Capítulo 13

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La joven inglesa continuaba maravillada por los adornos y las luces que recorrían todo el pueblo. La plaza central estaba llena de gente de diferentes nacionalidades, ya que varios magos de la excavación también habían ido al festival. Resultaba bastante entretenido, pues apenas faltaba nada; había música en directo, la gente bailaba en todo el centro, y había multitud de comida y bebida.

-¿Quieres que te traiga otra? –le preguntó Bill, señalando la cerveza que Nia tenía en la mano. Ella negó con la cabeza y le sonrió, y entonces vio cómo el pelirrojo desaparecía entre la multitud.

Continuaba mirando alrededor, con la esperanza de encontrar a la que le gustaría decir que era su nueva amiga. La egipcia todavía no había aparecido, o al menos no habían coincidido ninguno de los tres. Algo más lejos, vio a Jawara bailando alegremente con una mujer del pueblo. Cuando él descubrió a la inglesa mirándole, agitó la mano en el aire y le sonrió a modo de saludo. Ella hizo lo mismo, y Jawara volvió a prestarle atención a su pareja de baile.

Bill regresó varios minutos después, con Shani cogida del brazo para que no se perdiera, y un par de cervezas más.

-¡Mira a quién he encontrado! –exclamó el pelirrojo alegremente, mientras la egipcia sonreía avergonzada por haber sido conducida entre la multitud como si fuera una niña pequeña.

Una vez los tres juntos, comenzaron a beber y a charlar, e incluso fueron turnándose para bailar entre ellos. Nia todavía podía comprobar las miradas de desaprobación que se llevaba Shani cada vez que estaba cerca de cualquier persona, pero a Bill y a ella, aquellos desconocidos les sonreían y les hablaban educadamente si se acercaban. Eso sólo hacía que su curiosidad por la historia de Shani fuera en aumento. ¿Sería alguna especie de viuda negra, por ejemplo? Quizás era famosa por seducir a todo el mundo en aquel lugar. Se divirtió con la simple idea de pensarlo, porque, a decir verdad, no tenía prueba ninguna de aquella nueva teoría. No había visto a Shani coquetear con absolutamente nadie, y parecía que simplemente tenía una enorme curiosidad por el mundo en el que vivía.

Su cerveza se estaba terminando, y Shani y Bill estaban en medio de la plaza bailando mientras reían. Nia había decidido quedarse un poco más apartada para terminar su cerveza, porque no quería derramarla. Sin embargo, no podía evitar mirar a su alrededor. Era la primera vez que veía a los trabajadores de la excavación fuera del campamento, y ahora era cuando podía ver cómo se relacionaban con la gente del pueblo. Además, por mucho que fuera un festival, no podía permitirse bajar la guardia. No permitiría que alguien más desapareciese entre tantas personas.

Entonces fue cuando algo captó su atención. Myers, el jefe de la excavación, parecía estar mirando a su alrededor de una forma demasiado nerviosa como para ser algo normal. Nia se desplazó hacia un lado mientras disimulaba que buscaba algún sitio donde sentarse. Entonces pudo ver mejor a Myers, y también a un hombre que había a su lado. Ambos parecían hablar en voz baja, y estaban pendientes de que nadie más les oyera; se habían apartado de toda la muchedumbre. Con un leve movimiento de cabeza, el hombre del pueblo le señaló una calle a Myers y, tras cerciorarse de que no les veía nadie, ambos desaparecieron tras la oscuridad.

Teniendo en cuenta que la habían contratado para investigar, Nia se dijo que eso era lo que tenía que hacer. Si era Myers quien realmente estaba tras las desapariciones, todo aquello tendría sentido. Eso explicaría por qué colaboraba tan poco con ella, y además él podía cambiar los informes a su antojo. También cobraría sentido por qué tenía tanta prisa en deshacerse de las tiendas de los que desaparecían; para que no le inculpasen a él.

Con mucho cuidado de no ser vista, Nia siguió a los dos hombres por oscuras y estrechas calles. Aquel entramado le resultaba como un laberinto, y cada vez estaba menos segura de poder encontrar el camino de vuelta. Con tanta oscuridad, las calles le parecían todas iguales. Si no pudiera ver las siluetas de aquellos a los que perseguía, seguramente se habría quedado allí en medio, completamente perdida y sin saber volver a la plaza del festival.

La joven empezó a fantasear, mientras los vigilaba, sobre qué motivos podrían llevar a un supervisor a raptar a sus propios trabajadores. Estaba tan segura de que encontraría algo útil, que se sorprendió cuando Myers y aquel hombre se pararon en frente de la puerta de una casa. Con rapidez, se escondió tras una pared. Continuaba estando bastante lejos como para escuchar lo que decían, y la luz que emanaba del interior de la casa recortaba las siluetas de ambos hombres, lo que a ella le dejaba en un buen ángulo de visión.

Quizás por creer que estaba tras una pista importante, se sorprendió bastante cuando ambos hombres se fundieron en un corto beso, y acto seguido desaparecieron tras la puerta de la casa.

-Vale. Esto no es para nada lo que me esperaba. –Susurró, mientras comenzaba a reírse lo más silenciosamente que podía.

Nia miró a su alrededor una vez más, intentando adivinar por dónde podría volver al festival cuando tuvo que volver a esconderse tras una esquina. Ante la ahogada exclamación que había proferido la inglesa, una figura encapuchada pareció mirar a su alrededor lentamente, con desconfianza. Desde las sombras, Nia lo observó. No podía verle el rostro, y lo único que adivinaba era una vestimenta occidental; era obvio que vestía como cualquiera de los trabajadores de la excavación, pues había muy pocos que vistiesen con las mismas ropas orientales, como vestía la gente del pueblo.

De nuevo, la inglesa volvió a seguirlo, esta vez con el corazón encogido en el pecho. Algo le decía que esta vez no estaba equivocada. En una de las calles, la misteriosa figura retiró la capucha que le ocultaba, y al girarse de nuevo para comprobar que no le seguía nadie, Nia por fin pudo verle la cara.

Pero no lo reconoció.

Eso le resultó incluso más extraño. Había visto a todos y cada uno de los integrantes de la excavación que habían ido con ella al festival. Se había pasado meses hablando con los empleados, incluidos los de la cocina, y ni siquiera le resultaba familiar la persona a la que había visto tan claramente entre la penumbra de aquellas calles. Las luces de las casas le habían permitido ver perfectamente su rostro, y, aun así, nada.

Nia continuó siguiéndole hasta unas salidas del pueblo. Estaba en uno de los extremos que daba al desierto, pero era prácticamente opuesto al lugar de la excavación. Allí había un coche aparcado, extremadamente similar a los que había conducido ella misma para ir al campamento, y la joven le perdió todo rastro cuando aquel hombre se subió al coche y desapareció entre las dunas de arena.

Miró al cielo, en un intento de recordar hacia qué dirección iba. No podía seguirle en aquel momento, pero estaba segura de que tenía que haber algo más. Memorizó otros edificios que estaban por allí cerca también, y cualquier detalle que pudiera serle de ayuda cuando volviera a investigar. No estaba dispuesta a dejar que aquello se le olvidase. Ni el rostro del desconocido, ni tampoco la dirección hacia donde se había ido. 

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang