Capítulo 49

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Miércoles 24 de julio de 2017, cincuenta y cinco días después.

La doctora Soler la había obligado a salir de la cama y dar una vuelta por la planta. Era la primera vez en toda su vida que eso ocurría. De pequeña, las broncas siempre habían sido porque se levantaba demasiado temprano, nunca el contrario. Solía estar el mínimo imprescindible en la cama, hasta ahora. Se sentía demasiada cansada y dolorida como para hacer mucho más.

Ahora se encontraba junto a Hannah delante de la ventana de la sala de juegos, casi vacía.

Observaban la ciudad de Barcelona a sus pies, y al fondo, el mar.

—Hola tu chocho.

—¿¡Qué!? —exclamó Isa, totalmente desconcertada.

La chica de las sonrisas maliciosas soltó una risita antes de señalar un coche que salía del parking del hospital.

—¿Y? —. Había confusión en su voz.

—Hache, te y ce. Esas son las letras de su matrícula —añadió Hannah mordiéndose el labio con diversión.

Isabella frunció el ceño, escéptica.

—Efe por ti —comentó de nuevo mientras señalaba un coche rojo estacionado al lado de la puerta.

Isa soltó un suspiro divertido mientras examinaba distintas matriculas en un intento de encontrar algunas letras de las que poder sacar algo.

—Bendito mamón amarillo.

Hannah estalló en risas.

—¡De diez!

» Los problemas gastrointestinales —dijo mientras señalaba un coche con la mirada— que da comer —añadió y entonces señaló otro coche— jamón, sardinas y lentejas.

Isa abrió los ojos. Todos sus movimientos eran lentos, pesados.

—¿¡Cómo?! ¡A mí no se me ocurre nada! ¿Cómo tienes tanta imaginación? —exclamó riendo levemente.

—La práctica, my friend. La práctica.

» Encuentra una frase para ese —la retó mientras señalaba un Toyota con las letras DSF.

Por más vueltas que le estuvo dando Isa durante unos minutos nada le venía a la cabeza.

—Día sénior... Detrás sufren fiestas... ¡Desde siempre fornicando! —chilló. Demasiado alto.

—¡Chicas! —gritó una enfermera que las increpó con la mirada mientras negaba repetidamente con la cabeza.

Las mejillas de Isabella parecían tomates. Y mientras tanto, Hannah se descojonaba a costa suya.

—Has ganado —afirmó entre exageradas carcajadas—. Yo iba a decir "Dios súper fornido" pero la tuya gana, definitivamente.

Isa intentó contener la risa mientras a la vez deseaba que la tierra la tragara, aún muerta de vergüenza. ¿Y si la había escuchado algún padre o madre? ¿¡O algún niño?! En su mente se comenzó a proyectar la imagen de un tierno niño de cinco años sentado en la cama de su habitación de hospital con la cabeza ligeramente torcida.

—Mamá ¿qué es fornicar?

Y su madre girándose de golpe, pillada completamente por sorpresa.

—¡Dios! —exclamó llevándose una mano al rostro mientras intentaba parar las salvajes carcajadas que salían de lo más profundo de su ser. No sabía si reía por su ocurrencia, por la reacción de Hannah, por la escena que no paraba de repetirse en su mente, específicamente por el rostro de la mujer o por todo lo anterior. Pero no podía parar.

Somos polvo de estrellas ✔Where stories live. Discover now