2. Como fuego

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Pedro lo tenía contra la pared. Aquella imponencia que ejercía junto con aquella mirada de deseo, casi le hacían temblar las piernas. Casi.

Lo levantó como si no pesara nada, Miguel rodeó la cadera del mayor con sus piernas mientras era sostenido por éste.

No pasó ni un segundo cuando Pedro le tomó de los labios para darle un beso húmedo y necesitado. Miguel ya podía sentir la dureza del contrario.

Pedro siguió con sus movimientos, dejó los labios del menor para ir directamente a su cuello y clavícula. Lamía, besaba y chupaba.

Miguel podía sentir como su propio líbido aumentaba debido a los besos del mexicano, ciertamente Pedro era muy bueno en lo que hacía, eso no lo podía negar.

—Pe-Pedro —Susurró para ambos.— No dejes marcas.

De una manera u otra tenía que ponerle aquel límite, Miguel ejercía prácticas profesionales así como aún tenía estudios de post grado, no podía dejar que le dejasen marcas visibles.

Pedro hizo caso omiso de aquellas palabras para seguir probando aquella clavícula que constantemente lo llamaba. Aún así respetó inconscientemente la sugerencia de su roomie.

Sentía que la dureza de Pedro rozaba con su propia dureza; lamentablemente ambas aun estaban cubiertas por capas de ropa; a veces era un fastidio tener sexo de improviso, sin embargo, eso lo hacía más excitante.

Pedro adentraba su mano bajo la camisa de Miguel, fue tocando su abdomen hasta llegar a su pecho, una vez que llegó, empezó a rozar con la yema de sus dedos aquel punto sensible del menor, pellizcó un pezón para luego hacer lo mismo con el otro mientras seguía besando el cuello del contrario. Era una forma de debilitar a Miguel, éste último era muy sensible a aquellos toques, por lo cual no paraba de gemir ante éstos.

Siguió tocando cuanto quiso, Miguel se sostenía de los hombros del mayor mientras los movimientos pélvicos, toques y besos de Pedro lo enloquecían.

Pedro dejó el cuello de Miguel para ir por el lóbulo de la oreja diestra de éste, lamió para luego susurrarle con voz ronca.

— Eres mi perra.

Sonrió ladinamente.

Siguió lamiendo la oreja del más bajo para luego volver a su cuello; le encantaban los sonidos que le producía a Miguel en aquellos puntos sensibles.

Miguel en medio de su excitación también sonrió ladino por las palabras del mayor. Con sus brazos rodeó el cuello de Pedro para luego tomarlo por la boca.

Se sumergieron en un beso lascivo hasta que el mismo Miguel los detuvo para así quedar frente a la mirada de lujuria del más alto.

— Yo pienso que tú eres la mía. — Dijo en respuesta por lo mencionado anteriormente.

Hubo una chispa en sus miradas, ambos sabían perfectamente de lo que hablaban y de lo que hacían, aquello era algo que solo aumentaba sus líbidos.

Miguel volvió a tomarlo por la boca, nuevamente ambos se sumergieron en un beso profundo y húmedo mientras por sobre la ropa sus miembros se rozaban.

¿Cómo era que terminaron así?

¿No se suponía que Pedro odiaba a Miguel al punto de no querer verlo ni en pintura?

¿Miguel no solo se acercaba a Pedro para molestarlo?

Más importante aún ¿Cómo es que pasaron de compañeros de copas a compañeros sexuales? ¿Y por qué sus mejores amigos no sabían nada al respecto?

Te odio pero te amo || MexPer ||Where stories live. Discover now