Capítulo 29

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Sábado 25 de junio de 2017, dieciséis días después.

El reloj marcaba las seis y tres de la madrugada. Isa se incorporó en la cama con brusquedad, era el día, era el maldito día.

Con una gran sonrisa se desperezó y se trasladó a la silla. Salía del baño después de lavarse la cara y beber algo de agua cuando la puerta se abrió. Cuando enfermeros y enfermeras entraban por las noches solían dejar la puerta abierta para que entrara la luz del pasillo y no fuera necesario encender la de la habitación en un intento de no disturbar los sueños de sus pacientes y familiares. No tendía a dar un buen resultado. Isabella se había despertado todas y cada una de las veces que habían entrado por las noches a cambiar bolsas de medicamentos y suero, hacer que el maldito gotero dejase de pitar y revisarle las vitales, cosa que ocurría cada cuatro puñeteras horas. Por no hablar de las sirenas de las ambulancias, los pasos en el pasillo, las voces en los dormitorios, los llantos, carros siendo empujador por el pasadizo... había un largo etcétera.

—¿Tan temprano? —preguntó Isa mirando de reojo el reloj. Rosa había entrado hacía apenas dos horas, no le cuadraba.

—Eso pregunto yo, ¿qué haces despierta tan temprano? —le preguntó mientras dejaba una bandeja con diversos utensilios en la cama y se acercaba a los monitores del gotero—. ¿Puedes levantarte la camiseta? Venía a sacarte sangre.

Isa obedeció.

—Estoy nerviosa—. Ahora fue Isabella la que respondió a la pregunta. La enfermera le regaló una sonrisa mientras con una gasa desinfectaba los diversos tubos. Posteriormente los clampó (así había descubierto Isa que el personal médico llamaba a cerrar las pinzas de colores que tenían los tubos y que impedían que entrase o saliese liquido o aire) y los desconectó del tubo del Port-a-cath al que conectó gracias a las diversas válvulas una jeringa llena de un líquido transparente—. ¿Y cómo es que vienes tan temprano?

—Así tendremos los resultados de la analítica cuando pase la doctora y podemos ver si todo está correcto y mandarte para casa.

—Ah...

Isa observó como la enfermera inyectaba el líquido. Juraba que podía sentir el gusto salado en la boca. Posteriormente sacó la jeringuilla y colocó otra con la que aspiró en vez de expulsar. El tubo se tiñó de rojo cuando la sangre empezó a circular.

Cuando la jeringuilla ya se había llenado hasta los seis centímetros cúbicos conectó a la válvula una especie de adaptador dentro del cual acopló un tubo para muestras. Lo desconectó al llenarse.

Isa se centró en el móvil mientras Rosa inyectaba una nueva jeringuilla de suero para limpiar y posteriormente volvía a conectar los diversos tubos del gotero. Finalmente se sacó los guantes.

—Vuelve a dormirte, cielo —le comentó al salir de la habitación.

Isa afirmó con la cabeza, pero sabía con certeza que le sería completamente imposible. Estaba super nerviosa, contenta, excitada. No había palabras para describir la sensación que la embargaba. Se iría a casa. Tras veintiún días ingresada se iría a casa. Volvería a dormir en su cama, con sus sábanas, con su cojín. A ducharse en baño y secarse con sus toallas. A comer la comida de sus padres. Volvería a dormir toda la noche de un tirón, a no tener personal médico entrando en su habitación continuamente. La desconectarían del Port-a-cath, no más gotero, no más apósitos, no más protección en la ducha, no más pitidos. Sus padres volverían a dormir en una cama, no tendrían que ducharse en un vestuario y recorrerse media planta cada vez que querían ir al baño. Su madre no tendría que pasarse los días conduciendo entre el hospital y su casa. Volvía a casa, pero tenía miedo.

Somos polvo de estrellas ✔Where stories live. Discover now