Capítulo 52

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Miércoles 31 de julio de 2017, sesenta y dos días después. El día en que todo volvió a cambiar.

Su mente empezó a barajar opciones. ¿Y si intentaba coger las llaves? A parte de las que había pispado Hannah debía haber más copias ¿no? Pero ¿dónde? No tenía ni la más remota idea. Necesitaba ayuda ¿pero de quién? No podía presentarse delante de Linda y decirle: «Oye escucha, que Hannah robó las llaves de la azotea hace tiempo y creo que está allí. ¿Me las prestas?». Si lo hacía la metería en problemas.

Por más que su mente lo intentaba no le venían ideas a la cabeza. Si fuera la chica de las sonrisas maliciosas ya tendría un plan, y con fases, sub-fases y plantes de contingencia. Pero no lo era, y no tenía la más mínima idea de que hacer.

Inconscientemente empezó a darle vueltas a la pulsera hospitalaria que le rodeaba la muñeca, nerviosa. ¿Por qué Hannah desaparecería durante horas justamente el día en que habían estado organizando una fiesta? Si hubiese sido cualquier otro día lo podría entender, es decir: estaría haciendo alguna travesura o algo por el estilo, pero ¿ese día? ¿a esa hora? Algo malo había pasado, o eso le decía su corazón, su mente intentaba no pensar en ello.

«¡Nimah!».

Hannah confiaba en Nimah como una amiga, la había involucrado hasta en lo de las bromas. Y trabajaba en el hospital. Debía saber dónde guardaban las llaves y tener acceso a ellas ¿no?

Esperaba que así fuera.

Con rapidez emprendió la vuelta hacia la sala donde estaban todos. No tardó ni dos segundos en localizarla, aún sentada en el sofá y rodeada de peques y sus familias.

Isa tragó saliva. Tenía que hacerlo, por más que su mente la intentase paralizar, su cuerpo lo sabía, lo sentía.

Se acercó tan sigilosamente como fue capaz, colocándose detrás del sofá donde se encontraba. Medio minuto después terminaba la canción que estaba tocando y todos estallaban en aplausos.

Se inclinó hacia ella.

—¿Podemos hablar? —murmuró. Nimah se giró con una mirada que oscilaba entre la confusión y la preocupación.

—Claro. Ahora vuelvo —dijo dirigiéndose a su público. Se escucharon varias quejas, pero la dejaron pasar sin problemas. Siguió Isa hasta la entrada del pasillo, vacío.

—¿Qué pasa? —preguntó mirándola fijamente. Isa tragó saliva de nuevo, esperando no estar cegándola monumentalmente.

—Hannah confía en ti ¿verdad? —preguntó vacilante. Eso solo consiguió que Nimah frunciera el ceño. En un movimiento nervioso se recolocó el hiyab.

—¿Sí? ¿Qué está pasando? —repitió.

Los ojos de Isa revolotearon durante unos segundos sin posarse en ningún sitio concreto antes de que finalmente se atreviera a hablar.

—Creo que Hannah está en la azotea, ¿sabes...? Tiene las llaves y va allí cuando...

—Lo sé ¿y qué? —preguntó cada vez más preocupada.

—Creo que ha pasado algo y bueno... me preguntaba si podrías conseguir unas llaves para ver si está bien.

Pareció que lo consideraba durante unos instantes.

—Vale, pero cuando bajes me las devuelves a instante ¿queda claro? No puedo desaparecer sin que sospechen nada... —. Con nerviosismo se aseguró de que no hubiera nadie cerca—. Vuelvo en un minuto.

Uno de los minutos más largos de su vida.

Con la mano temblorosa la cogió cuando Nimah se la ofreció y se encaminó hacia el ascensor. La sensación de que algo malo había ocurrido no hacía más que aumentar a cada segundo que pasaba, o puede que fueran los nervios.

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