12. Ley del Hielo | parte 3

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Pedro se había amanecido cada día de ese mes.

Lo único que le quedaba por hacer en realidad tomaba mucho esfuerzo y tiempo. Y en un primer momento tuvo que casi rogarle a unos de los fiscales con mayor experiencia para que le permita acceder a la información confidencial.

En todos esos días, ninguno se había dirigido la palabra, esto más porque Miguel siempre salía muy temprano y llegaba demasiado tarde.

Incluso cuando llegó fin de mes, Miguel le dejó el dinero de la renta en la mesa del comedor, junto a una nota que le indicaba justamente el destino de ese dinero.

Pedro no podía quedarse por muchos días con el expediente que había solicitado, tampoco podía sacarle fotocopia, debido a la gran cantidad de información y una que otra acotación que se había hecho a mano.

Así que no tuvo más opción que tipear toda esa información por computadora, y solo algunas veces, solicitar una ayuda al fiscal que le había entregado dicho expediente.

Cuando hubo terminado absolutamente todo, lo pasó a un USB, y decidió esperar hasta el día siguiente para poder entregárselo a Miguel, mientras tanto, lo que le quedaba del día, se la pasaría durmiendo.

Cuando hubo terminado absolutamente todo, lo pasó a un USB, y decidió esperar hasta el día siguiente para poder entregárselo a Miguel, mientras tanto, lo que le quedaba del día, se la pasaría durmiendo

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El sábado en la noche, cuando hubo llegado Miguel, y éste a su vez se dirigiera a su habitación sin siquiera mirarle. Pedro lo detuvo poniéndose en frente de él.

— Miguel. — Dijo determinado. El menor le dedicó una mirada indiferente.

Pedro sacó del bolsillo de su pantalón, el USB con la información debida y se lo puso en frente a Miguel para que éste la tomase.

— Ten, lo hice para ti. — Empezó con calma, debía ser cuidadoso al tratar con Miguel.

— No gracias. — Miguel dijo sin tomarlo.

Pedro rodó los ojos interiormente.

— Contiene el expediente que hace meses me pediste, pero que en ese tiempo era difícil de conseguir.

El pelinegro le quedó mirando con detenimiento, duda y desconfianza por unos segundos. Después pasó su mirada entre el USB y Pedro.

Ante la negativa de hablar del menor, Pedro continuó.

— Ya sabes, es una información muy importante para tu tesis de maestría. Considerando que en este país se dio las bases para el neodelito del feminicido. — Recalcó.

Pedro recordaba que en uno de los tantos viernes jurídicos que tenía con Miguel, este le había informado sobre el proyecto de tesis que quería investigar. Le mencionó incluso algunas posturas a favor y en contra de esa investigación. Ambos tuvieron una charla muy interesante ese día. Claro que, como siempre, aquella charla había terminado con alguna incoherencia dicha por el mexicano.

De hecho, ahora que lo pensaba, varias conversaciones le llegaban a su mente. Al parecer Pedro sabía más de Miguel de lo que pensaba.

Fueron tan solo unos instantes en que ambos se sumieron en un rotundo silencio. Pero para Pedro, en realidad fue demasiado tiempo.

Te odio pero te amo || MexPer ||Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz