Capítulo 32

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El sol brillaba en lo alto, y ya les habían advertido que en aquella época del año el calor era especialmente peligroso. Por eso mismo, la familia Weasley estaba entera vestida con ropas específicas para alejar al calor lo máximo posible.

Molly Weasley alzó una ceja al observar a uno de sus hijos. Charlie se había alejado de la familia deliberadamente y ahora estaba en medio de un afectuoso abrazo con alguien a quien ella no podía verle el rostro, teniendo en cuenta el ángulo en el que estaban.

-Bill, cielo, ¿A quién está abrazando tu hermano? -le preguntó ella con curiosidad. Bill, que no había notado que su hermano se había alejado, se giró para ver la escena. Sonrió de oreja a oreja, y volvió a mirar a su madre.

-Es Nia, mamá. ¿La recuerdas?

-¡¿Nia está aquí?! -exclamó uno de los gemelos.

-¡¿Por qué no nos habías dicho nada?! -exclamó el otro pelirrojo, idéntico al primero.

-¿Tanto interés tenéis en ella? -su hermano alzó una ceja, divertido.

-¡Era de las mejores jugadoras de quidditch en Hogwarts!

-¡Es una especie de leyenda!

-Hasta que llegamos nosotros, claro. -Dijeron los dos a la vez. -Hogwarts no ha visto unos mejores bateadores.

Percy puso los ojos en blanco y miró alrededor, impaciente por abandonar esa conversación. Sin embargo, no pudo evitar que su mirada se fuera inconscientemente hacia Nia. No la había conocido en profundidad, pero había hablado con ella alguna vez. Sabía que era amiga de sus dos hermanos mayores, y, cuando él estaba en el primer año, se ofreció a guiarle cuando se perdió en Hogwarts. No era tan molesta como creyó al principio... Incluso se podría decir que le caía bien. Sólo un poco.

-¡Bill! ¡Claro que la recuerdo! Es de las pocas jóvenes que tu hermano o tú habéis traído a casa, al fin y al cabo. -Molly le lanzó una mirada a su hijo. Una mirada que Bill no quería descifrar, porque era algo que le había repetido millones de veces, y... La relación con Nia era buena. No quería estropearlo, y mucho menos teniendo en cuenta que su madre no paraba de decirle que aquella chica era agradable, amable, y que a ver cuándo la volvía a llevar a casa. Su madre continuaba emparejándoles, a la espera de que su hijo mayor sentase la cabeza de una vez. O, por el contrario, que lo hiciera al menos el mismo que se había alejado del grupo.

No pasó mucho tiempo hasta que Nia se acercó, guiada por Charlie, hasta los demás. Les saludó con la sonrisa que la caracterizaba cuando estaba rodeada por aquella familia. No estaba acostumbrada a tanta gente, pero le daban tal cantidad de positividad que era imposible sentirse incómoda en aquel ambiente.

-Nia, querida, ¡cuánto has crecido! -le dijo Molly, entusiasmada, cuando se saludaron con un abrazo.

-Oh... Gracias, Molly. Vosotros cada vez estáis más jóvenes. -Nia les guiñó un ojo, y los progenitores se rieron. Hacía mucho tiempo que no los veía, y la habían acogido muy bien el tiempo que había estado en la madriguera. También había adquirido una confianza que parecía que perduraba en el tiempo, aunque ninguno se hubiera mandado lechuzas.

Entre saludos y palabras agradables, transcurrió la mayor parte de la conversación.

-¿Cómo es que has acabado aquí, querida?

-Oh, bueno... En la excavación se encontraron con algunos animales fantásticos y decidieron llamar a alguien. Así que... Aquí estoy. -Adornó la frase con una nueva sonrisa, mirando de reojo a Bill, que asintió para corroborar esa versión. No era del todo verdad, pero tampoco era del todo mentira. Sin embargo, a Nia le parecía innecesario alarmar a la familia con un peligro que ya había pasado. Y ahora sí era cierto que estaba allí para ayudar en la excavación, porque la amenaza del lethifold había desaparecido.

-¡Oh, cierto! Charlie nos contó que también eras magizoologista. -Exclamó Arthur, quien había dejado que su mujer liderase el interrogatorio, o la conversación, según el punto de vista.

-Sí, así es. Desde que me gradué en Hogwarts es lo que llevo haciendo. Las criaturas siempre son interesantes, y algunas bastante incomprendidas.

-¿Entonces has dejado el quidditch? -preguntó alarmado Fred.

-¿Por qué? -exclamó George, horrorizado. Nia les miró y alzó una ceja, aportando esa tranquilidad que era tan natural en ella.

-No es algo a lo que quiera dedicarme profesionalmente, aunque me lo pasase bien en Hogwarts.

-¡Pero eras genial! -replicó George.

-¡Y el quidditch es genial!

-Asumo entonces que habéis entrado en el equipo de quidditch de Gryffindor, ¿no?

Ambos gemelos asintieron a la vez.

-¿Y queréis dedicaros a eso toda vuestra vida?

Los gemelos se miraron entre sí.

-Podríamos, si quisiéramos.

-Ahora somos los mejores golpeadores de todo Hogwarts. -alardeó Fred.

-Ya, cuando me digáis eso en vuestro séptimo año, quizás os crea. -Nia les revolvió el pelo a los dos con cariño.

-Yo también era genial en quidditch y nunca os habéis quejado de que no me dedicase a eso... -observó Charlie.

-Tú eres un caso perdido.

-Desde el principio.

-Estoy de acuerdo. -Asintió Nia esta vez.

-¡Eh! -exclamó Charlie, fingiendo estar dolido por los comentarios.

-Venga ya, cuando te conocí sólo me hablabas de dragones. Bueno, y ahora también. ¡Era obvio que no ibas a dedicarte al quidditch! -dijo Nia, entre risas.

-Vale, punto para ti. -Asintió Charlie, encogiéndose de hombros.

Tras charlar un rato más, entre preguntas de Molly y bromas de los gemelos, Nia tuvo que acabar disculpándose con la familia.

-Disculpadme, pero tengo que volver al trabajo. ¡Os veré luego!

Y tras despedirse apropiadamente de cada miembro de la familia, se alejó en dirección a las pirámides, donde un nuevo y nauseabundo cuerpo esperaba a que ella lo identificase.

-Bill... ¿De verdad que no estás saliendo con ella? -le preguntó Charlie a su hermano en un susurro, con una sonrisa pícara. Bill sólo negó con la cabeza. De nuevo, era una verdad a medias, porque jamás habían aclarado cuál era el tipo de relación entre los dos.

-Ah, pero entonces sí os habéis acostado. -Volvió a murmurar Charlie. Bill se sorprendió de la perspicacia de su hermano menor, pero volvió a negar con la cabeza, mintiendo deliberadamente.

Muy a su pesar, su madre había visto y escuchado de lo que hablaban, y su instinto le decía cuál era la relación que había entre los dos jóvenes. Al fin y al cabo, no hay magia más poderosa que la intuición de una madre; para desgracia de sus hijos.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now