19. ¿Competitividad? | parte 1

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El domingo por la mañana -en realidad muy temprano- Pedro -y después de algunos días en el Congreso internacional de derecho penal- había llegado a su casa con un gran cansancio notorio en su desgano y en sus leves ojeras bajo sus ojos.

Él ansiaba llegar y que un gran desayuno lo reciba en casa, para así poder ducharse y tomar una siesta que dure todo el día. Sin embargo, no fue así. Él supuso que Miguel se encontraba durmiendo en su propia habitación o quizás se había quedado a dormir en la casa de sus amigos que dijo que visitaría. Pedro no le dio mucha importancia. No tenía cabeza para ello.

Llegó hasta su habitación, dejó la maleta bajo su cama, buscó en su armario ropa de dormir y se alistó para ducharse. Apenas salió más refrescado del cuarto de baño, se fue a preparar algo que comer para así poder irse a dormir con ganas; por tanto así fue, solo tomó un vaso de jugo de fresa y comió un sándwich de jamón que preparó instantáneamente.

El día estaba tranquilo, era algo que agradecía porque de verdad se sentía cansado, aunque un poco más tranquilo después de ducharse y desayunar.

Fue entonces que, justo cuando -y después de lavarse los dientes- escuchó el sonido del chirrido de ruedas de algún automóvil; era tan cercano que pensó que algún auto se estacionó frente a su hogar; por tanto, echó un vistazo por el gran ventanal de su sala.

Pedro observó cómo del auto que se había estacionado justo al frente, salía Miguel con una de sus típicas sonrisas y junto a él también salía un tipo del asiento del conductor.

El tipo era uno alto, demasiado alto rubio y de buen parecer. Pedro se quedó observando atento sin pestañear y con una ligera bifurcación de sus cejas.

Observó cómo aquel tipo rubio se acercaba íntimamente a Miguel, al punto de incluso tomar los labios de éste y besarlo descaradamente.

El ceño que ahora ya estaba fruncido del mexicano, se acentuó todavía más. Una ligera molestia se asentó en su pecho, y el cansancio que tenía, ahora se convirtió en estrés y quizás un poco de molestia. Algo que no quiso ahondar Pedro.

Inmediatamente después del beso Miguel entró al lugar con las llaves que él tenía, y cuando observó a Pedro sentado en el sofá de la sala mientras veía a tientas su celular, solo lo saludó como siempre, con su natural buen humor.

—Oh, Pedro, ya estás aquí.

—Mn. —contestó él con una repentina seriedad.

—Bueno, entonces supongo que ...

—Yo veo que tú acabas de llegar en un auto muy costoso. —dijo interrumpiéndole, tratando de alguna manera traer esa escena a colación.

—Oh, sí. Un amigo me trajo, ¿Recuerdas que te dije que iría a visitar a mis amigos de hace años, no?—con ello Miguel dejó su maletín a un lado del sofá, para luego buscar algo que comer por la nevera.

—Claro, «amigo» —hizo énfasis en esa última palabra— ¿Hablas del rubio que te estampó un beso en la entrada de mi casa?

Un corto silencio se presentó entre ellos. Un silencio que inmediatamente fue terminado por Miguel.

—Sí. Un amigo. No sé si te acuerdas pero es Andrew, mi ex-novio.

Pedro dejó de mirar sin atención a su celular y fijó su mirada completamente en Miguel.

—Oh, ¿Hablas de ese chico que no paraba de lanzarme miradas asesinas así como también lo hacía con Martín hace ya varios años?

—Sí. —dijo Miguel sin darle mucha importancia.

—Bueno, ahora veo que al encontrarse de nuevo se han vuelto «muy amigos» —mencionó con una evidente ironía, una ironía que Miguel prefirió ignorar.

Te odio pero te amo || MexPer ||Where stories live. Discover now