20. ¿Competitividad? | Parte 2

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[Advertencia: es un capítulo para mayores de 18 años, leer bajo precaución]

Sus labios chocaban, sus lenguas se entremezclan y rodaban entre sí; la boca de Pedro estaba devorando por completo a Miguel en un frenesí de celos, y éste respondía muy gustoso y sumergido en el calor del momento.

La mano derecha de Pedro todavía sostenía la nuca de Miguel que lo atraía hacia él, el escozor en sus palmas lloraban por fundir esos carnosos labios con los suyos, siendo así que bruscamente lo apegaba contra sí sin dejar de ultrajar la boca ajena. Su mano izquierda bajó hacia las caderas del menor y apretó fuertemente aquel pedazo de carne cubierto por la camisa de Miguel, haciendo que este último soltara un suave gemido en el beso.

Pedro al escuchar aquello solo elevó su líbido al punto de que olas de corriente surgieran y se acumularan en su interior directo hacia su ingle.

Con mayor fervor pegó su cuerpo con el más bajo.

En el ínterin de los labios chocando fuerte y sonoramente contra sí, los pasos del castaño poco a poco avanzaron sin soltar por un segundo a Miguel; el peruano a su vez, en sincronía retrocedió los mismos pasos que Pedro avanzaba. Ambos siguieron así hasta que la espalda de Miguel chocó con la dura y fría pared de la sala.

La boca de Pedro prácticamente engullía por completo la suave y cálida boca de Miguel; después de varios segundos sumergidos en el desenfreno del beso, Pedro por fin dejó los labios ahora turgentes de Miguel.

Pedro observaba como el más bajo se apoyaba contra la pared, su mirada pérdida por el deseo, su constante falta de aliento, su rostro fuertemente sonrojado tratando de regular su respiración y el golpeteo de su corazón, sus labios rojos y rellenos abiertos invitándolo a continuar, a provocar su ya perdida cordura.

Realmente todo Miguel era una invitación para sumergir a Pedro en la más completa utopía y locura desenfrenada que podía imaginar. Esa era una de las cosas que le encantaban al mexicano. Miguel era fantasía y sensualidad pura. Él no tocaba hombres pero con Miguel claramente haría una notoria excepción.

Pedro ya estaba incluso imaginando como aquellos labios rellenos podían tomar su polla allí mismo. Arrodillado, con la mirada hacia arriba mientras succionaba entrando y sacando su pene de sus labios. Pedro lo haría realidad.

Él estaba tan perdido en el deseo hasta que vio nuevamente el problema en discusión. La mancha morateada en su cuello era la prueba intacta de que Miguel se había acostado con otro hombre, que lo había besado como lo había hecho hace un instante con él, que lo había tomado como Pedro exactamente quería que Miguel lo hiciera con su falo, que habían tenido una sesión de sexo apasionado como normalmente él los tenía con el peruano, y que incluso había sido tanto el furor y deleite que se había dejado marcar por ese bastardo al punto de dejar su huella en el cuerpo de Miguel.

Inaceptable.

Por su lado, Miguel trataba de regularizar su respiración mientras sentía como sus piernas temblaban sobre el suelo. Su corazón estaba agitado y bombeando fuertemente, su pulso era todavía acelerado y su mente estaba nublada por el placer.

Miguel estaba mojado en su parte inferior, de hecho ya podía sentir su miembro presionado contra sus pantalones queriendo ser liberado para continuar con ese salvajismo puro ocasionado por Pedro.

Le encantaba.

Cuando iba a volver a provocar a su roomie y al observar detenidamente al semental delante suyo que lo tenía acorralado contra la pared, notó que los orbes marrones de Pedro se habían dilatado sin despegar la mirada de su rostro y cuerpo. Estaba llena de un puro y salvaje deseo. Ante eso, Miguel casi cede a caer sobre el suelo por la agitación de exitacion; sin embargo, ni bien pasaron unos cortos segundos, aquella mirada se dilató aún más pero a la vez se oscureció de una manera casi aterradora. Decía casi porque en ese momento Miguel se encontraba muy excitado por las acciones contrarias.

Te odio pero te amo || MexPer ||Where stories live. Discover now