Pedro ama a Emily, Emily ama a Martín, éste a su vez ama a Emily.
¿Y Miguel?
Pues Miguel se ama a sí mismo.
Todo empieza con enredos, enredos que no necesariamente deban mantenerse. Sin embargo, hay algo de lo que sí se puede estar seguro, esto es...
— ¡Miguel, te amo, no como amigo, sino como pareja!
Después de escuchar aquellas palabras casi desesperadas por la persona a quien consideraba su mejor amigo, Pedro retrocedió unos pasos con sus ojos completamente abiertos, su respiración cortada, y sus manos temblando por la incertidumbre.
"¿Qué es esto?"
"¿No es la voz de Martín?"
"¿Por qué dijo eso?"
"¿Por qué se lo está diciendo a Miguel?"
Pedro formuló muchas preguntas en su cabeza, mas no pudo pronunciar ninguna por su boca, ésta se había empecinado en no responderle, así como casi todo su cuerpo, el cual tembló ligeramente sin reaccionar a él.
Esa frase soltada al aire, fue lo único que su mente llegó a procesar, lo demás ni siquiera era escuchado. Esa única frase en realidad fue lo suficiente como para hacer cortocircuito en sus pensamientos.
Su corazón martilleaba contra su pecho cuando sus piernas lo llevaron hasta la vía pública, en donde tomó un taxi que lo llevaría hasta su casa.
En el camino, Pedro todavía seguía rememorando aquellas palabras, su cabeza le hacía escuchar esa frase una y otra vez.
Su desconcierto y miedo ni siquiera fueron por su mejor amiga Emily, quien de alguna manera fue lastimada por Martín, mas bien, lo único que empezó a destruirlo por dentro fue el hecho de saber que Martín ahora había puesto sus ojos en Miguel, ambos mejores amigos de años.
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Era fines de diciembre, los amigos de Martín decidieron una fecha cerca de Navidad para poder reunirse después de mucho tiempo de no hacerlo debido a trabajos extenuantes y actividades académicas de los que estudiaban.
La mayoría se había reunido en el departamento de Martín; el anfitrión junto a su novia decidieron que de manera conjunta harían la cena, mientras Pedro prefirió optar por ver un poco de los canales de televisión mientras bebía un poco de cerveza.
Minutos después de su concertación, sonó el timbre indicando que había llegado la persona que faltaba. Martín lavó y secó sus manos, dejando a Emily a cargo de la cocina a fin de poder ir a abrir la puerta.
El argentino ni siquiera se tomó la molestia de encargar a Pedro, quien no estaba ayudando en nada, para que abra la puerta, sino que prefirió ir él mismo.
En cuanto la puerta se abrió, se escuchó un poco de alboroto, por lo que Pedro desvió su atención del programa de entretenimiento en la televisión, y miró a los amigos que se reunían después de tiempo.
— ¡Martín!
Ni bien entró al departamento de su mejor amigo, se abalanzó hacia él, saltando y abrazando al más alto; éste con una sonrisa sincera correspondió la efusividad del peruano, atrapando su cintura y rodeándolo con sus brazos.
