobre la venda para darle más sujeción–. Bueno, esto ya está.

–No has terminado –me dice indirectamente.

–Tampoco es para tanto lo del labio.

–Eso no es lo que diría un buen médico.

Tomando una respiración profunda, cojo un paño limpio de mi mochila y vierto sobre él un poco de agua de mi botella, luego me incorporo y me inclino hacia él para ponerme a la altura de su cabeza.

–¿Te incomoda que esté tan cerca? –le pregunto antes de nada.

–No –su mirada baja a mis labios.

–Vale, ahora no hables –tomo su cara gentilmente con la mano que no voy a usar, sintiendo su escasa barba contra mi palma.

–Tienes la mano fría –se ríe.

–Shhh, no hables.

–Perdón –susurra, cerrando los ojos justo después.

Me quedo inmóvil observando cada detalle de su cara, memorizando desde el pequeño lunar de su nariz hasta las largas pestañas que tiene. También sus oscuras y perfectamente pobladas cejas. Pero principalmente sus tentadores labios rosados, los cuales se ven bonitos incluso con un corte.

Josh, al ver que no hago nada, abre un ojo para mirarme. Y como si tuviéramos telepatía o algo por el estilo, ambos sonreímos a la vez. Es en ese momento donde me doy cuenta de lo que me pasa, le he encontrado respuesta a esas mariposas.

Me gusta Josh.

Y mucho.

–¿Por qué te has sonrojado? –me pregunta.

–Yo no he hecho eso.

–Sí lo has hecho.

–Bueno, tienes que callarte si quieres que te cure –cambio de tema nerviosamente.

–Llevo esperando desde hace un rato.

Entonces, con todo el cuidado que puedo, aplico a toquecitos el paño contra su labio inferior. Él se estremece un poco, pero yo sostengo su cara con más fuerza para que no se mueva.

–Cierra los ojos y piensa en algo que aleje el dolor –le digo.

–Vale –me obedece.

Repito los toquecitos hasta que me aseguro de que la herida ya está lo suficientemente limpia. A continuación retiro el paño, y antes de alejarme de él, le doy una pequeña caricia en la cara.

–Ya puedes abrirlos.

–Gracias.

–¿Mejor? –le pregunto, volviendo a marcar distancia entre ambos.

–Sí.

–¿Y te sientes bien como para seguir?

–Eso creo.

–Pues vayamos a buscar la universidad. No debe estar muy lejos de aquí.

Los Supervivientes De La TraiciónWhere stories live. Discover now