Capítulo 2

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Domingo 4 de junio de 2017

Isa abrió los ojos con lentitud -su cabeza espesa-, pero cuando reparó en la cara de preocupación de su padre -que ocupaba todo su campo visual- recordó inmediatamente lo sucedido.

Rápidamente intentó incorporarse, ya que se encontraba tendida en el suelo cara arriba, pero se encontró con que no la dejaron. Una enfermera mantenía sus piernas alzadas.

—Espera un poco más, cielo. Esta postura sirve para que la sangre baje directamente a la cabeza y... —murmuró la mujer mientras una tierna sonrisa surcaba su rostro.

Isa, completamente muerta de la vergüenza de estar protagonizando tal drama, la interrumpió con frustración.

—Lo sé, lo sé... —Sus palabras se perdieron en el aire y cerrando los ojos con cansancio se paró a escuchar la conversación que mantenía su acelerada madre con la doctora, que de repente parecía algo más receptiva e interesada en su caso.

—No, no es la primera vez que se desmaya.

—¿Estos días se ha desmayado? ¿Qué estaba haciendo cuando ha ocurrido?

—No, no, no. Quiero decir que es propensa a desmayarse, pero no lo pasa des de hace tiempo.

La doctora asintió.

—Os referiré otra vez a diagnósticos de imagen para que le hagan una resonancia...

Isabella perdió el hilo de la conversación en cuanto la enfermera le bajó las piernas, permitiéndole así incorporarse. Levantándose con lentitud, para evitar posibles mareos, se sentó en una de las dos sillas de la consulta.

Le agradeció a la enfermera el vaso de agua y los caramelos que le había dado para que le subiese el azúcar y pocos minutos después la doctora volvía examinarla, pero el dolor había desaparecido; al completo.

Extrañada, la doctora los condujo personalmente hasta la sala de espera de diagnóstico por imagen, donde habían estado escasos minutos atrás, y hablando con el doctor que antes había guiado a Isa hasta el habitáculo la dejaron pasar sin ningún tipo de espera. Todo un lujo.

Esta vez, su madre la acompañó -preocupada- y antes de entrar Isa le regaló un abrazo.

Sto bene, mamma —"estoy bien, mamá" le susurró a la oreja antes de darle un beso en la mejilla y dedicarle una brillante sonrisa.

Y era verdad. A parte de cansada, Isabella se sentía perfectamente bien. Por raro que pareciese, ya no había rastro alguno del intenso dolor que había sufrido escasos minutos atrás.

Su madre asintió, todavía intranquila, antes de que su hija se entrase de nuevo en la habitación para repetir el proceso que había llevado a cabo un rato antes.

A pesar del estridente ruido que hacen las máquinas de resonancia electromagnética -que van cambiando para pasar de ser una metralleta a un tambor- la chica se quedó dormida pocos minutos después de estirarse en la camilla. No estaba en su pose habitual de dormir, estaba más bien incomoda, pero había sido un día agotador. Y se encontraba realmente cansada.

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