Capítulo 33

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Nia salió de la pirámide una vez más para encontrarse de nuevo con el calor del sol abrasador. Inspiró profundamente y soltó todo el aire lentamente. Su nuevo trabajo comenzaba a atormentarla. Definitivamente no le gustaban nada los trabajos en espacios tan cerrados, y siempre se encontraba con una gran satisfacción al terminar su turno y poder pasear al aire libre. Aunque debía admitir que echaba de menos los bosques de Inglaterra y algo de vegetación. Quizás después de terminar en Egipto se tomaría unas vacaciones en algún lugar con menos arena.

-¿Disfrutando del sol? – Nia se sobresaltó al escuchar la voz de su mejor amigo. Charlie estaba allí de pie, esperándola con una sonrisa en los labios.

-Más bien, disfrutando de no seguir encerrada.

-Oh, una pena que vayas a volver a encerrarte entonces. – Charlie compuso sus palabras con un leve sarcasmo.

-No pasa nada, habrá que satisfacer esa curiosidad tuya ¿no? – Por su parte, la joven usó un tono burlón acompañado de una brillante mirada.

Ambos se encaminaron de vuelta al campamento, por el camino que Nia conocía excesivamente bien a aquellas alturas. ¿Cuánto había pasado en Egipto? Creía que cerca de un año desde que llegó a aquella excavación. Qué inocente había sido al pensar que se trataría de una pequeña aventura atrapando algo simple y después podría seguir recorriendo el mundo.

Los dos jóvenes apreciaron el frescor que se dispersaba por la tienda de Nia. Estaba aclimatada gracias a nuevos hechizos que Shani continuaba practicando día y noche, ya que también se estaba encargando de darle a cada hábitat una temperatura diferente.

Tras bajar las escaleras, Nia condujo a Charlie a través de los diversos hábitats que él miraba con atención y una palpable curiosidad.

-¿Es... esto? – se atrevió a preguntar Charlie tras contemplar aquella masa oscura que se movía uniformemente por su reducida prisión. La burbuja que lo rodeaba no presentaba ni un solo rasguño, y de alguna forma sabía que no se escaparía.

Charlie se quedó observando a la criatura varios minutos. Nia esperó pacientemente mientras su amigo cavilaba dando vueltas alrededor de la forma redonda que flotaba en mitad del hábitat del desierto.

-¿No me dijiste que se parecía a la arena?

-Y lo hacía. Mientras más tiempo ha pasado encerrada, más se ha vuelto como el que vi en Brasil.

-¿Alguna conclusión?

-¿No puedes llegar a ella tú solo? –una burlona sonrisa se instaló en las comisuras de la joven.

-No es una mutación natural. Alguien lo estaba hechizando.

-Sigues siendo inteligente, Weasley.

Charlie levantó la vista para mirar a su amiga y le devolvió una sonrisa desafiante. Aquellos retos y sarcasmos se habían vuelto la forma natural de relacionarse entre los dos.

-¿Qué piensas hacer ahora? –los rizos anaranjados del joven se movieron suavemente cuando estiró la espalda y metió las manos en los bolsillos, pues se había inclinado sin apenas darse cuenta al examinar a la criatura.

-Pues ahora pienso darme un merecido descanso en mi bañera y después ya veré cómo sigo el curso de la investigación.

-Vale, capto el mensaje. Volveré con mi maravillosa familia que no deja de preguntarme cosas incómodas.

-Oh, pobre pequeño Weasley... No puedo imaginarme tu dolor al pasar tiempo con tu familia y no cuidando dragones.

-Suficiente sarcasmo por hoy. Si vuelven a preguntar, desviaré el tema a los romances de mis hermanos pequeños. - Charlie le guiñó el ojo y emprendió su camino fuera de la tienda.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now