Capítulo 5

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Los días fueron pasando sin mayores resultados ni avances. Tampoco había más desapariciones, y el único herido que se había paseado por el campamento era un pobre trabajador que no había lidiado de la mejor manera con una de las maldiciones de la pirámide.

La rutina que la joven se había procurado, era hacer una ronda de patrulla por todo el campamento. Se pasaba los días dando vueltas, haciendo preguntas y hablando con todo el que pudiera sobre el tema, por si conseguía encontrar algo, por pequeño que fuera. Además, quería asegurarse que, si desaparecía alguien, no se llevaran la tienda antes de que ella pudiera investigarla a conciencia.

Para Nia, aquello era un infierno. El calor parecía estar mermándole toda capacidad deductiva, y la falta de información, de pruebas y de cooperación empezaba a pasarle factura. Llevaba casi dos semanas en aquel campamento y no pasaba nada de nada. De vez en cuando pasaba el tiempo con Bill, y debía admitir que eso hacía más amenos los días. Ambos se distraían mutuamente de sus respectivas cargas de trabajo, y eran un apoyo adicional el uno para el otro.

Entonces Nia se percató una mañana del aparcamiento y los coches que estaban al principio del campamento. Lo había pasado completamente por alto, pensando que los muggles que vivían allí no podrían darle ninguna información relevante. Sin embargo, ¿estaría pasando lo mismo en el pueblo? No perdía nada por intentar conseguir algo más de información, pero lo mejor sería que se preparase para al menos, mejorar su árabe, que era bastante tosco.

Antes de cada viaje, la joven solía informarse sobre los lugares que visitaba. Si bien tenía mucha facilidad para moverse por algunos países donde el inglés predominaba, también perdía mucho tiempo y energía en intentar entenderse en su idioma nativo con otros magos, o incluso muggles. Por eso mismo le gustaba aprender datos sobre los países que visitaba e intentaba aprender algo del lenguaje. En ese caso, sólo había tenido un mes para preparar su árabe, así que lo mucho que podía preguntar era si hablaban inglés y tener conversaciones muy simples. Tampoco entendía bien las letras, y aunque leer se le daba mejor que escribir, le intimidaba un poco enfrentarse a carteles o a documentos escritos en árabe. Así que, por mera precaución, decidió que aquel día iba a dedicarlo a repasar el idioma.

Ya entrada la tarde, Bill apartó la cortina para entrar con toda naturalidad en la tienda de Nia, que estaba sentada en su escritorio intentando repasar los apuntes que tenía de árabe. Intrigado, Bill se inclinó hacia ella, apoyando las manos en sus hombros y leyendo lo que ella tenía escrito.

-Esto y esto está mal. – Apuntó, señalando a un par de palabras.

-¿Sabes árabe?

Nia se giró para ver al muchacho, que se había apartado un poco al notar su movimiento.

-Llevo aprendiendo árabe desde... no sé, un par de años supongo. Intento practicar de vez en cuando con los lugareños.

-¿Podrías acompañarme mañana al pueblo y ser mi intérprete?

-¿Y por qué quieres ir mañana justamente?

-Quería investigar un poco, por si alguien de allí sabía algo.

-Tengo malas noticias entonces. No tendré tiempo libre en unos cuantos días. Justamente he venido para decírtelo. – Bill se tiró encima de la cama y la miró desde allí. Tenía un aspecto cansado.

-¿Tendrás mucho trabajo?

-Seguramente. Hay una maldición que ha estado hiriendo a algunos compañeros y nos han dicho que tenemos que terminar con ella esta semana. No sé quién hace esos planes, pero espero cobrar por las horas extra.

La joven volvió a mirar sus apuntes y frunció el ceño. Suponía que no podría conseguir mucha información a no ser que encontrase a alguien que hablase árabe e inglés y pudiera traducir lo que ella quería decir.

-¿Cuándo tendrás tiempo libre entonces?

- La semana que viene, probablemente.

Nia soltó un suspiro y continuó revisando más papeles, intentando aprenderse varias palabras. Las iba murmurando en voz baja para intentar practicar la pronunciación, y no quería alzar la voz porque le daba bastante vergüenza que su amigo la escuchase.

Habrían pasado un par de horas cuando Nia se levantó de su escritorio y se estiró. Al mirar a su alrededor, encontró que Bill se había quedado dormido en su propia cama. Se acercó para despertarle, pero se sorprendió a sí misma admirando sus facciones mientras dormía. Parecía bastante relajado, y le daba algo de pena perturbar su sueño. Pero ella también quería dormir, y no iba a permitir que aquel pelirrojo le robase su cómodo colchón.

-Bill.

No hubo respuesta.

-¡Bill!

El joven se movió hacia un lado, profiriendo algo parecido a un gruñido. Así que Nia empezó a darle toquecitos en la mejilla, pero sólo consiguió despertarle cuando le zarandeó de los hombros.

-¿Qué pasa? ¿Nia? – murmuró entre alarmado y aún medio dormido. - ¿Por qué estás en la madriguera? ¿Mamá te ha vuelto a invitar sin avisarme?

Nia no pudo evitar echarse a reír al oírle con semejante voz. Arrastraba las palabras con lentitud, como si se le trabara la lengua, y se cubría los ojos con el brazo porque la luz de la tienda parecía molestarle. Aunque no estaba demasiado iluminada, había varias lámparas aquí y allá para que Nia pudiera ver en el interior.

-Despierta, Bill. Necesito que vuelvas a tu tienda y me dejes dormir en mi propia cama.

-Agh... - el joven se pasó una mano por la cara, intentando espabilarse de alguna forma. - ¿Cuánto tiempo he dormido?

-Un par de horas, supongo.

-¿Qué? ¿Y por qué no me has despertado antes?

-Estaba estudiando, y como estabas tan callado sin molestar, no me he fijado en la hora que era. – contestó Nia en tono burlón.

-Agh... Odio que tu cama sea tan cómoda ¿me oyes? – refunfuñó mientras se ponía de pie.

Tras despedirse, Nia por fin tuvo su tienda para ella sola. Al fin y al cabo, al día siguiente se iría de aventura a un pueblo desconocido, con personas desconocidas, y no sabía si podrían hablar el mismo idioma que ella. Le habría gustado encontrar a alguien, pero no se le daba demasiado bien hacer amigos, y aún continuaba sin fiarse de los hombres de la excavación como para dedicarse a pedirles favores. 

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyOnde histórias criam vida. Descubra agora