28. Seducción

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"¡Maldita sea, esto no me está excitando!" Dijo con molestia en sus adentros.

Lo estaba excitando.

Lo peor en esos momentos era que sus sentimientos y fetiches convergían en un conflicto. Una parte de él estaba herida porque su enamoramiento no correspondido era utilizado como un juguete al antojo del mexicano; y por la otra, le encantaba ser tomado con fuerza en el sexo. No había nada mejor que el salvajismo en su estado puro.

Al final, en ese debate interno, su orgullo salió a relucir como vencedor. Con la convicción y fuerza necesaria, le propinó un puñetazo en la cara que lo alejó lo suficiente como para deslindarse de su agarre.

—¡Maldito idiota! —su respiración seguía agitada. 

Pedro quedó en silencio después del golpe, pero la furia en sus pupilas no mermaba, se veía como un león acechando a su presa.

—Ya entiende de una vez, ¡Respeta a tu novia y respétame a mi también!—siguió escupiendo Miguel muy a la defensiva.

La mirada café con pupilas dilatadas se quedó fija en él. Un repentino miedo excitante recorrió la espina dorsal de Miguel.

El joven de cabellos azabaches y orbes marrones determinados se acercó a paso lento hacia él, quien retrocedió apenas Pedro seguía avanzando hasta chocar con el frío muro de la sala. El mayor apoyó su mano izquierda en la pared al costado de su cabeza, y con su aliento con aroma a café cargado dijo susurrando sobre sus labios:

—Bien, su majestad.

Miguel estuvo perdido en aquellas acciones que no hicieron más que elevar su líbido, que no advirtió cuando el adverso sacó su teléfono celular de su bolsillo y llamó a una persona desconocida.

¿Aló?—al estar tan cerca escuchó una voz femenina tras la llamada.

—Terminamos. —colgó.

¿Qué diablos? ¿Cómo así de la nada...?

Inmediatamente después le mostró la pantalla de su celular que indicaba que la receptora era Vania, la novia de Pedro. Corrección, ahora su exnovia.

—Arreglado. —volvió a decir el mayor, y en consecuencia, tiró su móvil al sillón.

Al chocar ambas miradas de nuevo, Miguel lo supo, ya era la presa de Pedro.

Sin darle un tiempo previo para acomodar sus pensamientos, Pedro tomó sus piernas y las acomodó rodeando su cintura apoyándose sobre la fría pared de concreto; acto seguido, los labios de Miguel fueron tomados con tal ferocidad que no hubo espacio alguno que su lengua no recorriese.

Sin darle un tiempo previo para acomodar sus pensamientos, Pedro tomó sus piernas y las acomodó rodeando su cintura apoyándose sobre la fría pared de concreto; acto seguido, los labios de Miguel fueron tomados con tal ferocidad que no hubo espacio...

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Una y otra, después de esa seguían más estocadas; ambos habían perdido la noción del tiempo en que se fundían el uno con el otro; ciertamente la fiereza con que el mayor arremetió a Miguel fue abrumadora y a la vez excitante. Sus ropas se esparcían por todo el interior de la sala en un desorden que normalmente Pedro no toleraba, sus cuerpos se acoplaban con cada embestida; aquellos cuerpos sudorosos y desnudos, llenos de marcas en el cuerpo de Miguel, y con arañazos en la espalda ancha de Pedro.

Te odio pero te amo || MexPer ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora