Capítulo 37

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Martes 11 de julio de 2017, treinta y nueve días después.

Este segundo ciclo de quimioterapia lo estaba llevando fatal. No había otra palabra para describirlo que englobase todo lo que le estaba pasando en el cuerpo. Unas nauseas bestiales (que por suerte había medio conseguidos controlar), dolor de cabeza extremo y dolor, dolor por todo el cuerpo. Sus huesos dolían, sus articulaciones dolían, sus músculos también. Los analgésicos que le habían administrado no habían servido absolutamente para nada. Por primera vez en su vida, la cama lucía como la mejor opción. Hacerse una bola, cerrar los ojos con fuerza y aguantar. No conseguía dormir.

Hannah solo se había separado de ella cuando su hermana había venido a visitarla, sus padres únicamente para ir al baño o a buscar algo de comer. Apenas habían pegado ojo, ver a su hija sufrir de ese modo les oprimía el corazón, les cerraba la garganta y apretaba el estómago.

Por suerte los médicos acabaron encontrando la solución. Un analgésico llamado Dilaudid, más fuerte que la morfina, pero algo menos adictivo. Una vez el dolor pasó, Isa se pasó tres días enteros durmiendo.

Jueves 14 de julio de 2017, cuarenta y un días después

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Jueves 14 de julio de 2017, cuarenta y un días después.

Isabella se despertó perezosamente. Coincidía que sus padres habían bajado a comer tras horas de súplicas por parte de la Linda. La chica de las sonrisas maliciosas se encontraba leyendo en la butaca adyacente a la cama.

Se encontraba bien, increíblemente bien. Y feliz. Eufórica. Una gran sonrisa se extendió en su rostro mientras se estiraba para desperezarse. Alargó piernas y brazos tanto como le fue posible, rotó el cuello un par de veces. Notaba la boca algo pastosa, pero no le importaba en lo absoluto.

—Hannah... —murmuró alargando extremadamente la "a" final, y entonces se echó a reír. Antes de que esta pudiera reaccionar, sorprendida, Isa ya se había levantado de la cama y colocado en la silla de ruedas. Empezó a hacer que diera vueltas sobre si misma mientras reía a pleno pulmón—. ¡Mi cuerpo rebosa energía! —gritó—. ¡Se sale por todos los poros de mi piel!

» ¿No hace calor?

La chica de las sonrisas maliciosas la observó con el ceño fruncido, completamente descolocada.

Dando saltitos a pata coja Isa se subió a la cama, alcanzó su móvil en la mesita de noche y empezó a exclamar exageradamente en cada foto que iba pasando en Instagram.

«¡Oh qué monos!», «¡Uala!», «like, like, like...», «está bueno, buenooo, buenooo... ¡Oh! ¡Tengo hambre! ¿Chocolate? ¡Pizza!», «¡ay! ¡Me encanta!»...

Y de repente alzó el móvil delante de su rostro y empezó a hablar atropelladamente.

—¡Buenos días mis followers! La desaparesida ha reaparesido —las voces que ponían eran todo menos serias.

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