Capítulo 47

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Martes 23 de julio de 2017, cincuenta y cuatro días después.

Observaba embelesada las estrellas que colgaban del techo de su habitación, incapaz de echar ojo. Aunque bueno, eso era habitual. Por las noches, cuando el ajetreo del día acababa, cuando su mente no tenía en que refugiarse, cuando compañía y libros desaparecían... En ese momento, cuando solo podía pensar e imaginar, el dolor la invadía. Siempre estaba presente, en cada hora del día, en cada minuto, en cada segundo. Pero mientras corría por los pasillos subida a un gotero, cuando hacía reír a Isa o charlaba con su hermana, cuando jugaba con los peques o fastidiaba a las enfermeras, se olvidaba de él. Era tan sencillo como eso. Cuanto más ocupada se mantenía, menos espacio le quedaba en la mente para que él lo ocupase.

Pero por las noches era imposible no prestarle atención. Solo cuando se adentrase en el mundo de los sueños desaparecería, pero era muy difícil hacerlo cuando todo tu cuerpo gritaba de dolor. Y tampoco ayudaba los contantes pitidos del gotero, los ruidos que provenían tanto del pasillo como de otras habitaciones, que los enfermeros entraran cada cuatro horas a comprobar si seguía viva... Por más años que llevase experimentándolo, una nunca se acostumbraba. Nunca.

O puede que ya se hubiese acostumbrado, acostumbrado a dar mil vueltas en la cama, a despertase un millón de veces, a no poder dormir, al dolor.

Ese martes no fue la excepción.

Se recolocó el cojín bajo la cabeza con una mueca de dolor en el rostro. Un leve suspiro se escapó de entre sus labios. En el pasillo se escuchaba dos personas hablar. Reconoció una de las voces: la madre de uno de los niños de la planta, Matías, de tan solo cuatro meses.

La gente se olvidaba que los niños también tenían cáncer, pero olvidaban aún más a los jóvenes y bebés. Todo el mundo podía ser diagnosticado con cáncer, «bueno, salvo los muertos» pensó. Soltó un gemido irónico antes de cerrar los ojos, obligándose a dormir.

Y en ese momento, perdida tras la oscuridad de sus párpados y la inmensidad de su mente, la puerta se abrió con un golpe sordo.

Se incorporó con brusquedad, el corazón latiéndole a mil por hora debido al susto, cosa que no podía ser demasiado bueno para su estado de salud. Parpadeó con rapidez para que sus ojos se adaptasen a la cegadora luz que entraba del pasillo. Y entonces reparó en quien era. Confundida, su ceño se frunció levemente.

Ya sin uniforme, sino con su ropa habitual, Nimah la observaba con preocupación e indecisión a la vez. Los dedos de su mano derecha se movían rítmicamente contra su muslo en un patrón nervioso.

—¿Qué pasa? —. No obtuvo respuesta. Su interlocutora solo tragó saliva—. Nimah, ¿qué pasa? —preguntó con firmeza. Había entrado de noche, con brusquedad, pareciendo extremadamente nerviosa y asustada a la vez... algo había ocurrido. Algo malo.

Dejando la indecisión olvidada empezó a hablar a toda velocidad, como si la exigencia implícita en la pregunta le hubiese dado el permiso para hacerlo.

—No debería contártelo... Vale. Em... ¡Joder! —. Y finalmente lo soltó.

» Una ambulancia está trayendo a Isa.

—Mierda, mierda, mierda, mierda... —empezó a susurrar.

» ¿Cuándo llega? —preguntó levantándose de la cama con rapidez para posteriormente colocarse unas chanclas.

—Cuarenta minutos aproximadamente.

» La llevarán al box cuatro y después decidirán si trasladarla a planta o a la UCI —añadió mientras seguía a Hannah fuera de la habitación tan rápido como las piernas se lo permitirán. La chica de las sonrisas maliciosas iba en cabeza, con pasos firmes y veloces, se dirigió a ella de nuevo sin mirar atrás.

—¿Sabes que tiene?

—No.

» Pero bueno, la están trayendo en ambulancia, no en helicóptero. Y si a eso le sumamos que la están trayendo solo porque este es su hospital de referencia... No puede ser tan malo ¿No?

La chica de las sonrisas maliciosas no respondió. Pulsó el botón del ascensor con insistencia, muerta de miedo. Llegar a la sala de espera no sirvió de nada. A fin de cuentas, solo le quedaba la espera.

Una larga y exasperante espera.

El sueño se le había pasado. Y aunque era experta en las largas esperas -para resultados de pruebas, para citas médicas, viajes en coche... para curarse- esta vez la ansiedad la carcomía de una forma diferente a todas y cada uno de los tipos que había vivido. No estaba sufriendo por su salud, sino por la de su mejor amiga, una de las personas más importantes de su vida. Era una tortura distinta, una tortura que no sabía cómo manejar.

Dar vueltas por la sala de espera, gotero en mano, no parecía servir de absolutamente nada. Que no es que nunca lo hubiera hecho, pero no se lo ocurría nada más.

Y entonces la vio.

—¡Linda! —. Venía con un par de enfermeros más de la octava planta. Corrió hacía ellos, rezando para descubrir que le estaba ocurriendo a su amiga. La enfermera apresuró a sus compañeros a adelantarse.

—¿Qué estás haciendo aquí? —. Lo entendió todo cuando reparó en Nimah. La chica de las sonrisas maliciosas no le dejó tiempo a decir nada más.

—¿Está bien? ¿Qué está pasando? ¿Sabes lo que tiene? ¿Llega ya? —preguntó a toda velocidad mientras la cogía de los brazos y casi la zarandeaba.

Linda negó casi imperceptiblemente con la mirada en la puerta del box.

—No puedo decirte mucho. La han trasladado porque este es su hospital de referencia. Suponen que tiene una infección respiratoria debido a la neutropenia, estaba a treinta y nueve con dos, con poca respuesta consciente...

No pudo terminar la frase, la puerta del pasillo se abrió con un golpe sordo emergiendo de ella un séquito de personal médico que rodeaba una camilla.

Y en ella, su mejor amiga. 

Vale

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Vale... Hoy he terminado de escribir el último capítulo de Somos polvo de estrellas. Aún no lo he procesado. Os dejo en mi tablero y en mi cuenta de Instagram el calendario de las próximas actualizaciones. Este viernes esta novela pasará a estar completa ahhhhh

Quedan cinco capítulos, en el post/tablero explico los motivos y mi increíble organización jajajaj

Qué nervios.

Tiako ianao,

onrobu

Somos polvo de estrellas ✔Where stories live. Discover now