Capítulo 12

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Un golpe seco despertó a Nia de sopetón. Aquella mañana apenas se sentía adormilada, pues algo la había despertado. Aguzó el oído, esperando oír algún otro ruido que le diera una pista. Casi ahogada, escuchó una voz que susurraba en voz baja. Un intruso.

La joven cogió la varita que siempre tenía cerca del cabecero de su cama, y descalza para hacer menos ruido, se adentró con cuidado hacia las escaleras que llevaban a su lugar de trabajo. El corazón le latía rápidamente. Intentaba controlar su respiración, casi sin éxito, y se reprendió mentalmente.

Con la varita en alto, esperando encontrarse algún tipo de amenaza, se preguntó cómo podrían haber ignorado los hechizos protectores que rodeaban a su tienda. Pero todas sus dudas se resolvieron al ver la escena.

Su amigo estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas una encima de otra, mientras la cría de kneazle se removía inquieta entre sus manos, e intentaba alcanzar a los mechones de pelo que caían de forma lisa sobre los hombros de Bill. La joven bajó la varita y dejó escapar un suspiro.

-Me habías asustado.

Una exclamación ahogada hizo que el kneazle mirase atentamente al humano que la había lanzado. El pelirrojo se giró lentamente para ver que era ella quien le había provocado semejante sobresalto.

-¿Yo te había asustado? –musitó Bill con un hilo de voz, mientras dejaba al kneazle en el suelo. Ella asintió con una sonrisa, a la vez que su amigo se ponía de pie.

-Parece que está bastante mejor.

-Sí... Perdona por haber entrado sin avisar. Quería ver cómo estaba.

Nia negó con la cabeza para restarle importancia y observó cómo la cría le olisqueaba los pies descalzos, para después frotarse contra su pierna. Parecía una criatura bastante amigable a pesar de haber sufrido un envenenamiento horas antes.

-Oye, sé que es algo que no quieres hacer, pero... Tenemos que volver al pueblo.

-Lo sé. –La mirada de la joven volvió a endurecerse y apretó los labios. –Dame un rato para prepararme, comer algo, y nos vamos.

Un par de horas más tarde, encontraron a Shani cerca de las afueras del pueblo, como si les estuviera esperando. Al ver el coche, se levantó rápidamente del suelo, y al ver que ellos se acercaban, dio varios pasos para acercarse ella también. Se le notaba bastante nerviosa, y no dejaba de jugar con sus propias manos.

-¿Cómo está?

Antes de que cualquiera de los magos pudiera hablar, ella soltó sus pensamientos de forma atropellada, con una pronunciación menos cuidada que los días anteriores. La mirada de Nia se ablandó un poco, se le notaba extremadamente preocupada.

-Está bien. Ya está despierto, pero todavía está débil para sacarlo con el calor. Está fuera de peligro.

Los hombros de Shani se relajaron, y sus ojos mostraron cómo el peso de su propia conciencia y sus pensamientos más destructivos se alejaban de su mirada y de su mente.

-¿Podrías enseñarnos dónde encontraste al... animal? –preguntó Bill con cuidado, mientras estudiaba las facciones de la mujer egipcia. Ella asintió y los condujo hacia su propia casa.

-Salí de aquí... -dijo, mientras miraba hacia su alrededor para hacer memoria y orientarse. –Y escuché ruidos en aquel lugar.

Los tres entraron a un callejón a apenas unos pasos de la casa de Shani, y Bill y Nia comenzaron a mirar a su alrededor. No era un lugar donde la luz llegase en mucha cantidad, y había varias cajas de cartón tiradas en la calle. A pesar de buscar cualquier cosa sospechosa a petición de Nia, ninguno encontró nada.

-Creía que podríamos encontrar a la serpiente al menos. –Admitió la joven inglesa, cuando Shani le preguntó por qué tenía tanto interés.

-Me sorprendió que no muriese. –Dijo de repente la egipcia. –Los gatos tan pequeños no suelen sobrevivir.

-Bueno, es que me lo diste muy rápido. Si hubiéramos esperado más, seguramente habría muerto.

-¿Entonces es cierto que trabajas con animales?

-Sí. Los estudio y cuido, para que los humanos no les hagan daño.

-¿Qué animal estudias en Egipto?

-Oh... Aquí sólo estoy ayudando en la excavación. –Contestó Nia, que notaba la mirada de advertencia de Bill e intercambió un imperceptible gesto para que no se preocupase.

Mientras salían del callejón, Shani se quedó un poco atrás. Bill aprovechó para acercarse a Nia y susurrar:

-¿Crees que deberíamos desmemorizarla?

- No. Sigue pensando que es un gato, y parece bastante segura. No hay peligro ninguno.

El pelirrojo asintió, pues él creía exactamente lo mismo. Detrás de ellos, Shani los observaba con una renovada curiosidad, de la que ninguno de los dos se dio cuenta.

Los tres pasaron el tiempo en el pueblo, contándole a Shani sobre lugares que ella sólo soñaba con visitar. Intentaron indagar un poco el por qué tenía prohibido salir del pueblo, pero ante las evasivas de la egipcia, Bill y Nia dejaron de preguntar para pasar a contestar preguntas de Shani, sobre los viajes, sobre qué se extendía más allá del desierto. Sobre todas las posibilidades que había tras aquel muro de casas. Veían su ilusión, simplemente encantada por escuchar historias sobre Inglaterra, una tierra que le parecía completamente contraria al lugar que la egipcia había conocido toda su vida.

Comenzaba a anochecer cuando Bill y Nia se disculparon para marcharse con la muchacha de ojos que brillaban como las estrellas, y que les había escuchado embelesada.

-Por cierto, hay un festival este fin de semana. Es el sábado por la noche. Quizás... quizás os gustaría. –Murmuró la muchacha, con bastante inseguridad. Tras haber oído lugares tan maravillosos ¿cómo iba a interesarle a aquellos viajeros un simple festival?

-Claro. Estaremos por aquí. –Asintió Bill con convicción y una enorme sonrisa, que la egipcia le devolvió encantada.

Los magos volvieron al campamento, mientras la luna brillaba en lo alto tímidamente. Alegremente, comentaron qué podían esperar del festival al que les acababan de invitar e intercambiaron opiniones sobre la mujer egipcia tan misteriosa con la que habían compartido aquel día. Con el paso de los minutos, acabaron incluso elaborando teorías, cada cual más alocada, sobre por qué Shani no podía salir del pueblo. Entre ellas, resonó en sus cabezas que en realidad era una princesa escondida por algún rey en aquel pueblo cerca de las pirámides. 

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now