26. Andrew

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Miguel no había dormido en toda la noche; sus ojos tenían bolsas debajo, le ardían por el sueño acumulado, y en general, tenía un rostro demacrado por no conciliar el sueño.

En gran parte del horario nocturno escuchó los sonidos del sexo, rechinido de cama, y gemidos nada sutiles por parte de ambas personas en el cuarto de al lado.

¿Le dolía? Como la mierda que sí lo hacía; después de todo, era la persona de quien estaba enamorado que se relacionaba con alguien más.

Intentó calmar su tristeza convenciéndose a sí mismo que era lo mejor para -de una vez por todas- aceptar la imposibilidad de una vida junto a Pedro y desenamorarse más rápido. Sin poder hacer mucho por su propia cuenta, agarró su teléfono celular y se puso a ver un par de películas con audífonos.

Eran películas divertidas como para olvidarse de su desdicha, o divertirse con ella; uno era animado, y otro netamente era una comedia antigua. Sin importar el género de ellas, siempre llevaban un poco de sentimentalismo. Un amor casi no correspondido por parte de "El espanta tiburones"; y otro sobre los pequeños detalles en una pareja como en "¿Y donde están las rubias?" De todas formas, aquellas no fueron suficientes como para olvidarse de que al lado follaban sin césar como si confiaran en que las paredes fueran antirruido.

Muy temprano en la mañana, Miguel todavía seguía sin dormir; si bien los tórtolos hace un par de horas ya habían dejado de revolcarse, el de orbes como la miel no había podido sumirse en el letargo.

—Solo ha pasado una noche... —murmuró para sí mismo con sus ánimos por los suelos— Y estarán así por todo el fin de semana. —suspiró echado en su cama.

Después de lamentar toda su vida por unos minutos, tomó nuevamente su celular casi ya descargado y le escribió a Andrew. En un inicio, su primera opción era su mejor amigo, pero eso implicaría contarle todos sus sentimientos hacia Pedro, añadiendo a su vez, que el argentino todavía seguía pasando problemas amorosos con su esposa. Al final optó por Andrew, incluso a pesar de que no le contestaba hace unos cuantos días, quizás hasta un par de semanas.

"Andrew, ¿estás despierto?" Después de unos minutos, él le contestó.

"Muy buenos días, Miguel, ¿pasó algo?"

"¿Puedo ir a tu casa?"

"Miguel tú sabes que siempre eres bienvenido aquí."

"¿Puedo quedarme el fin de semana allí?"

"Claro que sí, ahora mismo te mando la ubicación."

"Muchas gracias, enserio."

En una hora, Miguel se duchó, se vistió, alistó algunas de sus cosas en una mochila, y le mandó un mensaje a su jefe del estudio jurídico diciendo que por ese día no asistiría a sus labores en el local

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En una hora, Miguel se duchó, se vistió, alistó algunas de sus cosas en una mochila, y le mandó un mensaje a su jefe del estudio jurídico diciendo que por ese día no asistiría a sus labores en el local. Solo iba salir hacia el comedor, agarrar un par de tostadas e irse de allí; sin embargo, nunca esperó encontrarse tan temprano por la mañana a Pedro sentado frente a la mesa, junto a su novia -quien por cierto llevaba una camisa grande para su talla, ya podía adivinar a quién le pertenecía en realidad- comiendo juntos un desayuno rápido de cereal con leche.

Te odio pero te amo || MexPer ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora