Capítulo 25

486 51 0
                                    

Para cuando Bill consiguió encontrar a Nia, la joven estaba en el suelo, en uno de los extremos del campamento que daban al desierto. Se había dejado caer encima de sus rodillas, y le daba duros golpes a la arena mientras sus hombros se alzaban de forma intermitente y su llanto y su rabia parecían ahogados entre los gemidos que intentaba ocultar.

El joven dejó caer su chaqueta por encima de los hombros de Nia, y se sentó a su lado en el suelo. Ante ellos, volvía a alzarse aquella extensión desoladora que los rodeaba por completo. Nia continuó propinándole puñetazos, que cada vez iban perdiendo más fuerza, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos de forma silenciosa.

Se quedaron así durante algunos minutos más, tiempo durante el cual Nia parecía irse calmando lentamente, ante la mirada del pelirrojo, que continuaba muy bien sin entender del todo la situación.

-¿Volvemos? –preguntó el joven tras unos segundos, en los que Nia se había aferrado a la chaqueta y parecía más desahogada. Ella simplemente asintió en silencio.

Se apoyaron el uno en el otro para levantarse de nuevo y volvieron a la tienda. Durante el trayecto, Nia le cogió la mano firmemente al joven. Él se sorprendió, dado que era la primera vez que lo hacía, y se quedó mirándola, pero ella sólo caminaba cabizbaja. Bill apretó levemente su mano, en un intento de reconfortarla. Nia continuaba temblando.


Thomas Myers caminaba de un lado a otro de su enorme tienda, mientras se pasaba una mano por el rostro de aspecto cansado. Durante aquellos meses, las arrugas y las canas parecían haberse hecho cada vez más notables. Nia le observaba, manteniendo toda la serenidad y la tranquilidad que su mente era capaz de proporcionarle para hacerle frente a los nuevos acontecimientos.

Con un largo suspiro, Myers se dejó caer sobre la silla, y con el movimiento varios papeles cayeron al suelo. La joven iba a recogerlos cuando él le hizo una seña con la mano para que se detuviera, como si esos folios no fueran importantes.

-Así que no van a volver. ¿Eso es lo que me estás diciendo?

Nia asintió, intentando mantener la compostura.

-Entonces dices que es un... lethifold ¿no? –Myers volvió a hablar, intentando encajar toda la información que la joven había estado explicándole anteriormente. –Agh, qué mal... ¿Sabes cómo se puede matar?

-Todavía no existe ningún registro de alguien que lo haya matado. Lo único que se sabe es que se pueden ahuyentar con el encantamiento Patronus, que se alimenta de humanos y que les ataca mientras duermen.

-Entonces... habrá que hacer turnos rotatorios de vigilancia. Esto va a salir caro...

-Si me permite la pregunta ¿por qué no pide a sus superiores en Gringotts que envíen a magos cualificados para proteger el campamento?

-Ojalá fuera tan fácil. Lo hice cuando comenzaron las desapariciones. Pedí expresamente un grupo de vigilantes, pero rechazaron mi propuesta como si no fuera un problema de su incumbencia. Gringotts, o más bien los que están a cargo, son gente poderosa, Edevane. No les importa que tres o cuatro personas desaparezcan o... mueran, si con eso ellos continúan haciéndose ricos. Alegan que las pirámides son peligrosas y que alguna maldición los mató.

Ambos guardaron silencio durante unos minutos.

-Pero si ahora les dice que es un lethifold, puede que hagan algo más. –Sugirió la joven, que continuaba teniendo un mínimo de esperanza.

-Lo único que van a hacer es decirme que me las arregle, pero volveré a intentarlo. Ya me costó que financiasen tu contrato, y como ahora tenga que pagar las horas extras a los trabajadores... -Myers suspiró de nuevo, mientras su mirada se perdía entre los documentos de su escritorio. –Me ocuparé de la vigilancia de algún modo. Tómate un descanso, Edevane. Ya has tenido suficiente sobreviviendo al ataque. Y dile a Weasley que tiene el resto del día libre, está rompiendo las maldiciones a un ritmo vertiginoso desde que trabaja por su cuenta. A este paso acabará limpiando la pirámide él solo.

Nia asintió y sonrió levemente, agradecida por el reconocimiento. Al menos se alegró de que el supervisor la hubiera tomado en serio. Tras su encantamiento Patronus, Bill no había sido el único que se había despertado, y más trabajadores habían salido de las tiendas a tiempo para ver cómo el lethifold de aspecto parecido al de la arena, levitaba por encima del suelo y se perdía en el desierto.

Al salir de la tienda, el rojizo pelo de Bill llamó la atención de la muchacha. Él le saludó con la mano al verla. Al parecer, había estado esperando a que saliera. Ella le contó de forma resumida la conversación que había mantenido con su jefe, y el joven sonrió satisfecho tras escuchar la felicitación por su trabajo que le había propinado Myers.

-Ya te dije que no es una mala persona. –Contestó Bill mientras le guiñaba un ojo a Nia. Ella sólo bufó y miró hacia otra parte, sin querer admitir que tenía razón.

Ambos continuaron hasta llegar a la carpa donde cogieron algunas cosas para almorzar y se sentaron en una mesa. Bill se quedó observando atentamente el rostro de la bruja. Había estado bastante desconcentrada desde el día anterior, y aunque podía comprenderlo dada la situación que había experimentado, y probablemente todos los recuerdos que se habían levantado por ello, estaba inusualmente callada. No consideraba que fuese algo tan grave como la historia de Nia en Hogwarts, porque las secuelas no parecían ser las mismas, pero por alguna razón, Bill recordó que su reacción había sido parecida a la que la joven estaba teniendo en aquellos momentos.

-¿En qué piensas? –le preguntó Bill, cuando Nia volvió a quedarse sumida en sus pensamientos una vez más. Ella pareció salir de su trance al escuchar su voz y alzó la mirada para verle.

-Es raro. –Murmuró. Parecía como si continuase pensando en voz alta.

-¿El qué?

-El lethifold. La situación.

-¿Por qué?

-Son... una especie muy rara. Existen muy pocos en el mundo, y sólo se han encontrado en Nueva Guinea. No sólo está muy lejos de aquí, sino que además se trata de una mutación.

-¿Una mutación?

-Sí. Los lethifold son negros. Algunos los describen como si fuera una capa flotante, completamente oscura. Pero este... parecía un manto de arena. Como el desierto. Ese tipo de camuflaje con el entorno no se desarrolla tan rápido de forma natural.

-Quizás es porque hay más en Egipto ¿no? Y nadie los había encontrado todavía.

-Supongo que sí.

Los jóvenes volvieron a guardar silencio y continuaroncomiendo. Por alguna razón, Bill sentía que aquella explicación no satisfacía aNia, y que continuaba pensando en el mismo tema, una y otra vez. 

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora