Capítulo 51

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Miércoles 31 de julio de 2017, sesenta y dos días después. El día en que todo volvió a cambiar.

—¿Has visto a Hannah? —le preguntó a Linda mientras hacía rodar la silla de ruedas a toda velocidad por el pasillo. Encima sus piernas la guirnalda de estrellas que llevaba amenazaba con caer y enredarse entre las ruedas.

—¡Creo que ha bajado a recibir a su madre! —gritó la enfermera para hacerse oír.

Isabella no respondió, estaba ya demasiado lejos como para que la oyese.

Les entregó la guirnalda a Rosa y Axel antes de ponerse histérica al ver como unos padres colgaban las estrellas que iban en el techo en la pared. Y un niño decoraba una de las más grandes, que iba colgada en la puerta del ascensor, con rotuladores.

Cogió aire para tranquilizarse antes de ponerse manos a la obra. Tenían tres horas para prepararlo todo, e iban muy pero muy mal de tiempo.

Encima Hannah llevaba como un par de horas desaparecida, su madre aún no había llegado con las luces de navidad que le había prometido y su abuelo no respondía al teléfono. Le iba a coger un maldito ataque nervioso.

Entonces vio a Nimah. Soltó un suspiro de alivio mientras se dirigía a ella. Al menos alguien si cumplía con lo prometido.

—Qué bonito está quedando —dijo mientras contemplaba la sala. Isa le regaló una sonrisa detrás de la mascarilla mientras su vista se desviaba inconscientemente hacia el montón de estrellas que esperaban ser colgadas—. Voy a afinar la guitarra y practicar un poco ¿te parece?

A Isa le pareció que la celadora hablaba más lento de lo normal, puesto que solía hacerlo a toda velocidad, o puede que fuera ella la que estuviera completamente acelerada. No lo sabía del cierto, aunque suponía que la segunda opción era la más probable.

—Claro. ¿Puedes primero por eso llamar a Hannah, a ver dónde narices se ha metido? —le preguntó cuando Nimah ya se había en el sofá y ella había empezado a pasarle estrellas a Axel, quien acababa de comenzar a colgarlas del techo.

—Voy.

» No responde —añadió unos segundos después.

—¡Fantástico! —exclamó con ironía. En ese momento se le acabaron las estrellas—. Mierda —murmuró. Escasas milésimas de segundo más tarde ya se encontraba rodando por el pasillo a toda velocidad hasta llegar a la habitación 829, donde un grupo de padres y niños les colocaban los hilos para poder colgarlas.

Por más acelerada y nerviosa que estuviera, la vergüenza seguía allí. A pesar de que la puerta del dormitorio se encontraba abierta llamó antes de colocarse en el umbral, no se atrevía a pasar.

—¿Tenéis listas más estrellas?

Una de las mujeres estaba respondiéndole cuando en el pasillo Linda se dirigió a ella. Era un puñetero caos. Ni que estuviesen organizando el fiestón del siglo...

—¿Dónde dejo esto? —le preguntó.

Isa le contestó antes de agradecer al grupo de padres y niños las nuevas estrellas que en ese momento ya descansaban en sus piernas y volver volando al salón.

Nimah tenía razón. Ni tan mal estaba quedando.

Un par de horas más tarde se dirigía a su habitación para cambiarse. Se colocó uno de los vestidos blancos que más le gustaban y se cambió el pañuelo para que combinara. Rehuyó la visión de su reflejo.

Se tomó unos minutos para tranquilizarse. Estaba muy cansada, el cuerpo seguía doliéndole un poco. Todavía le costaba llenar los pulmones al máximo. Aun así, se sentía mucho mejor, esto tenia que reconocerlo, pero echaba muchísimo de menos el no cansarse nunca.

Soltó un suspiro antes de salir del baño y posteriormente del dormitorio.

Su abuelo había llegado hacía media hora y se encontraba preparando todo lo necesario. Isa se dirigió a él para comprobar que no le faltase nada. Los peques y sus familias ya estaban empezando a llegar y se instalaban en las sillas plegables que habían repartido por la sala.

Isa los contempló antes de dirigir su mirada hacia el reloj que colgaba en la pared. ¿Dónde narices se había metido Hannah? Intentó llamarla de nuevo, pero saltaba el contestador. Y todo el mundo afirmaba no haberla visto desde hacía horas.

Unos minutos después le daba el permiso a su abuelo para empezar la actuación. Había intentado retrasarlo lo máximo posible, pero se estaba haciendo demasiado tarde, y Hannah no aprecia.

La preocupación empezó a invadirla lentamente, su amiga se moría de ganas de intentar descifrar los trucos de su abuelo. ¿Por qué no aparecía? ¿Dónde estaba?

Aunque la intranquilidad estuvo presente durante todo el espectáculo, poco a poco Isa se fue relajando olvidándose de las preguntas, al igual que todos: los trucos de su abuelo la cautivaron.

Nimah se había instalado en el sofá, y alrededor de ella, sentados tanto en el suelo como en cojines y sillas, diversos peques y sus familias disfrutaban de la música

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Nimah se había instalado en el sofá, y alrededor de ella, sentados tanto en el suelo como en cojines y sillas, diversos peques y sus familias disfrutaban de la música.

—Han visto a Hannah en el pasillo —susurró de pronto una voz a su lado. Isa contempló a Linda durante unos instantes con preocupación antes de pedir permiso para poder pasar con la silla. Por más rápida que fue no llegó a tiempo para verla.

Sabía que no estaría allí, pero aún así -sin saber donde se podría haber metido- se dirigió a la habitación que compartían. Supuso bien, estaba completamente vacía.

—¿La has encontrado? —preguntó Linda cuando unos segundos después volvía a la sala. Isa negó con la cabeza un par de veces hasta que algo en su mente hizo click.

—Ahora vuelvo —susurró para que no se la oyese por encima de la música. Se dirigió hacia el otro lado del pasillo. Tras comprobar que no la viese nada se internó en uno de los pasadizos secundarios, pero sin la llave no pudo avanzar demasiado.

Tenía una corazonada. Ella mismo se lo había dicho dos meses antes: «...suelo subir aquí cuando necesito... Un descanso».

La azotea.

Tenía que estar en la azotea.

¿El problema?: no tenía las las llaves.

¿El problema?: no tenía las las llaves

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