Capítulo 17

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-Sólo voy a decir que no estoy de acuerdo con nada de esto. -Manifestó el pelirrojo. Las dos mujeres se miraron y sonrieron.

-¿Y lo dices ahora?

Nia le hizo un gesto con la mano a Shani para que entrase al final de su tienda. La habían recogido e infiltrado en el campamento sin mayor inconveniente, y Bill se había mantenido callado hasta que había llegado a la tienda de Nia. Había estado procesando la información lentamente, y todavía no estaba seguro de qué pensar sobre el tema. Shani era una víctima del propio sistema mágico, pues se la había dejado abandonada a su suerte y sin información ninguna sobre qué podía hacer con sus propios poderes. Y si, además, contaba con el dato adicional de que sus propios vecinos abusaban de ella cuando la veían realizando magia, y por eso Shani había desarrollado un miedo irracional a usar sus propias habilidades en el pueblo, sólo dificultaba el tema moral para Bill. Por una parte, consideraba que Nia estaba haciendo lo correcto y demostraba el mismo valor o más que un león, al esconderla en su propia tienda, pero aquello podría acarrearle grandes problemas con el supervisor, la excavación, y Gringotts en sí mismo. Al menos, si llegaban a enterarse de que Shani pertenecía al pueblo y los muggles sabían de su magia.

Por otra parte, si nadie lo sabía... Sólo tenía que esconderla el tiempo suficiente como para terminar su trabajo allí, y después Shani podría marcharse de la excavación y explorar el mundo, o intentar conseguir un trabajo. El problema, era que no tenía recursos, así que la inglesa había decidido mantenerla bajo su propia tutela y pagarle el viaje que fuera necesario para sacarla de allí. Mientras tanto, no le quedaba otra que dejar que Shani viviese en los hábitats de sus criaturas.

La mujer egipcia caminó lentamente, sin saber qué se encontraría en aquella carpa que presentaba proporciones antinaturales. Aunque había visto el exterior, ahora su cerebro se cuestionaba todo lo que veía, pues aquella tienda era muchísimo más grande en el interior.

Cuando sus ojos traspasaron la barrera y contempló todos aquellos pequeños mundos conjuntos en la parte trasera de una tienda en mitad del desierto, los ojos de Shani brillaban más que un cielo plagado de estrellas. Para ella, era como si estuviera viviendo un sueño. Nia la observó con curiosidad desde el final de las escaleras, pues había entrado antes que ella y había bajado los escalones de dos en dos. Estaba orgullosa de su propio trabajo montando todo aquello. Y, sobre todo, se sentía tremendamente orgullosa de lo que quería enseñarle a la egipcia; era lo que había ocupado todo su día anterior.

Sin embargo, y para impaciencia de la inglesa, su nueva protegida estaba demasiado ocupada admirando cada detalle mágico que se encontraba. Para Nia y Bill todo lo que pasaban por alto pero que a Shani le dejaba embelesada, eran cosas tan comunes en su día a día que a menudo se encontraban preguntándose a sí mismos qué era tan fascinante.

-Un momento... Esto es nuevo. –Manifestó Bill al encontrarse un nuevo alojamiento cerca del invernadero. Nia se acercó, con su pecho inflado de orgullo.

Entre palabras atropelladas, la joven abrió la puerta de una pequeña cabaña de madera que se alzaba en las proximidades del hábitat del escarbato. Su interior estaba profundamente cuidado. Equipado con dos habitaciones, lo primero que se distinguía al entrar era una enorme estancia impecable, dotado de una pequeña y humilde cocina que apenas se componía de un horno y una encimera, al fondo una cama mullida y suave, un armario y un escritorio con una silla y una pila de libros.

-¿Estos no son libros de Uagadou? –Bill se sorprendió cuando comprobó las portadas de los libros lectivos, pues había entrado y estaba curioseando cada detalle de aquella pequeña casita. -¿Cómo has conseguido todo esto?

-Tengo mis métodos.

Unos segundos después, Shani se hallaba en mitad de aquel cuarto mirando a su alrededor, aún con la expresión de ensoñación e incredulidad que llevaba mostrando desde que había entrado. Cuando le explicó que lo había hecho para ella, el rostro de la egipcia se ensombreció repentinamente.

-No tengo forma de pagarte.

-No tienes por qué hacerlo. Puedes quedarte aquí hasta que termine mi trabajo.

Shani iba a volver a replicar, pero una pequeña bola de pelo se coló entre las piernas de Bill, que estaba saliendo de la reducida vivienda. El kneazle pareció reconocer el olor de la egipcia, pues tras olfatear sus ropas, comenzó a escalar por su pierna, agarrándose con sus pequeñas y afiladas uñas a la tela. Shani lo cogió en sus brazos y el animal comenzó a emitir sonidos de comodidad, dándole pequeños cabezazos a cada parte del cuerpo de la joven que tenía cerca.


El sol se alzaba en lo alto del campamento, ofreciendo como la mayoría de los días, un calor que ahora se hacía más soportable por estar en algún punto del otoño. Nia y Bill salían de la carpa donde habían almorzado, hablando de la añoranza que les producía las hojas que se iban cayendo de los árboles en su tierra natal.

-Oye, Nia... -comenzó a decirle, evitando mirarla directamente y bastante inquieto. Ella simplemente le observó con una sonrisa, esperando a que terminase de hablar.

-¡Buenas tardes, pareja! –exclamó la grave voz de Jawara, quien se había acercado a ambos y los miraba de una forma demasiado sospechosa. -¿Qué os traíais entre manos ayer por la noche?

-¿Qué? –esta vez fue Nia quien habló, con una voz más aguda de lo normal.

-Os vi coger un coche a las tantas de la noche. –Jawara, sin perder su enorme sonrisa, alzó una ceja cuando vio las miradas nerviosas que intercambiaban Bill y Nia. -Teniendo una cita bajo las estrellas, ¿eh?

-Pues no es mala idea... -murmuró el pelirrojo, en un tono de voz tan bajo que sólo Nia pudo oírlo. Se extrañó un poco por su comentario, pero no dijo nada más. Tras despedirse de Jawara, respiraron algo más tranquilos. 

-¿Qué querías decirme, Bill? 

-Ah, pues la verdad es que se me ha olvidado. -El muchacho desvió la mirada, y aunque Nia escrutó su rostro en busca de alguna pista, sólo se encontró con un pensativo Bill, cuyos ojos parecían perderse en la inmensidad del desierto.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