Capítulo 39

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-¿Y no podías haber esperado? –Bill caminaba de un lado a otro de la tienda, con la recriminación y el dolor tiñendo su voz. Había comenzado a dibujar círculos con sus pies, mientras discutían una vez más. Nia, sentada en su cama, intentaba mantenerse serena.

-No. Tenía que intentarlo.

-Ya ves para lo que te ha servido.

Nia apretó los puños y miró hacia otro lado. No quería seguir discutiendo el porqué de sus acciones, y estaba cansada de tener que darle explicaciones a todo el mundo. Ninguno de ellos parecía querer entender la urgencia de la joven por rescatar a aquellas criaturas.

-Nia, lo único que te estoy pidiendo es que confíes en nosotros. Que confíes en mí, y que no te lances tú sola a intentar arreglarlo todo.

-No podía esperarte, Bill. Seguro que te lo has pasado genial en el mundial, pero... Esos animales están mal. Heridos, mutilados. Si los hubieras visto...

-Lo que yo he visto no sé si ha sido peor o mejor, la verdad... -murmuró el pelirrojo, sumiéndose de repente en sus propios pensamientos y recuerdos.

-¿Qué quieres decir?

Bill le dejó sobre su regazo un periódico de Inglaterra, que Nia comenzó a ojear lentamente. Su ceño se fruncía a cada palabra impresa que leía.

-El Profeta... Terror en el Mundial de Quidditch... Bill, ¿qué es esto?

-Un artículo de Rita Skeeter, claro.

-Ya, puedo notar la prensa sensacionalista en cada palabra. Pero ¿no es una exageración?

-Algunas cosas sí, otras... no. La Marca Tenebrosa volvió al cielo, Nia. No sé qué está ocurriendo en Inglaterra, pero...

-¿Cuándo vuelves?

-¿Qué?

-Vas a volver a Inglaterra, ¿no?. Puedo ver tu preocupación por toda tu cara.

-Yo... No lo sé, Nia. Tengo muchas cosas en la cabeza ahora mismo. Y aún tenemos que rescatar a esos animales de la cueva que has descubierto. –Una tímida sonrisa se dibujó en los labios del chico.

-Entonces... ¿me apoyas en esto?

-Claro que te apoyo, Nia. Lo único que quiero, y puedo atreverme a decir que Jawara y Shani también, es que hagamos esto juntos. Lo único que te pido es que... No nos dejes atrás ¿vale? Estamos aquí para ayudarte.

Unas horas más tarde, Nia se había levantado de su cama y caminaba de un lado a otro, haciendo movimientos lentos y asegurándose de que su cuerpo respondía bien al movimiento. Sus heridas parecían haberse curado gracias al cuidado de Shani y su magia, y pronto se encontró moviéndose con la rapidez y la agilidad que había entrenado durante bastante tiempo.

Durante aquellas horas, Jawara había ido a verla también. Habían hablado de varios temas, cosa extraña en el hombre que era parco de palabras, pero le había informado a Nia sobre el interrogatorio que Myers le estaba haciendo a los atacantes; no servía de absolutamente nada. No sabía quiénes eran, pero parecían temerle mucho más a otra cosa que a todo lo que Myers pudiera hacerles. Nia se había mostrado pensativa y reflexiva, e intentó enlazar la conversación que había tenido con el hombre que la había herido de aquella manera con lo que le decía su amigo.

"Ahora le tenemos a él". Era una frase que sabía que estaba dirigida especialmente a ella, y que Nia se suponía que tenía que saber a quién se refería. Pero su mente estaba completamente en blanco. Iban a lanzarse contra una amenaza que no sabía si sería mejor o peor que el enfrentamiento que había tenido antes. Si no se hubiera desconcentrado, podría haber ganado el duelo, pero aquella silueta... Le hacía recordar sus años menos agradables en Hogwarts. Quizás esa era la clave, pero no estaría segura hasta enfrentarse contra lo que se escondiera en la cueva.

La noche cubría el desierto como una madre que abrazaba a su hija en un sueño. Cuatro figuras bajaron de un coche que quedó abandonado en el desierto, y un extraño viento transportaba los granos de arena y movía sus ropas con insistencia. Sin embargo, no parecían estar preocupados por buscar un refugio de forma inmediata. Con una paz exorbitante, los cuatro avanzaron por las dunas hasta llegar donde días antes Nia había sido derrotada. La duna se abrió de nuevo para ellos con una insultante facilidad, y desapareció el manto de arena que ocultaba la cueva.

Bill y Nia llevaban sus varitas preparadas en la mano, mientras que Jawara y Shani iban detrás de ellos, alerta y observando cada pequeño movimiento que captase su atención, asegurándose que no había nadie tras ellos. Lo más innecesario en aquellos momentos era que fueran víctimas de una emboscada. Una vez entraron, Shani volvió a crear la misma ilusión que habían deshecho al entrar, con un leve movimiento de sus manos. La arena volvió a ocultarles en mitad del desierto.

Bill miró a su alrededor, encontrándose con el salvajismo que Nia les había descrito. A pesar de sus advertencias, no pudo evitar notar la sensación de ardor en el estómago y de la bilis subiéndole por la garganta al entrar por sus fosas nasales aquel olor nauseabundo. Olía a muerte, pero pudo tragarse sus náuseas y mantener la compostura. Las antorchas oscilaban de un lado a otro en las paredes de la cueva, con una luz mucho más potente de la que darían normalmente. Era obvio que estaban hechizadas para poder iluminar más fácilmente la cueva.

Shani por su parte, evitaba mirar a las criaturas enjauladas. Había estado a punto de vomitar nada más entrar en la parte de la cueva que era más amplia, y sabía que probablemente lo haría si contemplaba a los animales. Por su parte, Jawara sí se atrevía a contemplar la crueldad que mostraban la luz de las antorchas. En las paredes, las sombras titilaban dibujando formas grotescas.

Nia esperaba que hubieran huido. Que no dejasen rastro de lo que hacían, que se hubieran evaporado como tanto tiempo antes. Habría sido lo que hacen los traficantes normales en aquellas situaciones. Si la conocían y sabían a qué se dedicaba, también deberían haber sabido que iba a dar la voz de alarma al Ministerio de Regulación. Era su deber, su trabajo, y lo primero que tiene que hacer cualquier ciudadano al darse cuenta de ello.

Pero al ver allí a las criaturas aún enjauladas, al volver a ver la cueva tal y como la había visitado días antes, supo que aquellos no eran traficantes comunes. Querían algo, y temía saber el qué.

En un rápido movimiento, Nia movió su varita casi imperceptiblemente para desviar un rayo de luz que había sido disparado contra ella deliberadamente. Bill, Shani y Jawara se pararon en seco, con los músculos completamente tensos y en guardia.

Delante de ellos aparecieron tres figuras. Nia reconoció al hombre con el que había mantenido un duelo, con aquella fea cicatriz cruzándole la cara. A otro no lo reconoció, no lo había visto nunca. Pero el hombre mayor, que estaba en medio de los otros dos y la miraba fijamente era...

-Bienvenidos a nuestra humilde morada. –La voz pesó dentro de la magizoologista como una enorme piedra. Era como si la hubieran atado y echado al mar para que se ahogase entre sus propios recuerdos. A su lado, Bill había fruncido el ceño, reconociendo el rostro de su enemigo.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now