Capítulo 45

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Miércoles 16 de julio de 2017, cuarenta y siete días después.

Isa era de levantarse temprano. Siempre lo había sido. Salía de la cama tan pronto abría los ojos, llena de energía para comerse el día, incapaz de estarse quieta durante más tiempo, al fin y al cabo, se había pasado una noche entera durmiendo. Ya había desperdiciado suficiente tiempo, ya no aguantaba más.

Pero a diferencia de todos y cada uno de los días de todos y cada uno de los años, ese miércoles permaneció tumbada durante un rato, observando el techo.

Era más temprano de lo habitual. El móvil le indicó que eran las siete y cuarenta y dos de la mañana. Ya tenía un par de mensajes. Los ignoró. Supuso que serían de sus abuelos y de Hannah, las únicas personas que podrían estar despiertas tan temprano.

Un suspiro tembloso se escapó de entre sus labios. Cerró los ojos durante unos instantes para intentar recomponerse. No lo consiguió.

Quien podía llegar a imaginar que una celebraría su decimosexto aniversario teniendo cáncer. No estaba en los planes de nadie, y definitivamente en los suyos tampoco. Ni siquiera habría podido imaginarlo, planteárselo. Era imposible. Increíble. Pero había pasado. De entre todas las personas del mundo, de entre los más de siete millones y medio de personas, el universo la había escogido a ella. ¿Y por qué? ¿Qué había hecho para merecerlo? ¿Suspender un examen de mates? ¿Copiar en una prueba de lengua? ¿Contestar a su madre? ¿Beber en una fiesta? ¿Qué había hecho para merecerlo? Nada.

Nada.

Inconscientemente siempre había pensado que el karma existía. En una de las últimas competiciones de baile a las que había participado, una chica de otro estudio se había reído de una de sus compañeras por tener acné. Y esa compañera que nunca había ganado nada en su vida, en esa ocasión, quedó primera, por encima de esa chica que siempre solía ganar. Eso había sido el karma ¿no? Recibes lo que mereces. Eso era lo justo ¿no? Pues al parecer no parecía importar que tan justo fuera algo. Porque el jodido karma no existía.

Tras soltar un suspiro irónico decidió levantarse. ¿De que servía intentar comprender los motivos ocultos del universo? Al fin y al cabo, eran ocultos. Una chica de dieciséis años recién cumplidos, por más que estuviera luchando contra un puñetero cáncer, no obtendría la respuesta por más vueltas que le diera. Así que incapaz de perder tiempo de una vida que solo le había enseñado que era corta, y que de un día para otro se podía acortar de golpe, se levantó.

Tras colocarse al hombro la ropa que se pondría, se dirigió a paso de muleta hacía el baño intentando no hacer ruido para despertar a sus padres.

Se colocó en la bañera mirando hacia arriba con los ojos cerrados, y solo entonces abrió el grifo dejando que el agua más fría que era capaz de salir le acariciase el cuerpo. Antes siempre lo hacía con el agua hirviendo ¿Qué había cambiado?

Al instante toda la piel se le erizó.

Temblando ligeramente se pasó las manos por la cabeza, como hacía siempre para que se le mojase el pelo al completo. Pero ahora, ya no había pelo. Solo la piel de la cabeza al descubierto.

La sensación de acariciarla era extraña. Era como si estuviera pasando las manos por la cabeza de alguien más, de su tío, por ejemplo. Esa no era su cabeza, su cabeza siempre había tenido un frondoso y largo pelo, se podía enredar los dedos, apenas llegar al cuero cabelludo. Y ahora, nada.

Todo era nuevo, la sensación del agua cayendo directamente sobre su piel, el abrazo del cojín debajo suyo, el de su mano acariciándola, el de la tela de su pañuelo rodeándola.

Poco a poco su cuerpo estaba dejando de ser aquél que conocía, con el que había vivido tantos pero tan pocos años. No, poco a poco no. Eran cambios bruscos. Que un día no estaban y al otro sí. Catéter. Cicatriz. Calvicie.

Somos polvo de estrellas ✔Where stories live. Discover now