Capítulo 30

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Por primera vez en toda su estancia, Thomas Myers sonrió delante de Nia. Una vez más, había ido ella sola para relatar los sucesos que se habían dado la noche anterior. Aunque Nia aún no tenía buen aspecto, una pequeña parte de sus fuerzas habían vuelto gracias al sueño y algo de comida que le había llevado Jawara a su tienda.

-Bien hecho, Edevane. Me alegra que hayas salido ilesa. Se lo comunicaré a Gringotts tan pronto como pueda. Con un poco de suerte, quizás te lleves dinero extra.

-Gracias.

Myers frunció el ceño. A pesar del cansancio acumulado, el hombre había esperado alguna mínima reacción por parte de la mujer. Pero ella sólo había pronunciado aquellas palabras y se había quedado igual de impasible que cuando había entrado por la puerta.

-¿Qué es lo que te preocupa? – Thomas se inclinó hacia adelante y apoyó los codos sobre su mesa, que estaba notablemente más limpia de papeles que de costumbre.

-Hay algo que aún quiero investigar.

-Lo único que puedo ofrecerte es un pase a la excavación de una semana, como visita de Weasley quizás. Pero sin contrato o sin pase, no puedo mantenerte ni a ti ni a... tu ayudante. –El hombre alzó una ceja, expectante, pero Nia no se inmutó.

-Necesito más tiempo, Myers. No creo que el lethifold sea lo único que amenace a la excavación.

-Si no hay pruebas, no puedo concederte más estancia que esa.

Nia apretó los puños, frustrada. Necesitaba quedarse. Necesitaba estudiar al lethifold para determinar su mutación y tenía que saber qué era a lo que se refería su madre en su carta. Además, todavía seguía sin encontrar al hombre del festival. Myers la sacó de su ensimismamiento cuando soltó un pesado suspiro y se puso en pie.

-Nia, ¿verdad? Mira... Lo único que puedo ofrecerte es un contrato no muy agradable. Hay ciertas criaturas en las pirámides. Y tu trabajo consistiría en asesorar a mis hombres sobre ellas.

-¿Por qué dice que no es agradable?

-Es un trabajo para el que tendrás que tratar con cadáveres, ya sean de humanos o de criaturas.

-¿Es la única opción?

-Si quieres quedarte más de una semana, sí.

-Acepto.

-Tendré listo el contrato para mañana. Aún puedes cambiar de idea, así que piénsatelo.

Nia salió de la tienda. A pesar de su cansancio, sabía que la lucha aún no había terminado.

Al volver a su tienda, encontró a Bill dentro. Por alguna razón, había pétalos de diferentes flores cayendo desde lo alto, lo que hacía que fuera un espectáculo muy colorido. Las luces de su tienda brillaban con más intensidad, sin permitir que la oscuridad penetrase en el interior. Bill la miraba con una enorme sonrisa, y por puro acto reflejo, Nia sonrió también. Sin decir una sola palabra, la joven se acercó a él y le besó dulcemente, beso que acabó en un abrazo cuando Bill la rodeó con sus brazos. Ella hizo lo propio, pasando sus propias manos alrededor del cuello ajeno, y se dejó levantar como si fuera una pluma. Tras darle apenas una vuelta en el aire y casi tirar todo lo que había encima del escritorio de Nia por el viento que habían provocado con el movimiento, los pies de la muchacha volvieron a tocar el suelo. Separaron sus cabezas únicamente para mirarse a los ojos y sonreír como los jóvenes enamorados que eran, mientras los pétalos de flores llenaban sus respectivas cabelleras de colores.

-¿Te asusté? –preguntó Nia, mientras Bill apoyaba su frente en la contraria y cerraba los ojos, todavía con la sonrisa adornando sus labios.

-Mucho.

-¿No vas a pedirme que no vuelva a hacerlo?

-No ha sido la primera vez que he temido por la vida de alguien a quien quiero. Y de todas las personas que quiero, tú eres la que siempre acaba metida en algo, así que... Supongo que sólo es cuestión de volver a acostumbrarme.

-Gracias, Bill.

-¿Por qué?

-Por estar ahí cuando lo necesitaba.

-Siempre que pueda, lo estaré. Estaré a tu lado, Nia.

-Y yo al tuyo, Bill.

Ambos sonrieron y volvieron a fundirse en un beso, mientras estrechaban al otro más fuerte entre sus brazos. La simple idea de perderse el uno al otro les resultaba aterradora, y habían estado tantas veces a punto de hacerlo que el simple recuerdo parecía mortal.

-¿Vas a marcharte? –las palabras apenas fueron un susurro en el oído de Nia, cuando se volvieron a separar.

-No.

-¿Y cómo vas a quedarte?

-Hm... Estaba pensando en esconderme en tu tienda.

Bill se separó levemente de ella, sin dejar de rodearla con los brazos, y la miró fijamente con sorpresa.

-Tiene que haber otra manera. Puedo esconderte si es necesario, pero... no creo que sea la mejor forma. Podrías seguir aquí como mi invitada o...

Nia le puso un dedo sobre los labios, con una mirada divertida reflejada en sus ojos.

-Tengo un nuevo contrato, Bill.

-Ah. –Bill desvió la mirada, algo azorado por su propia ingenuidad. –Como lo habías dicho tan seria, pensé...

-No te haría eso nunca. Sé que tu trabajo es importante, y no voy a ponerlo en peligro sólo por querer seguir mi investigación.

-Gracias. –El pelirrojo dejó soltar el aire de sus pulmones, en un signo de alivio.

Ella sonrió y comenzó a apartar los pétalos que se quedaban enganchados en el pelo rojizo del joven. Por su parte, él se quedó observando maravillado la delicadeza y el cuidado con el que lo hacía, deslizando cada hoja a lo largo de su pelo para evitar que se enredase. La suavidad del contacto le hacía sentir a ambos en el lugar más seguro del planeta. Ninguno quería marcharse de Egipto. Ninguno quería que el trabajo de Nia allí se terminase. Pero ambos sabían con exactitud que en algún momento ella tendría que continuar su viaje. 

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now