40. ¿Amor y Amistad?

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Los tenues rayos del sol cruzaron por la ventana, lo que indicaron que había amanecido, que era otro día más en la vida de Martín.

Poco a poco fue entreabriendo sus ojos, empezando a sentir un poco de dolor en la espalda, brazos y entumecimiento en las piernas. No obstante a esos padecimientos, se le formó una sonrisa en el rostro al seguir viendo dormir a Miguel.

Su mejor amigo, al parecer se había acomodado mejor en el colchón mientras dormía, esta vez su rostro estaba para su lado, pudiendo apreciar mejor, sus abundantes pestañas, sus labios finos cerrados y esa expresión calmada que solo tenía en raras ocasiones.

Ignorando sus piernas entumecidas, levantó su brazo, tratando de acariciar las mejillas del menor con la punta de sus dedos. Fue algo tan sutil y casi imperceptible ante cualquier visión, pero aún así su corazón se llenó de calidez.

— Te amo tanto... —susurró.

Martín pudo haber seguido contemplando a la persona que amaba durante más tiempo, perdiéndose en las sensaciones y recuerdos. Perdiéndose en una ilusión  donde estuviese bien amarlo, sin repercusiones ni consecuencias.

Sin embargo, él ya conocía a Miguel desde hace años, lo conocía tan bien, como la palma de su mano, sabía de sus hábitos, sabía de sus secretos, incluso sabía acerca de las pequeñas expresiones que hacía, las cuales podían no ser notadas con facilidad, pero Martín lo había observado durante tanto tiempo, que le era imposible pasarlos por alto.

Ese momento era uno de esos, uno en los que pudo notar como la piel visible de su amigo se le erizó, como sus párpados temblaban con ligereza, y sus labios cerrados se apretaban entre sí, indicando que Miguel se había despertado incluso antes de sus palabras.

Un fuerte escalofrío y terror lo envolvieron derrepente, haciendo que se caiga al suelo, pudiendo liberar a sus piernas del peso de su cuerpo.

— Mi-Miguel... —dijo con temor de su reacción.

Allí fue cuando, de manera inmediata, Miguel abrió sus ojos por completo, viéndolo en el suelo, no mostrando expresión alguna más que seriedad.

Fueron pocos los segundos que ambas miradas se encontraron, la esmeralda llena de terror y la dorada sin el brillo que la caracterizaba.

Después de esos segundos, que para Martín fueron eternos, Miguel bostezó de manera amplia, exagerando su despertar.

— ¡Pero qué sueño! —Miguel dejó de mirarlo, se destapó y salió de la cama estirando su cuerpo.

Martín sin embargo permaneció allí, en el suelo, mirando a su mejor amigo, de manera desconcertada y nerviosa.

Miguel, al terminar de estirarse, volvió a observar a Martín, quien todavía lucía completamente aterrado.

— Já. Te caíste por pendejo. —se burló y se giró, no volviendo a encontrarse con su mirada.

Miguel tomó una bocanada de aire, dándole la espalda a Martín.

— Cierto, hay algo que debo coordinar con Pedro, creo que dejé un par de cosas en su casa. Así que por ahora me iré. Puedes desayunar tú solo.

Miguel dio un paso para salir de la habitación, pero al recordar que todavía no tomaba su celular y su billetera, maldijo por lo bajo.

Giró de nuevo, estando a la vista de Martín, y tomó sus cosas de la mesilla al costado de la cama. Luego volvió a dar pasos, saliendo de la habitación por completo.

El corazón de Martín estaba latiendo fuertemente contra su pecho, acelerando su ritmo cardíaco y las respiraciones superficiales que empezó a tener en ese momento.

Te odio pero te amo || MexPer ||Where stories live. Discover now