Capítulo 14

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Una vez que Nia consiguió encontrar toda la algarabía de personas que continuaban celebrando aquel festival, dejó salir todo el aire que había estado conteniendo calles atrás, cuando se creyó totalmente perdida y que jamás lograría volver.

Tras sortear a varias personas para adentrarse entre todas las luces y personas que bailaban y cantaban, consiguió vislumbrar aquellos a quienes estaba buscando. Sin embargo, no esperaba encontrarse con aquel contratiempo. Sus nuevas investigaciones tendrían que esperar, porque Shani miraba preocupada a su alrededor, llevando a cuestas a un Bill que parecía demasiado borracho para caminar recto y sólo se reía por todo lo que decía o veía.

-¡Nia! -exclamó Shani, cuando la inglesa se acercó a ellos. -Tu novio te estaba buscando.

-Ah, no somos novios. -Contestó ella con total tranquilidad mientras cogía el otro brazo de Bill y se lo echaba por encima del hombro para ayudar a la egipcia.

-Oh, perdona. Es que estaba hablando... raro, y sólo he entendido un par de palabras.

-¡Ahora se multiplican! -exclamó Bill de repente. Nia se dio cuenta de que apestaba a cerveza.

-Ayúdame a llevarlo hasta el coche, por favor.

Tras algo de esfuerzo, dejaron al hombre sentado en el asiento del copiloto del coche, que se había resistido a ponerse el cinturón y había intentado coger las manos de Nia, sin conseguir siquiera rozarlas.

-Gracias por ayudarme con él. No pensé que costaría tanto.

-No hay problema. -Shani se quedó en silencio unos segundos. -¿Cómo está...? ¿Cómo está el gato?

Nia la miró intentando ocultar su desconcierto. Entonces entendió que se refería al kneazle que le había dado para que lo cuidara unos días antes. Se sintió algo entristecida al darse cuenta de que Shani no podría verlo más veces. Al fin y al cabo, no podía dejar que una muggle entrase en el campamento. Quizás cuando el kneazle estuviera mejor, lo llevaría al pueblo para que la egipcia pudiera verlo. Aunque seguramente eso le acarrearía problemas a ella, pero quizás pudiera lograrlo.

-Bien, está mejorando lentamente. Ya come solo y está empezando a investigar más a fondo mi tienda.

-Eso está bien.

Shani parecía como si quisiera decir algo, pero no encontraba el valor para hacerlo. Nia la miró, como si estuviera animándola en silencio para que dijera lo que quisiera decir.

-Yo... Eh... ¿Tengo un favor que pedir? -parecía que no encontraba la expresión correcta. Nia asintió, en un intento de hacerle saber que había entendido lo que quería decir. - Podríais volver a visitar. Me gusta escuchar historias de otros lugares fuera de aquí. Me lo paso bien con vosotros.

-Claro. Vendremos a visitarte siempre que podamos. -Nia sonrió, complacida. Estaba segura de que Bill pensaba lo mismo que ella. –Nosotros también nos lo pasamos bien contigo. Y hoy ha sido una noche divertida.

Los ojos de la egipcia parecieron relucir, y la inglesa se preguntó si se le habían saltado las lágrimas por lo mucho que brillaban a la luz de las estrellas. Shani le agradeció sus palabras y después se despidió, dejando que la inglesa volviera al campamento.

Nia acompañó a Bill, que apenas podía andar recto, hasta su tienda. El chico no dejó de contar historias que apenas podía balbucear, y acababa riéndose él solo de las incongruencias que decía. Una vez entraron en la tienda del pelirrojo, Nia iba a dejarle caer encima de la cama, donde probablemente no se haría daño si ella simplemente lo soltaba mientras estaba de pie, pero el joven no se soltó de ella y la arrastró hacia el colchón.

-Bill... Me estás aplastando. Déjame salir. -Empezó a reír ella, viendo cómo su amigo estaba babeando la almohada, e intentando liberarse del brazo que la aprisionaba.

-No quiero, quédate y duerme conmigo. –Balbuceó en voz baja. Nia sonrió tristemente y se libró del abrazo de Bill.

