Capítulo 15

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Nia daba leves golpecitos al volante mientras conducía, tarareando alguna melodía de la que se había acordado por ninguna razón en particular. Intentaba alejar sus propios pensamientos negativos, ya que las dudas y la inseguridad habían vuelto a acometer su cabeza durante aquellos días.

Tras el encontronazo que había tenido con Bill, esta sentía que su amigo la estaba evitando a toda costa. Había ido a hablar con el pelirrojo, y tras haberle perseguido en varias ocasiones en las que él acabó desapareciendo, Bill le había asegurado que no tenía ningún problema con ella. Simplemente tenía que recuperar varias horas, pues se había retrasado bastante con la maldición que quería terminar. Y así llevaban ya una semana y media sin apenas hablar entre ellos.

Ella quería confiar, y de verdad que lo intentaba, pero tenía miedo de haber cometido algún tipo de error con él. Sabía que Bill volvería cuando quisiera, o cuando se sintiese cómodo. Y para eso, ella tenía que sentirse cómoda consigo misma. El problema, era que no sabía cómo.

Durante aquella semana y media, Nia se había enfocado en sus investigaciones, en su rutina diaria de pasear por el campamento a la espera de ver al muchacho del festival, o bien de encontrar cualquier otra pista. Pero ahora para despejarse ya no podía distraerse con Bill, y por primera vez en los meses que llevaba allí, se estaba dando cuenta de todo lo que se había apoyado en él. Así que recurrió a otra persona que parecía encantada de tener compañía; Shani.

Las tardes que había pasado en el pueblo se le pasaban volando. Se quedaban hablando de millones de cosas, intercambiando expresiones, haciendo preguntas sobre sus respectivos idiomas, y comparando comportamientos culturales. Además, Shani le hablaba de dibujos que ella hacía, porque se había inventado sus propios mundos y paisajes para salir de allí; mientras que Nia los ilustraba con sus propias experiencias y resultaba una mayor fuente de inspiración para la muggle recluida en aquel pequeño lugar.

Nia había aprendido bastante de ella, incluso de las pequeñas expresiones que delataban lo que realmente le gustaba o disgustaba. A su vez, Shani estaba empezando a vislumbrar las sospechosas miradas que Nia les dirigía a aquellos que eran desagradables con la egipcia, y ambas habían reconocido las miradas nerviosas en la contraria, pues las dos parecían estar continuamente alerta a todo lo que las rodeaba. Ninguna de las jóvenes parecía sentirse segura en aquel pueblo. Pero la compañía amenizaba los pensamientos oscuros y los miedos que llevaban arrastrando durante años.

Aquella tarde, la inglesa volvió a buscar a su nueva amiga en la plaza del pueblo. Pero no la encontró. No había ni rastro de ella, y eso volvió a atenazar sus temores. Había aprendido que Shani no era impuntual y se tomaba muy en serio los horarios que tenía. Así que Nia le concedió diez minutos de cortesía. Pero la egipcia continuó sin dar señales de vida.

Así que comenzó a caminar por el pueblo, sin alejarse demasiado del lugar donde solían encontrarse. Investigaba una calle, y volvía a la plaza para intentar encontrar alguna otra vía que la llevase hasta Shani. Repitió ese proceso varias veces hasta que escuchó unos extraños susurros. No entendió casi nada de lo que decían porque hablaban en árabe.

Nia se acercó a la fuente del sonido para comprobar que varias personas del pueblo tenían acorralada a su amiga y frunció el ceño. Shani tenía la espacio de sobra para darse media vuelta y echar a correr, pues estaba de espaldas a la calle por la que había entrado Nia. Ninguno de los presentes pareció darse cuenta de la presencia de la extranjera, y continuaron lo que quisiera que estuvieran haciendo.

No hacía falta ver mucho más para comprender que la estaban amenazando, pues sus miradas profesaban una enorme masa de miedo y odio hacia la mujer. Antes de que Nia pudiera dar otro paso más para preguntar qué estaba ocurriendo, un hombre empujó a Shani violentamente, y ella cayó al suelo. Otros dieron varios pasos y se abalanzaron sobre ella, y entonces la inglesa comprobó cuál era el verdadero secreto de la egipcia. Con un murmullo, ella dijo algo en árabe, y una serpiente se materializó delante de ella, protegiéndola. Sus agresores se pararon en seco, y Nia chasqueó la lengua. Aquella situación podía ser bastante problemática.

Se acercó corriendo a Shani, quien la miró sorprendida, pero estaba demasiado bloqueada como para decir nada y se dejó ayudar. Una vez en pie, Nia la cogió del brazo y comenzaron a correr por las calles, pues el mismo hombre que había empujado a la egipcia había gritado algo en árabe y ya las estaban persiguiendo, mientras otros se habían quedado rezagados para ocuparse de la serpiente que había invocado Shani.

Continuaron sorteando callejones hasta que la egipcia tiró urgentemente del brazo de Nia e hizo que girasen en una esquina. Continuaron corriendo hasta lo que la inglesa reconoció como la casa de Shani, y tras abrir y cerrar la puerta violentamente, Nia sacó su varita, que siempre mantenía cerca y escondida entre su ropa y murmuró "Fermaportus" apuntando a la entrada de la casa.

Una vez dentro, Shani la miraba anonadada, a ella y a su varita. Por su parte, Nia miró a su alrededor. Era un hogar con muy pocos objetos, y apenas había una cama y una pequeña cocina.

-Así que eres una bruja. –Nia rompió el silencio tras unos segundos, y escrutó el rostro de la egipcia por si se le ocurría mentirle. Shani jugueteó con las mangas de su ropa y miró hacia el suelo, evitando la mirada de la inglesa.

Tímidamente, la egipcia asintió lentamente. Nia soltó un pesado suspiro. ¿Qué iba a hacer ahora con aquellos muggles? Lo mejor sería desmemorizarlos. Aunque ahora mismo lo único que quería eran respuestas. Antes de formular cualquier pregunta, Shani comenzó a hablar.

-Ellos me persiguen cuando hago magia. Intento no hacerla, pero cuando me asusto no puedo evitarlo.

Nia la miró estupefacta. Por unos momentos, creyó estar hablando con una niña pequeña, que estaba completamente asustada porque nadie le había enseñado a usar sus poderes.

-¿Has estudiado en Uagadou?

Shani negó levemente con la cabeza, moviéndola de un lado a otro.

-Los mensajeros del sueño me llamaron, pero nunca pude ir.

Nia dejó caer parte del peso de su espalda contra una de las paredes y soltó todo el aire que tenía en los pulmones. Parecía que allí los problemas no hacían más que ir aumentando. Ya tenía suficiente con no saber nada de las desapariciones, y ahora se encuentra a una maga que es aterrorizada por sus propios vecinos muggles. 

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin