Capítulo 35

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Sábado 2 de julio de 2017, treinta días después.

Al día siguiente de haber hablado con Abril habían quedado para hacer las galletas para Ángela. Abril se había presentado a casa de Isabella a las doce del mediodía, era verano, y eso de madrugar no se encontraba en su vocabulario. Tras una hora de chachara finalmente se habían puesto en marcha, pero se habían encontrado entonces que les faltaba la levadura. Entre que convencían a David de llevarlas en coche al súper, puesto que Isa se negaba a ir a uno de los del pueblo por miedo a encontrase a algún conocido, y que realmente lo hacían, habían dado las dos y la madre de su amiga la había reclamado para comer. Isa y Abril quedaron para hacerlas al día siguiente.

Ese día siguiente había ido por buen camino hasta que Isa se equivocó con el temporizador y las galletas acabaron chamuscadas. Olvidarse de irlas vigilando porque se habían distraído también había tenido un papel importante.

Los tres días siguientes Isabella se había encontrado demasiado mal como para realmente ponerse a hacer galletas. Y entre una cosa y la otra acabaron poniéndose a ello la mañana antes de que Isa tuviera que volver a Barcelona para el segundo ciclo de quimioterapia.

Su madre estaba de los nervios.

—¿Y si dejáis la masa en la nevera y ya las terminaréis? —se encontraba diciendo a toda velocidad mientras acababa de poner las ultimas cosas en las maletas que se encontraban apiladas en el comedor. A fin de cuentas, iban a pasar una semana fuera y sin visitas turísticas a monumentos o a la playa para matar el tiempo.

—Sí, y que se pudra —contestó su hija mientras se apartaba el pelo de la cara con las manos llenas de harina. Abril dejó de reír bruscamente cuando Bianca empezó a maldecir en italiano subiendo a la primera planta a buscar algo que se había dejado.

Abril le quitó la manga pastelera de la mano para que fuera a lavárselas. Isabella estaba haciéndolo mientras ambas cantaban a todo pulmón la canción que salía del altavoz cuando tras secárselas fue a hacerse un moño bajo para que el pelo no le molestase. Un mechón de cabello se quedó enredado entre sus dedos. Palideció de golpe.

—Vo-voy al ba-baño —. La música ocultó su tartamudeo.

—¿Eh? —preguntó Abril sin girarse mientras seguía dibujando con la manga perfectos círculos de masa de galleta encima de la bandeja del horno.

Isa no le contestó. Con rapidez empezó a empujar la silla hasta llegar al baño y se encerró dentro. La garganta se le había cerrado de golpe. El miedo se había adueñado de ella. Esos días había notado como le caía más pelo de lo habitual, pero nada como un puto mechón de golpe. No estaba preparada. No estaba preparada para que el cáncer le quitase también su aspecto. Como se veía, como la veían los otros. No estaba preparada para ser una enferma.

Con una lentitud provocada por el miedo se deshizo de la goma elástica que aguantaba su pelo. Unos cuantos pelos se quedaron atorados en ella, solo algunos más de los habituales. Pero Isa sabía que no era así.

Se pasó la mano por el pelo, acariciándolo. Un segundo mechón quedó arrancado entre sus dedos.

Se miró fijamente en el espejo, incapaz de reaccionar. Pronto ya no se vería a ella misma reflejada en esas brillantes superficies. Pronto ya no sería ella.

Una solitaria lágrima recorrió su mejilla, no tuvo tiempo a más. Alguien llamaba a la puerta.

—¿Isa? Tu madre está de los nervios, no tardes por favor, que me da miedo. No me dejes sola...

Sus pasos indicaban que estaba volviendo a la cocina.

Con unas largas respiraciones temblorosas intentó tranquilizarse. Las galletas la esperaban, su amiga la esperaba, sus padres la esperaban, Barcelona, Hannah, Ángela sin saberlo.

Somos polvo de estrellas ✔Where stories live. Discover now