-Ojalá pudiera, pero no he venido hasta Egipto para eso. -Se alejó y se puso en pie, mientras veía cómo Bill había cogido su almohada y la abrazaba igual que como había estado abrazando a Nia segundos antes. Le tapó con las sábanas suavemente en un gesto protector. -Que no se te ocurra desaparecer, Bill Weasley.

Nia volvió a su tienda, tras una noche que parecía de locos. Habían sido demasiadas emociones, y necesitaba descansar y repasar toda la información al día siguiente. Y aunque tenía esa misma intención y parecía lo más lógico, no pudo evitar coger unos papeles y apuntar todo lo que había visto aquella noche, con miedo de que a la mañana siguiente se le escapase algún detalle. Cuando dio por terminada su tarea se fue a dormir, exhausta. Necesitaba descansar de una vez, y teniendo en cuenta todo lo que había durado el festival, seguramente sus compañeros en la excavación también lo harían a la mañana siguiente.

Se despertó cuando alguien levantó la tela de la entrada de su tienda y dejó que la luz del sol bañase el interior. Con todo lo alto que era y seguía arrastrando los pies como horas antes. Despeinado y con una cara horrible, Bill había entrado y parecía una especie de muerto viviente. Nia entrecerró los ojos para intentar ver mejor, y cuando se dio cuenta de que era su amigo, dejó caer la cabeza en la almohada pesadamente.

-¿Qué haces aquí? -preguntó, mientras se le volvían a cerrar los ojos.

-¿Puedes explicarme qué pasó anoche?

-Se llama alcohol, Bill. Se llama alcohol.

-Es que apenas me acuerdo de nada. Estuve con una chica... ¿Creo que era Shani? Y luego estaba en mi cama.

-Me ayudó a meterte en el coche y luego te acompañé a tu tienda. Te quedaste dormido en cuanto te dejé en la cama.

-Lo único que recuerdo es olor a lavanda.

Nia volvió la cabeza para que Bill no la viera y ocultó una pequeña sonrisa.

-¿Por qué los magos tenemos resaca? –el pelirrojo se acercó a la cama y se tumbó cuan largo era, al lado de Nia.

-Porque eres idiota y bebiste de más.

-Ya, claro ¿y tú no?

-No.

-¿Y por qué estás durmiendo a las dos de la tarde entonces?

Nia se giró sobre sí misma para mirar a Bill. Acababa de recordar que no le había contado nada sobre su investigación de la noche anterior. Sin embargo, no se esperaba encontrárselo tan cerca de su cara. Se miraron apenas unos segundos que parecieron eternos, mientras el corazón de Nia parecía acelerarse a un ritmo desorbitado. Su cuerpo la estaba traicionando con su reacción, pues el calor que la estaba invadiendo parecía incluso peor que el sol en mitad del desierto. Pero sus ojos, la intensidad de su mirada y el olor de Bill al tenerle tan cerca... Salió del trance cuando él miró involuntariamente sus labios. Entonces Nia, que había entendido el mensaje, se levantó de la cama como si le hubieran pinchado, y se acercó a su escritorio, en un intento de que su cuerpo se calmase de una vez por todas. La tensión había sido demasiada aquella vez, y ella no estaba segura, porque no quería estarlo, de lo que estaba pasando entre ellos dos en aquellos meses. Tampoco quería enfrentarse a las consecuencias de lo que habría pasado si no llegaba a levantarse de la cama.

Desvió el tema de conversación preguntándole por el hombre que ella había encontrado la noche anterior, omitiendo su fallida persecución a Myers y los descubrimientos que implicaba sobre la vida privada del supervisor. Le intentó describir a Bill, lo más detalladamente posible, todo lo que recordaba sobre la cara del desconocido que había desaparecido por el desierto.

Pero para desmotivación de Nia, el pelirrojo no le aportaba mucha ayuda en aquellos momentos. Cuando intentaba captar su atención y cruzaban miradas, el primogénito de los Weasley sólo miraba hacia otra parte, y la inglesa creyó ver algo de color en sus pálidas mejillas en algún momento de la conversación. 

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora