Capítulo 21

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Nia intentaba llegar a la altura de los enormes pasos de Jawara, pero estos eran incluso más grandes que las zancadas de Bill, y la inglesa se encontraba trotando detrás del imponente hombre.

Entonces, entre el laberinto de infinitas tiendas idénticas, Jawara se paró en seco delante de otra estancia que no presentaba nada de particular. La inglesa tuvo que hacer un enorme esfuerzo para frenar su propio ritmo agitado de pasos, y consiguió no chocarse contra la enorme y ancha espalda de su nuevo compañero. Él miró hacia atrás, como si estuviera comprobando que ella continuaba ahí.

-Es aquí.

Nia asintió, apretando levemente el bolsillo del pantalón donde tenía escondida su varita. No sabía lo que podían encontrarse, y aunque en el camino hasta allí Jawara le había dicho que le había visto salir de la tienda pero no entrar, no podía descartar la opción de que fuera una trampa.

Ambos entraron en la estancia, que parecía extrañamente familiar. La disposición del interior era prácticamente impersonal. Nada de objetos que pudieran representar algún enlace emocional con quien vivía en esa tienda, sin decoraciones, sin nada. Sólo existían los muebles, que aportaban las comodidades estrictamente necesarias como el aseo, una cama, un escritorio y una silla. Todo estaba impoluto, como si no se hubiera usado absolutamente nada del interior.

Nia lamentó no haber llevado al escarbato con ella, pero se había emocionado tanto que había salido sin esperar ni un segundo más tras Jawara. Se dedicó a inspeccionar la estancia, aunque a primera vista no encontrase nada que le llamase la atención. Decidió mirar con avidez, con la poca esperanza de encontrar lo que fuera que le llevase hasta el desconocido del festival. Era su única pista.

-¿Estás seguro de que era él?

-Tal y como lo describiste, sí. Eso creo.

Fueron las únicas palabras que intercambiaron en toda la tarde, mientras cada uno registraba un rincón diferente de la tienda. Sin siquiera haberse puesto de acuerdo, miraban y repasaban cada pequeño detalle que encontraban, incluso si el otro lo había hecho anteriormente. Dos cabezas pensaban mejor que una, al fin y al cabo, y no podían permitirse errores u olvidarse de algo que les pudiera dar la ubicación o la identidad del misterioso hombre al que querían encontrar. A Nia no se le pasó por alto que Jawara no había sacado su varita en todo el proceso.

A medida que pasaban las horas, los ánimos parecían decaer para los dos. Cuando Nia se volvió hacia la entrada para decirle a Jawara de que deberían dejarlo por aquel día y que ya le pedirían información al supervisor mañana, se encontró con el pleno vacío. El hombre no estaba. Comprobó con una rápida mirada que no se había metido en el baño, y tras eso, salió corriendo de la tienda.

No entendía qué estaba ocurriendo, y lo primero que se le pasó por la cabeza era que Jawara le había avisado de que se iba, pero ella había estado tan absorta en sus cosas no le habría dado importancia y le habría ignorado. Pero por mucho que intentase hacer memoria, no conseguía ubicar algún momento en el que alguna palabra hubiera llegado a sus oídos.

El campamento parecía estar demasiado tranquilo. Todo el ruido se concentraba en la enorme carpa más lejana a ellos, allí donde cenaban los trabajadores y se reunían para hacer vida social. Gracias a eso, a Nia le resultó más fácil encontrar a la única figura que parecía ir dando tumbos de un lado a otro por las hileras de tiendas.

A la inglesa cada vez se le hacía más complicado seguirle. El sol continuaba ocultándose lentamente, dejándole apenas luz para perseguir a su extraño y misterioso amigo. Cada vez más lejos, a Nia le dio la impresión de que Jawara parecía cada vez más pequeño, pero no estaba segura de que fuera por la distancia, pues intentaba mantenerlo siempre en su campo de visión.

Nia continuaba rememorando cada detalle, cada pista, cada pizca de información que podía recordar sobre Jawara. Quizás así podía adelantarse a sus movimientos y saber hacia dónde se dirigía con tanta urgencia, pues parecía como mínimo, encontrarse mal. Aunque en aquel momento apenas podía ver su espalda, por su persecución había vislumbrado que se estaba agarrando la cabeza como si quisiera ocultar su rostro, o quizás hacer que un incesante dolor de cabeza parase. Sus pasos, en vez de ser seguros y rápidos, perdían fuerza a cada metro que avanzaba y a Nia le daba la impresión de que arrastraba los pies, como si su cuerpo o su alma se estuvieran resquebrajando lentamente.

A pesar de intentar continuamente adivinar sus movimientos o su ruta, Jawara cada vez la sorprendía cuando giraba o tomaba cualquier otro camino. A Nia comenzaba a faltarle el aliento, y no parecía haber nadie por aquella zona del campamento. Más que miedo, Nia estaba preocupada. Jawara siempre se había mostrado como alguien amable y dispuesto a ayudar, además de alegre. No sabía qué era lo que le estaba haciendo huir de aquella manera, pero quería averiguarlo y saber si aquel hombre estaba fuera de peligro al menos.

En algún momento, Jawara se escabulló entre el hueco entre dos tiendas y a Nia le sorprendió, pues siempre había creído que el hombre era demasiado grande como para caber por allí. Con un último esfuerzo, corrió los metros que le separaban del lugar por donde había desaparecido y miró entre las tiendas, quedándose bastante impresionada por lo que estaba viendo.

Aquella persona que estaba ahora en frente suya,tirada en el suelo y mirándose sus propias manos temblorosas, apenas compartíarasgos con Jawara.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora