Capítulo 32

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Sábado 2 de julio de 2017, veintitrés días después.

Estar en casa no había sido tan maravillosos como Isa había imaginado. Aunque no en su habitación, dormía en su cama, no la despertaban por las noches, no estaba conectada al gotero, la comida era infinidad de veces más buena, pero su madre trabajaba (su padre había cogido la baja), el aburrimiento seguía allí, las imitaciones también.

Era verano, no tenía deberes ni instituto, ninguna obligación. En una situación normal se lo habría pasado entero bailando, con sus amigas, haciendo caminatas con su padre o yendo a nadar. Ahora no podía hacer nada de eso. Y el aburrimiento la estaba matando. No la despertaban por las noches, pero cada vez le costaba más conciliar el sueño, no estaba cansada.

Para matar el aburrimiento, y viendo que iba para largo, había empezado con su padre un proyecto para convertir el despacho de la planta baja en su habitación. Ganándose ataques de nervios por parte de su madre, quien se dedicaba precisamente a eso, Isa y David se pasaron más de una mañana en tiendas de bricolaje y construcción. Con la ayuda de Benjamín habían bajado los distintos muebles que ya tenía, pero aun así se habían empeñado en darle un nuevo aspecto, por lo que los habían lijado y pintado.

Dedicando gran parte de las horas del día a ello, el proyecto había terminado tan pronto como había empezado. Y el aburrimiento había vuelto a surgir.

Los días se hacían muy largos y monótonos y entonces llegó el día. Debían volver a Barcelona.

Sabiendo que no se quedaría ingresada, en cierto modo Isa estaba emocionada. El miedo estaba allí, obviamente: volverían a acceder a su Port-a-cath, le harían un análisis con el que descubrirían si sus niveles seguían estables, le infusionarían un antibiótico... pero saber que pasaría el día entero fuera, que tendría su nueva silla de ruedas, que... Que... Por más que quisiera no encontraba más excusas. No tenía más motivos para querer volver más que ver de nuevo a la chica de las sonrisas maliciosas, la había echado de menos, no podía negarlo.

Apenas habían hablado, la chica de las sonrisas maliciosas le respondía escuetamente horas después de que le enviara algún mensaje. Isa se sentía aún más sola que en el hospital. Al menos allí la tenía a ella. «Mi mejor amiga» pensó. Ese pensamiento se le antojó como una cuchillada en el corazón. Su mejor amiga era Abril, o al menos lo había sido. ¿Lo era ahora? ¿Una amistad podía desaparecer en unos días habiendo tardado años en formarse? ¿Era ese su caso? Isabella no paraba de darle vueltas mientras esperaba que su padre saliese con el coche para cerrar la puerta.

Agradeciendo infinitamente las muletas, estar de pie durante unos minutos, la cerró y se introdujo en el asiento del copiloto. Su madre no iba, estaba dando los toques finales a un local del que había estado diseñando el interior.

Tras encender la radio pasó las muletas al asiento trasero y se concentró en el paisaje. Esa semana había pasado muy lenta, pero una sensación de fugacidad la invadió. Era como si estuviera volviendo a abandonar su hogar tan solo uno segundos después de haber regresado. ¿Por qué todos sus sentimientos eran tan contradictorios? ¿Por qué su cabeza no paraba de darle vueltas a absolutamente todo? ¿Cuándo se había vuelto tan pensativa? ¿En qué momento? ¿Cuándo había escuchado la palabra, cáncer? ¿O antes? ¿Al saber tras la operación que algo no había ido bien? ¿Durante esos ataques de agonizante dolor? ¿Cuándo?

¿O simplemente siempre había formado parte de ella y no se había dado cuenta, no le había prestado atención?

Por más que intentaba dejar la mente en blanco las preguntas seguían arremolinándose sin fin. Así que, a pesar de no conseguir respuesta, dejó que fluyeran.

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