Capítulo 50

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Miércoles 24 de julio de 2017, cincuenta y cinco días después.

La chica de las sonrisas maliciosas notaba como Isa la perforaba con la mirada.

—¿La última bolsa de quimio? —repitió con una voz varias octavas más aguda de lo normal.

Hannah asintió un par de veces con la cabeza, pero no dijo nada.

—Es decir... ¿¡Has acabado la quimio?!

Asintió de nuevo.

—Estos tendré un montón de pruebas y entonces empezaré la inmunoterapia.

Pero la mente de Isa no procesaba más allá de «has acabado la quimio». ¡Dios! Ella lo tenía tan lejano... Parecía un sueño. En cambio, la chica de las sonrisas maliciosas ya estaba. Ya no más nauseas, vómitos, dolor de extremidades, bajada de defensas y recuentos sanguíneos. No más efectos secundarios, o al menos no los propios de la quimioterapia. La verdad es que no sabía cuales provocaba la inmunoterapia, y empezando a conocer el mundo del cáncer imaginaba que también tendría un montón. Pero eso no le quitaba importancia al hecho de que ¡era su última bolsa de quimio!

—¡Alegra esa cara! —gritó—. ¡Tenemos que celebrarlo!

—¿En el hospital? —preguntó sin energía. No era por culpa de la quimioterapia, no era tan rápida. Isabella no entendía porque no lucía más emocionada.

—Bueno... Al menos tocar la campana ¿no? No es la remisión, pero es el final de una fase clave del tratamiento. Creo yo que merece tocar la campana —dijo vislumbrándola en su mente. Al lado del ascensor de la sala de juegos, donde habían observado matriculas y su abuelo había hecho soñar a los más pequeños, colgaba una campana. Hacía ya unas semanas Isa le había preguntado a Hannah el motivo por el que se encontraba allí.

Esa campana es tu objetivo —le había dicho—. Se toca cuando se acaba una fase del tratamiento o se alcanza la remisión. Algunas veces también después de momentos muy jodidos. Pero sobre todo cuando acabas o vences.

La chica de las sonrisas maliciosas se encogió levemente de hombros, no parecía que le hiciese mucha ilusión hacerlo.

—¿Qué te pasa?

—Nada.

—Y una mierda.

Hannah soltó un suspiro mientras sus ojos revoloteaban por la habitación, finalmente los posó en Isa. Su rostro era una mezcla de inexpresividad y tristeza.

—En mi primera leucemia acabé la quimioterapia de inducción, la de consolidación y la de mantenimiento. Y recaí.

» En la segunda acabé la de consolidación de nuevo, acabé la previa a la inmunoterapia, y recaí.

» Acabé la del trasplante. Y recaí.

» La oral, la intravenosa. Y recaí otra vez.

» He "acabado" la quimio tantas veces... Y nunca ha sido la última, simplemente una más.

» No quiero hacerme ilusiones. En mi caso la esperanza puede hacer más daño que bien, si no la tienes no puedes perderla—. De nuevo se encogió de hombros. Ese maldito movimiento estaba a punto de sacar de quicio a Isa, o puede que fuera el no saber que contestarle. Si hubiese estado en una película le habría soltado un discurso sobre no perder la esperanza, seguir y no dejarse vencer; o algo por el estilo. Pero ni estaba en una película, ni era Hannah. ¿Qué le decía ahora? ¿Cómo la consolaba? Hannah siempre lo hacía si ella lo necesitaba, pero Isa no sabía como hacerlo. No le salían las palabras.

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