Capítulo 9

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Toda la tienda daba vueltas a su alrededor. Veía figuras borrosas, como si estuviera rodeada de sombras que se movían y ondulaban sobre sí mismas. Percibía sus propias manos como si no fueran suyas, y estas intentaban apartar a los intrusos que la rodeaban en su propia habitación.

Caminó un par de pasos, intentando atrapar a las sombras que parecían moverse y reírse a su alrededor. Oía sus risas. Las oía como si todas les estuvieran susurrando al lado de sus oídos, pero cuando volvía la cabeza, aquellos seres estaban demasiado lejanos. Continuaba extendiendo las manos, que cada vez se volvieron menos nítidas. Se sentía como si todo aquello fuera una pesadilla, y de alguna forma no podía decir qué era real y qué no. Su cuerpo se sentía pesado, le dolía mucho la cabeza y ahora los muebles de la habitación parecían desvanecerse.

Entonces, todo se alzó en el aire y se volvió oscuro.

Bill había terminado de almorzar y estaba pensando cómo podría pasar su primera tarde libre desde hacía semanas, mientras caminaba con las manos en los bolsillos hacia la tienda de su amiga. Se alegraba mucho de tenerla ahora entre sus compañeros, y no se había dado cuenta de lo mucho que la había echado en falta desde que dejó Hogwarts. A pesar de sus múltiples intentos de enviarle alguna que otra carta, por su propio filtro de perfeccionista sólo le había podido enviar unas pocas. "Es natural que hablase más con Charlie. A ese idiota no le preocupa nada..." pensó para sí mismo, recordando a su hermano. Alguna que otra vez se había sorprendido a sí mismo algo receloso de todas las cosas en común que tenían su hermano y su amiga. Quizás porque él también quería entender la pasión que tanto les unía.

Pero todos sus pensamientos desaparecieron cuando entró en la tienda y se encontró a Nia tirada boca abajo en el suelo, inconsciente. Se precipitó hacia ella, intentando encontrarle el pulso. La Demiguise se había vuelto a hacer visible una vez que entendió que Bill no era una amenaza, y el escarbato empujaba la mano de Nia esperando que ella reaccionase. Una vez comprobó que la joven continuaba con vida, la movió lentamente para darle la vuelta y asegurarse de que no tenía heridas. Una vez comprobó que no había herida visible, la sujetó entre sus brazos mientras la miraba con preocupación.

-Nia. –La llamó suavemente, como días antes ella le había llamado a él cuando se quedó dormido.

Ella sólo murmuró algunas palabras ininteligibles y movió la cabeza, provocando que cayera hacia un lado, cerca del pecho de Bill. El joven la levantó, con un brazo allí donde se doblaban las rodillas de la joven, mientras el otro hacía de apoyo para el cuello y sujetaba su torso superior. Asegurándose de no perder el equilibrio, dio unos pasos hacia la cama, mientras los dos pequeños compañeros de viaje de la joven la miraban, seguramente preocupados, y se acercaban a los bordes de la cama donde el pelirrojo estaba dejando dulcemente el cuerpo de la muchacha. Una vez retiró los brazos, la demiguise y el escarbato se acurrucaron junto a ella, mientras Bill acercaba la silla del escritorio hasta el borde la cama y se quedaba velando por su amiga y compañera.

Ya entrada la noche, Nia volvió en sí misma. Esta vez, su tienda parecía bastante más nítida y con todos los muebles colocados en su sitio. La tenue luz de las lámparas iluminaba el interior, y notó el calor que desprendían el escarbato y la demiguise, que estaban pegados a su cuerpo. Pero lo que más la sorprendió fue encontrarse al mayor de los hermanos Weasley, dormido con la cabeza apoyada entre los brazos. Nia sonrió de forma inconsciente. Se alegraba al estar de vuelta. Lo último que recordaba eran esas malditas alucinaciones que había tenido durante horas y apenas la habían dejado trabajar. Trabajar. Claro, eso era lo que había olvidado. Con mucho cuidado, intentó incorporarse y apartar a la demiguise de su lado, pero el escarbato se despertó y comenzó a hacer ruiditos complacidos al verla sana y salva.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now