Capítulo 6

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Jueves 8 de junio de 2017

Fina entró en la habitación con la famosa alegría de las enfermeras. Llevaba ante sí un carrito médico.

—¡Buenos días familia! —exclamó, aunque en el dormitorio solo estaba Isabella y su padre.

Ambos iniciaron una conversación sobre como había pasado la noche la chica y el par de ataques de dolor que había sufrido. Mientras tanto Isa intentaba ver que había en ese carro. Le daba mala espina. O puede que solo fuera su humor. No lo sabía a ciencia cierta.

—Bueno, ¿qué te parece si quitamos unos cuantos vendajes?

Ella asintió ligeramente, algo asustada. No se había visto sin apósitos. No se había visto la cicatriz.

Contempló sin decir nada todo lo que la enfermera iba sacando del carro e iba colocando encima la cama. Gasas. Un frasco etiquetado como clorhexidina. Tijeras. Esparadrapo. Se puso unos guantes antes de inclinarse hacia su pierna.

A Isabella le molestó que su padre hablara tan despreocupadamente con Fina. Ella estaba cagada. Observó con atención y algo de dolor como despegaba el apósito de su espinilla.

Una austera cicatriz de más de ocho centímetros le dio la bienvenida. Isa contuvo una arcada.

Tenía la piel de un color que variaba entre el rosado y el rojo pasando por el negro. Se veía como el hilo quirúrgico entraba y salía de su piel, que se encontraba abultada allí donde habían tirado para poder tener la suficiente como para coser. Apartó la mirada al encontrarse incapaz de observarla por más tiempo.

Centró la vista en la ventana e intentó ignorar las curas -por suerte no excesivamente dolorosas- que la enfermera le estaba haciendo.

Por suerte, al acabar la cicatriz volvía a estar tapada. No creía ser capaz de contemplarla.

—¡Es verdad! Te prometo que Marc se me acercó, así todo serio, para preguntarme que como estabas —juró Clara mientras se recolocaba la mascarilla

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—¡Es verdad! Te prometo que Marc se me acercó, así todo serio, para preguntarme que como estabas —juró Clara mientras se recolocaba la mascarilla.

Isabella asintió ligeramente antes de no poder más y cerrar los ojos durante unos instantes. Sus ojos se cerraban con pesadez. Su mente estaba pesada. Tenía calor. Las chicas no parecían notarlo, estaban demasiadas emocionadas por lo que acababa de confesar Clara y la verdad es que a ella no le importaba demasiado.

—No me lo creo.

—Bueno... ¿Y entonces cómo es posible que su hermana se me acercase y me dijese que su hermano se lo había contado?

—¡Porque debería haberse enterado de otro modo! ¡No creo que te lo preguntase directamente! ¡Si te odia!

—¡No me odia! ¡Está enamorado de mí!

—¿Cómo en las pelis? Ay, te odio. Ay, te amo. Ay, te odio. Ay, te quiero tantoooo... —exageró Stella.

—¡Eso no es verdad!

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