Capítulo 35

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Bajo un sol abrasador y con las plantas de los pies tocando la arena, Shani inspiró profundamente. Tenía los ojos cerrados y la mano extendida en el aire, con la palma hacia abajo. Al expirar el aire que guardaba en su interior, abrió los ojos y murmuró "arriba".

El trozo de madera extendido sobre el suelo se alzó en un rápido movimiento, y Shani logró atraparlo una vez más en la mano que había alargado. Con una enorme sonrisa sintió su triunfo, pero todavía le quedaba algo más. A su espalda, Jawara estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas al comienzo del desierto ficticio que se había creado entre las lonas. Supervisaba la lección que llevaba enseñándole a Shani durante días, pero en aquel momento era la joven quien tenía que apañárselas sola.

A la izquierda de Jawara, un ave se removió levemente en uno de los soportes que Nia había preparado. Se trataba del fénix, que se recuperaba lentamente de una grave herida que había sufrido. Jawara desvió la mirada hacia el ave, que parecía tener un especial interés en lo que la egipcia estaba haciendo. El hombre recordó que Nia le había dicho que aún estaba muy débil como para usar sus lágrimas curativas, posiblemente debido a un trauma. Pero a Jawara seguía fascinándole aquella criatura. A pesar de ser autóctona de Egipto, era la primera vez que veía a uno tan de cerca. Además, cada día que pasaba, parecía recuperar más fuerzas. Nia le comentó que era la primera vez que veía a una criatura recuperarse tan rápido.

Mientras tanto, Shani se había colocado la escoba entre las piernas y se aferraba a ella con fuerza. Recordando los consejos de Jawara, intentó relajar un poco el cuerpo para guiar más claramente a la escoba, y dio una patada en el suelo que levantó algo de polvo. La escoba se elevó en el aire, soportando el peso de la joven, que contemplaba cómo el suelo se alejaba poco a poco. Con una leve inclinación, la escoba se giró suavemente hasta dar media vuelta y quedarse de frente a Jawara, que asintió como gesto de aprobación.

Más allá de las escaleras, en lo que era la habitación de la magizoologista, Bill y Nia pasaban algo de tiempo juntos.

-Oye, Nia... -Bill apretó sus propias manos, entrelazada la una con la otra encima de sus rodillas. No se atrevía a levantar la mirada, aunque sabía que la joven estaba preparando una nueva medicina para el fénix en su mesa de trabajo. Él, sentado en la cama, seguía mirando al suelo. –Yo, em... -El pelirrojo dejó escapar un suspiro, en un intento de relajar toda la tensión que se acumulaba en su cuerpo.

Nia dejó de trabajar en el mejunje que estaba mezclando y se giró para mirar a Bill. Alzó una ceja, extrañada por su comportamiento. Era cierto que llevaba unos días raros, y aunque ella había intentado preguntarle, Bill había vuelto a decirle que no pasaba nada. La joven había decidido darle su espacio para contarle lo que le ocurriera cuando quisiera. Suponía que el momento era aquel.

-Nia, yo... eh... –El pelirrojo comenzó a jugar con sus manos, nervioso. – No tienes que contestar todavía a esto que voy a decirte, tienes el tiempo que estaré en el mundial de Quidditch para darme una respuesta ¿vale?

Bill se atrevió a mirar a Nia, quien le devolvía una mirada cuanto menos extraña. La muchacha no entendía nada de lo que estaba hablando.

-Nia... Cásate conmigo.

-No. – Ella se giró instantáneamente, sin darle tiempo al joven de ver la reacción de sus facciones. Continuó mezclando la medicina en la que estaba trabajando y Bill volvió a bajar la cabeza, avergonzado. Había supuesto que esa iba a ser la respuesta, pero había esperado que ella se lo pensara al menos dos veces. El silencio se instauró en la tienda, pero el traqueteo de los ingredientes que mezclaba la chica eran cada vez más sonoros e intensos. Hasta que el ruido se paró en seco.

-¿Qué querías conseguir con eso, Bill? –Nia se giró, y el pelirrojo vio la furia que emanaba de sus pupilas. La magizoologista estaba extremadamente enfadada.

-Sólo... creo que sería una buena idea, supongo.

-Ah, ya, claro. Una maravillosa idea. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Irnos a vivir juntos a una casita en mitad de alguna ciudad y dedicarnos a estar ahí el resto de nuestras vidas? ¿Tener hijos y dedicarme a criarlos?

-Bueno... podríamos tener una vida más tranquila. Vivir juntos no me parece una mala idea.

-Pues a mí sí. No quiero estar encerrada entre cuatro paredes, rodeada de bebés que no me dejan dormir. No quiero irme a vivir a una ciudad cualquiera, y mucho menos quiero ser "la mujer de Weasley".

-Eso duele ¿sabes?

-Agh, ¡sabes a lo que me refiero! ¿Qué quieres, que me convierta en un florero? ¿Y para qué? Oh, mírame, soy la señora de Bill Weasley, que no ha hecho absolutamente nada con su carrera desde que se casó. Y también lo ha dejado todo para criar a sus hijos. Oh, genial, sí, una idea espectacular.

-Nia, eso no tiene que ser tu futuro si no quieres... No todos los matrimonios son así ¿sabes? –Bill se levantó y alzó la mano para intentar alcanzar el brazo de Nia, pero ella se apartó.

-¡Pero es para lo que se crearon! Bill, ese es tu futuro, no el mío. Te quiero, y me encantaría seguir contigo, pero no puedes pedirme que me ahogue en todo lo que no creo. Lo que más me duele, es que sigues intentando convencerme de algo que no va a cambiar, y siento que llevas presionándome desde el verano pasado. Yo quiero estar ahí fuera, viajando por el mundo y ayudando a las criaturas. No voy a quedarme quieta en un sitio, y creía que eso ya lo sabías.

-Nia, espera. –Bill apenas se movió esta vez, dado que Nia estaba cada vez más lejos de él. Ella continuaba retrocediendo paso a paso, y el pelirrojo sabía que iba a marcharse. – Te quiero, y simplemente creo que quiero estar contigo todo lo que me queda. Sería como... hacer formal el buen equipo que hacemos ¿sabes?

-Pues si quieres estar conmigo toda la vida, sólo tienes que estar. Sabías que este era mi límite, y lo has cruzado. –Nia fue alzando poco a poco la voz, sin darse cuenta. Con un profundo desdén, pronunció las últimas palabras. - Si necesitas un estúpido papel que me amarre a ti, buena suerte buscándolo en el mundial. –Y sin más, Nia desapareció de la tienda, dejando a un entristecido Bill, que soltó el peso de su alma expulsando el aire que le quedaba en los pulmones. Ya sabía que iba a ser una mala idea antes de hablar con ella, pero no esperaba que Nia reaccionase así. Aunque si era sincero consigo mismo, tampoco sabía exactamente qué era lo que estaba esperando. 

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now