Capítulo 27

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Aquella escoba le parecía de lo más normal. La joven egipcia se había pasado minutos mirándola, aunque ya debería haberse acostado hacía varias horas, pero estaba tan maravillada con la lechuza y su comportamiento, y le intrigaba tanto la escoba, que era incapaz de dejar que aquel día se terminara.

Nia le había explicado a grandes rasgos que los magos solían volar en las escobas, pero lo cierto era que Shani, a pesar de haber visto tantas cosas maravillosas, continuaba sin creérselo. ¿Cómo iba aquel trozo de madera soportar el peso de una persona? Además, ella la había llevado hasta su cabaña y la escoba no había volado. ¿Quizás había un hechizo para hacerla funcionar? Todavía continuaba sin comprenderlo, pero esperaba que al menos la escoba no empezase a volar mientras ella dormía. Para ser exactos, la razón por la que Shani no se había sumido en su sueño nocturno todavía, es porque aquel trozo de madera, que continuaba sin comprender, la intimidaba. Por su cabeza se habían pasado teorías extrañas de todos los tipos, en los que la mayoría ella no podría dormir tranquila.

Las luces de su pequeña casa parpadearon durante unos segundos. Shani se quedó inmóvil, sin comprender lo que estaba pasando. Tras apenas dos intervalos, las luces volvieron a encenderse y mantuvieron la estancia iluminada como de costumbre.

Algo cansada de sus miedos y teorías que no le aportaban nada, decidió que era momento de irse a dormir. Tras echarle de nuevo un vistazo a la escoba, para asegurarse de que no se había movido, dio unos cuantos pasos hacia su cama. Pero un nuevo sonido llamó su atención.

El kneazle, que había estado durmiendo sobre su colcha plácidamente, ahora se había levantado sobre sus patas, que parecían crecer más cada día, y su cuerpo estaba arqueado. Con sus orejas hacia atrás, la criatura bufaba de forma amenazante mientras miraba hacia la puerta fijamente. Desarmada como estaba, lo primero que se le ocurrió a la egipcia fue coger la escoba y salir de su casa. Si la escoba volaba, al menos podía lanzársela a lo que fuera el peligro, y que saliese despedido por los aires.

El kneazle la seguía, olisqueando el aire, aún con sus orejas hacia atrás y completamente alerta a todo lo que veía. Su visión en la oscuridad era bastante mejor que la de Shani, así que ella se fiaba del instinto de su pequeño compañero. Le siguió varios metros, hasta pasar el invernadero. Entonces un enorme resplandor se hizo visible más allá de las escaleras, y Shani sin dudarlo apenas, subió los escalones de dos en dos para ir en busca de su amiga.

La escena que encontró era algo para lo que no se sentía en absoluto preparada. Nia estaba en el suelo, apoyándose con un brazo en la cama y con el otro blandiendo su varita contra algo que la egipcia no sería capaz de explicar. Una especie de masa parecida al color del desierto, que ahora se desvanecía por la entrada. En mitad de la tienda, un pequeño animal que Shani no reconoció, andaba por el aire, dando vueltas en círculos. Nia estaba completamente despeinada, y sus ojos continuaban teniendo las enormes ojeras que llevaba teniendo desde hacía días. Sabía que no había dormido otra vez, pues continuaba teniendo puesta la ropa informal con la que trabajaba. Su respiración estaba agitada, y podía saberlo porque el aire que exhalaba de sus labios movía frenéticamente el pelo que le caía por la cara, tapándolo parcialmente.

Shani apenas pudo pronunciar sonido alguno, pues en rápidos movimientos, Nia cogió la escoba que estaba tirada en el suelo y salió de la tienda, blandiendo su varita con la mano libre. La egipcia se quedó paralizada, pues su cabeza no se sentía capaz de procesar todo lo que estaba ocurriendo. El miedo la atenazaba. No sabía qué había sido lo que la había atacado, pero un mal presentimiento había recorrido a Shani de arriba abajo desde que había visto el resplandor de luz desde el refugio. Ahora, no sabía tampoco qué podía hacer. Se sentía completamente perdida, y por alguna razón tenía la certeza de que su amiga no podía enfrentarse a lo que fuera aquello en esas condiciones. Simplemente algo dentro de su ser lo sabía.

Armándose de valor e ignorando el miedo que le decía que no debía arriesgarse, Shani salió de la tienda. El kneazle se quedó en ella, olfateando el aire mientras temblaba. La egipcia salió para contemplar de nuevo aquel campamento iluminado por la luz de la luna, le parecía que estaba exactamente igual que la primera vez que había llegado. Miró a su izquierda, y contempló la figura de Nia que se alzaba en el aire y se alejaba, cada vez más rápido.

Presa del pánico, Shani comenzó a deambular por el campamento, mirando de un lado a otro. Sabía que eso sólo le llevaría más problemas, pero seguía conservando la escoba por si alguien se le acercaba. Con un poco de suerte, Bill escucharía sus gritos si la atrapaban y podría ir a ayudar a Nia. Eso era lo único que le importaba en aquel momento.

Corriendo entre las tiendas lo rápido que sus piernas le permitían, una enorme figura salió de alguna esquina. Aquel hombre le pareció extremadamente imponente, pues se alzaba varias cabezas más de altura que ella. Sin embargo, lo miró como si estuviera rogándole con los ojos.

Aquel hombre sólo se había quedado mirándola extrañado, sin entender qué quería o qué le ocurría, ni porqué estaba deambulando con una escoba en la mano.

-Bill. Tengo que encontrar a Bill. Nia está en peligro. -Imploró la muchacha, agarrando ahora la escoba con ambas manos, sin saber si aquella persona iba a ayudarla o no.

Por toda respuesta, aquel enorme hombre asintió y la cogió de la muñeca con fuerza, guiándola, o más bien, arrastrándola por el campamento y sorteando las tiendas. Shani se sorprendió de que alguien pudiera siquiera orientarse en aquel lugar, donde todo parecía lo mismo.

Sin palabra o dilación alguna, el hombre apartó la cortina de la entrada de una tienda de un manotazo, y allí encontraron a Bill, quien estaba sentado en la cama mirando fijamente un trozo de papel que tenía en las manos. Su temblor era casi imperceptible. Al notar que habían irrumpido en su tienda, levantó la cabeza y cogió su varita. Debió haberse relajado al ver a Jawara, pero continuó en alerta pues iba con Shani, de quien se suponía que nadie debía saber nada. El hombre no dijo nada, simplemente soltó la muñeca de la egipcia y se quedó en la entrada, más rezagado. Shani se acercó a Bill con urgencia.

-Nia ha ido tras algo. No está bien, lleva días sin dormir.

Bill se levantó y cogió la escoba que Shani le había tendido.

-¿Hacia qué dirección se fue?

Shani intentó recordar la posición de la tienda o cómo explicarlo, pero no sabía cuántas vueltas habían dado. Estaba completamente desorientada.

-Hacia la izquierda de su tienda.

-Eso es el norte desde aquí. Levanta el vuelo porencima de las tiendas y sólo tienes que ir todo recto. –Anunció Jawara sinapenas pestañear. Bill asintió y salió a paso rápido, mientras Shani se quedabasorprendida por la buena orientación de aquel desconocido. Sólo esperaba que nose hubiera equivocado, pues algo le decía que, si Bill no llegaba a tiempo, eraposible que Nia muriese.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now