Capítulo 6

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Nia llevaba horas deambulando por el pueblo. Se había quedado maravillada con las estructuras, tan diferentes a las de su tierra natal. Las paredes de las casas tenían unos colores muy variados, y aunque había una mayoría de tonos marrones claro, como si fueran de arcilla, también había otras pintadas de suaves azules o blancos sucios. Tan acostumbrada como estaba a las casas de piedra y ladrillo, rodeadas de naturaleza o de tonos verdes por la vegetación que crecía en Inglaterra, aquel paisaje le parecía completamente diferente. Lo que rodeaba al pueblo era una montaña que parecía protegerlo del desierto, que se expandía cuanto veía si volvía la vista atrás.

Había conseguido hablar con un par de personas, pero se había comunicado muy poco por falta de entender el idioma, tanto por parte de Nia que apenas conseguía hablar árabe, como por parte de los lugareños que tampoco hablaban mucho inglés. Así que comenzó a cambiar de cuestión, y tras repetirla para sus adentros en busca de fallos gramaticales, preguntó a los lugareños si conocían a alguien que pudiera hablar un buen inglés.

Nia lo intentó varias veces a pesar de recibir tantas negativas. También existía la dificultad añadida que tenía; los egipcios hablaban demasiado rápido como para que ella entendiese todo lo que decían, y ella misma hablaba de forma precipitada cuando conseguía que alguien le hablase un poco en su idioma natal. Iba a volver al campamento y rendirse, cuando una muchacha se le acercó y le habló en casi un perfecto inglés.

- Disculpa. – Nia se giró y la miró con alegría, como si estuviera viendo a alguien que le tendía un vaso de agua en mitad del desierto. – He oído que has estado preguntando por alguien que hablase tu idioma. Yo sé un poco.

- ¡Hola! Encantada de conocerte. Me llamo Nia. – la efusividad hacía que hablase más rápido de lo normal, y al ver la cara de extrañeza de la contraria, repitió la misma frase con más lentitud, a lo que ella sonrió.

Tenía una sonrisa preciosa y grande, y Nia se fijó más en la mujer que se había acercado a ella. Parecía aproximadamente de su edad, pero su piel era más morena, y unos mechones de pelo oscuro le caían libremente por fuera de un pañuelo que le cubría la cabeza. Apenas podía adivinar su silueta, pues tenía ropa muy holgada que la ocultaba. Sus ojos, de un marrón oscuro, parecieron brillar cuando comprendió las palabras de la inglesa.

- Mi nombre es Shani. ¿Por qué tú buscas a quien habla tu idioma?

- Quería... saber más cosas del pueblo. Pero no sé árabe, y no sé cómo preguntarle a la gente.

- ¿Por qué quieres saber? Aquí no pasa nada interesante.

- Bueno... nunca he estado en Egipto. Apenas conozco nada de la gente aquí, y esperaba quizás, conseguir escuchar algo de vuestras costumbres o leyendas.

- Entiendo. – Shani asintió, complacida. Parecía feliz de estar practicando su inglés.

Hablaron un poco más, y la muchacha le habló de algunas leyendas que, aunque interesantes, no le aportaron ninguna pista a Nia. Posteriormente, la joven egipcia se ofreció a ir con ella para traducir lo que quería preguntar a las personas del pueblo.

Tras varios intentos, Nia comprobó que aquella chiquilla no parecía ser bien recibida por algunos de los lugareños. Se habían mostrado más amables al hablar con una inglesa que con la propia mujer que residía en el pueblo. Sin embargo, había otras personas que parecían ser completamente indiferentes a Shani, y les mostraron lo que sabían. Entre otras cosas, Nia pudo escuchar una leyenda o profecía que podía serle de ayuda. Se la contó un anciano que estaba sentado a las afueras de su casa, viendo pasar a la gente. Por la traducción de Shani, las palabras del hombre decían algo así:

En las oscuras noches, la luna se esconde

Tras el manto de las sombras, los hombres duermen

La oscuridad se hace con ellos, cuando no hay estrellas para vigilar

Los fantasmas se los llevan, sin rastro que perseguir

Nia lo apuntó en un folio doblado que se había llevado, por si le fuera útil más adelante. Por alguna razón, aquello debía darle algún tipo de pista. Al menos, eso lo presentía.

Cerca del mediodía, Nia le agradeció a Shani por su ayuda y volvió al campamento. Tenía el folio con varias cosas apuntadas; leyendas y cuentos entre otras cosas, pero debía admitir que también le intrigaba la mujer que la había ayudado. Tenía un buen inglés y parecía ser de las pocas que lo habían estudiado en aquel pueblo, y a pesar de ello también parecía tener varios enemigos entre los lugareños. Le había parecido una muchacha tan amable y educada, que no se le habría ocurrido que podría ser rechazada por sus propios vecinos.

Una vez en su tienda, la inglesa repitió el mismo proceso que los días anteriores. Apuntó toda la información que había recopilado a lo largo de la mañana, escribiendo cualquier detalle para que no se le escapase nada, y tras darse por satisfecha, volvió a deambular por el campamento, a esperas de ver algo sospechoso. Pero aquella tarde tampoco ocurrió nada extraño, más allá de los cambios de turno que tenían los trabajadores de las pirámides, y que el campamento estaba más vacío de lo normal. Se notaba bastante que les habían aumentado la carga de trabajo, porque el bullicio que solía reinar entre las tiendas, no volvió en todo el día.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora