Capítulo 26

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Sábado 24 de junio de 2017, quince días después.

Lena, Bruna y Hannah abandonaron el aula a toda prisa, Hugo e Isa debían esperar unos cinco minutos aproximadamente antes de seguirlas. Aprovecharon ese lapso de tiempo para acercarse a dos de las cajas que cubrían las mesas. Tras comprobar que eran las correctas el chico cogió una e Isa se colocó la otra en las piernas.

Tras revisar por última vez que su móvil tuviese el sonido activado -pero no fuese demasiado alto- y colocárselo entre el lateral de la silla y su pierna para tenerlo a mano, empezó a sonar. Esa era su señal.

Isa colgó la llamada al instante y al cruzar una mirada con Hugo salieron del aula tan rápido como pudieron. Dejaron la luz abierta, pero cerraron la puerta al salir para que no se viera rastro de ella desde la puerta principal de cristal del edificio. Recorrieron el oscuro pasillo y antes de salir comprobaron que no había nadie por los alrededores.

Siguiendo las lucecitas que colocadas a lado y lado del camino de cemento que recorría el jardín iluminaban lo suficiente para que goteros y sillas de ruedas no acabaran en la hierba llegaron en un par de minutos a la fuente que hacía de plaza central.

Isa frenó la silla antes de abandonar la protección que suponían los árboles que cubrían el camino e impedían que fuesen vistos des de las ventanas del hospital. El chico no lo pensó, con rapidez siguió avanzando movido tanto por la urgencia de dejar la caja que tanto pesaba como por la emoción.

—¡Hugo! —lo llamó susurrando —. ¡Ven! ¡Hugo!

El chico no la oyó. Siguió avanzando hasta llegar a la fuente. Estaba colocando la caja que llevaba en la repisa de esta cuando la luz que iluminaba desde dentro los diversos surtidores se apagaró de golpe sumiéndolos en una oscuridad solo rota por la luz de las ventanas del hospital y los fuegos artificiales en el cielo. Isabella soltó un suspiro de alivio.

Algo paranoica lanzó una mirada a su alrededor para comprobar que no hubiese nadie y volviendo a ponerse en movimiento llegó a la fuente. Hugo ya había abierto la caja y se encontraba vaciando una de las botellas que había dentro del agua.

Tras lanzarle una rápida mirada decidió no decirle nada. Se dispuso entonces a abrir su caja.

Cuando las cuatro alas superiores de cartón estuvieron abiertas -llegándole hasta la barbilla- Isa decidió bajarla al suelo para tener más libertad de movimiento. Giró la silla hasta quedar paralela al murete de la fuente y empezó a sacar botellas y a vaciarlas en el agua.

Hannah les había asegurado que si conseguían apagar las luces de la fuente no enviarían a nadie a ver que había pasado hasta la maña siguiente (mínimo) por lo que podían realizar su tarea sin que: ni nadie los viese, ni nadie notara nada hasta que la salida del sol y la claridad del día permitiesen ver lo que habían hecho.

No sería hasta la mañana siguiente que la gente vería que la fuente del jardín se había teñido de purpura. Así de golpe y sin explicación.

Esa iba a ser una de las muchas sorpresas que los niños y familias hospitalizadas se encontraran ese día.

Puede que no fuera la máxima adrenalina y peligrosidad que quería Bruna, pero al fin y al cabo ver una fuente pasando de transparente a purpura del día a la mañana sería algo curioso de ver y comentar.

Isa iba ya por la cuarta botella de colorante alimenticio tamaño industrial color rojo cuando detrás suyo escuchó unos pasos. Con un movimiento brusco lanzó una mirada que recorrió todo el perímetro de la plaza, pero no vio nada. La profunda oscuridad y la cantidad de árboles que rodeaban el contorno de la placita se lo impidieron.

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