Capítulo 21

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Jueves 22 de junio de 2017, trece días después.

Cerrando los ojos Isabella fue levantando la cabeza hacia arriba para que el agua le acariciase el rostro. Caliente como estaba solía dejarle siempre la piel rojiza y hasta los tobillos hinchados, pero no podía evitarlo, sentir el calor que desprendía, la agradable sensación de olvidarse de todo durante al menos unos instantes, sentir los músculos destensarse, el agua acariciarle el cuerpo... solía ser uno de los mejores momentos del día. Más ahora, aunque como no, el cáncer también le había cambiado incluso las duchas.

Debía cubrir con una especie de plástico el Port-a-Cath, la cicatriz de la pierna (al menos hasta que le cayeran los puntos) y durante unos días también había tenido que cubrirse el lugar de la incisión del aspirado de medula ósea que le habían realizado. Además, aún durante la ducha seguía conectada al gotero mediante los cables y el catéter por lo que debía vigilar con ellos y evitar que levantasen la cortina que impedía que el agua cayese fuera de la ducha. Y por si no fuese suficiente debía evitar también apoyarse en la pierna derecha. Aunque no se mantenía a pata coja, eso era una sentencia segura que le aseguraba resbalarse, apoyaba todo su peso en el pie izquierdo, cargando el talón a tal punto que había días que llegaba a dolerle. Para evitar eso había una silla de plástico diseñada para poner debajo la ducha, pero odiaba la sensación de su piel mojada contra el plástico por lo que des del primer día la había rechazado.

Acabó de masajearse la cabeza hasta que no quedó resto de jabón, y tras comprobar que la cantidad de pelo que se había atascado en el desagüe era la normal, y suspirar aliviada, alargó la mano hasta la toalla que colgaba al lado de la ducha.

Se enrolló con ella antes de salir. Era áspera.

Tras secarse concienzudamente se colocó unas braguitas y un sostén antes de prepararse para realizar una de las cosas que más odiaba del día, y que por culpa del cáncer debía hacer después de todas y cada una de las duchas que tomase.

Colocándose delante del espejo, todavía con todo el peso en la pierna izquierda, se bajó el tirante izquierdo del sostén y escogió la esquina superior izquierda del plástico que cubría el plástico que cubría a su vez el catéter. Tras volver a secarse la zona con una toalla seca y anticipándose ya al dolor, empezó a arrancarlo con una mueca escrita en la cara. Era extremadamente doloroso porque debía estar completamente pegado a la piel para evitar que absolutamente ninguna gota o humedad entrara y mojara el catéter. Cuando estuviese en casa eso no sería un problema, ya que al estar implantado subcutáneamente estaría protegido contra el agua e infecciones, pero ahora, como la aguja seguía dentro de él, inyectando suero y medicamentos, la cosa cambiaba. Era muy importante que no se infectara o mojara ya que era una línea directa a su sistema venoso central. Era una vena que iba directa al corazón.

Cuando ya llevaba la mitad, se tomó un descanso. Cogiendo aire temblorosamente volvió a la carga. Cuando finalmente lo tuvo ya despegado hizo una bola con él y lo tiró a la papelera del lavamanos. Ahora venía la parte mala.

Mojando una gasa con alcohol cerró los ojos antes de empezar a frotárselo allí donde había quedado rastro del pegamento del plástico. La zona estaba irritada de pegarlo y arrancarlo día tras día y ardía como mil demonios cuando el alcohol entraba en contacto.

Con un rápido movimiento se secó la lagrimita que amenazaba con salir.

Tomándose unos instantes para recomponerse se sentó en la silla de ruedas mientras esperaba que el intenso ardor empezase a disminuir. Aún seguía quemándole la piel sordamente cuando se levantó y fingiendo que el dolor no estaba allí se colocó el vestido que había escogido para la ocasión. Se volvió a sentar para colocarse entonces los pendientes que solía quitarse siempre antes de entrar en la ducha, los diversos anillos que tenía y tres de sus collares.

Somos polvo de estrellas ✔Where stories live. Discover now