Capítulo 7

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Un gran revuelo a las afueras de su tienda despertó a Nia. Lo primero que vio al ver a su alrededor, fueron las pequeñas lamparitas que había por toda la habitación y que ahora tenían una luz más apagada que cuando se fue a dormir. La demiguise estaba a los pies de su cama, mirando fijamente a la entrada de la tienda. La joven podía escuchar pasos ajetreados, gente hablando en voz alta o gritándose unos a otros de un lado a otro del campamento. Tanto ruido no era normal, ni siquiera en los días en los que los trabajadores tenían más tiempo libre.

Se vistió todo lo rápido que pudo, mientras intentaba escuchar algo que le diera alguna pista de lo que estaba pasando. A pesar de que se entrecortaban muchas frases, pudo adivinar el motivo del ajetreo por un par de palabras. Aunque sólo eran suposiciones, todo su cuerpo vibró con una nueva energía. Lanzó una moneda al aire, y de detrás de la tienda una bola de pelo cruzó la tienda a toda velocidad y cogió la moneda en el aire. Tras guardarla en un pequeño bolsillo que tenía en su peluda y redonda barriga, el escarbato alzó la vista y se quedó mirando a Nia fijamente. En su mano, ella tenía otra moneda, y la colocó en su hombro. El escarbato echó a correr todo lo rápido que sus pequeñas patas le permitían, y de un salto se enganchó a la pierna de Nia y continuó trepando hasta llegar a su hombro. Nia acarició al escarbato y este hizo un pequeño sonido de comodidad.

Al salir de la tienda, sus sospechas parecieron confirmarse. La mayoría parecían más ajetreados que de costumbre, y la joven se paró a preguntar sobre el motivo.

-Ha desaparecido Nils. Esta mañana ya no estaba.

-¿Dónde está su tienda?

Tras asegurarse de que había entendido las indicaciones, Nia se encaminó hacia la tienda. Al fin tendría alguna pista, y no era posible que desmontasen la tienda tan rápido. Si ya lo habían hecho, perdería lo que parecía su única oportunidad, pero si no... Sin apenas darse cuenta, la joven caminaba mucho más rápido de lo normal, y había tensado las manos, apretándolas en un puño. Al darse cuenta las intentó relajar, porque se estaba dejando llevar por muchas posibilidades que su propia cabeza se estaba inventando. No sabría nada hasta que llegase a la tienda, e intentó que ese pensamiento la calmase un poco. Pero el nerviosismo a veces volvía a apoderarse de sus pensamientos.

El escarbato que la acompañaba olisqueaba el pelo y la cara de Nia. Eran grandes rastreadores, en especial si se trataba de cosas brillantes, y la joven sabía que aquel era menos travieso que la mayoría de los de su raza. Por eso mismo se permitía llevarlo en el hombro, sabía que no se escaparía corriendo sin una buena razón de peso.

Había encontrado a aquel escarbato varios meses atrás, en uno de sus viajes. Estaban ocurriendo robos por toda una ciudad, y los muggles habían comenzado a investigar. Algunos magos se habían unido a ellos, intentando que no se viera comprometida la seguridad del secreto que toda la comunidad mágica guardaba. Nia encontró al escarbato asustado, herido, y completamente solo. Su camada parecía haber muerto en un incendio que se había declarado en una de las joyerías donde él y sus hermanos estaban. Algunos magos los habían intentado atrapar, pero los escarbatos eran bastante escurridizos hasta para magizoologistas expertos. Por un mal hechizo que no dio a su objetivo, la tienda entera prendió en llamas. Si bien los magos pudieron escapar, el pequeño escarbato que ahora acompañaba a Nia se había quedado sin toda su familia. Sabía que habrían acabado con él nada más encontrarlo, así que Nia consiguió que el animal confiase en ella el tiempo suficiente para meterlo en la maleta y sacarlo de allí, apareciéndose en un lugar seguro y lejos de los que querían acabar con él.

El escarbato comenzó a olisquear el aire, intrigado por algo. Nia lo observó durante unos segundos, esperando que fuera a saltar de su hombro en cualquier momento, pero el escarbato volvió a acomodarse en su hombro y se dedicó a mirar a su alrededor, algo amedrentado de ver a tantos magos desconocidos.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora