Capítulo 39

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Sábado 15 de julio de 2017, cuarenta y tres días después.

Isabella empezó a negar con la cabeza, pero la chica de las sonrisas maliciosas ya la había empujado dentro de la tienda. La dependienta, la única persona que había, les ofreció un rápido asentimiento antes de seguir con lo que sea que estuviese haciendo en el ordenador de la caja.

—Hannah... Yo no... —murmuró con los ojos cristalizándose.

Esta se colocó delante suya y le cogió el rostro con las manos.

—Escúchame, te quitará un montón de cosas. Te dará otras, pero te quitará muchísimo. Es así. El pelo, después las pestañas y las cejas, la forma en que te veías, el poder caminar, el encontrarte bien, el salir, hacer lo que quieras, el sistema inmunitario, todo lo que no podrás hacer por culpa de las defensas y el cansancio... —soltó un suspiro irónico—. El cáncer y el tratamiento son despiadados, te irán quitando un montón de cosas que por más que quieras hacer no podrás. Pero aún puedes, y por lo que me han contado tus padres mientras estuviste K.O. tenías muchísimas ganas de que llegara ese día, de probarte vestidos, escoger peinado... Si querías hacerlo y puedes hacerlo, hazlo. Tan sencillo como eso, no dejes ni que el cáncer ni que el miedo te venza.

» La gente siempre hablará, así que haz que hablen de algo bueno. Disfruta, vive, haz lo que te dé la gana, a la mierda los otros.

«Ojalá fuese tan fácil» pensó. Ojalá pudiese hace desaparecer el miedo, así como así. Ojalá le diese igual lo que la gente pensase y dijese. Ojalá tuviese el coraje que tenía Hannah, pero no lo tenía. No se atrevía. No se atrevía a ir sola... Sola. ¿Pero qué estaba diciendo? No tenía que ir sola, tenía a Abril, a sus padres, tenía a Hannah.

—¿Vendrías conmigo? —preguntó con la voz temblorosa. ¿Y sí decía que no?

La sorpresa se dibujó en el rostro de Hannah.

—¿Yo?

Isabella asintió con la cabeza.

—Si los médicos me dejan sería un honor. Nunca he ido a una graduación, podría ser divertido —murmuró mientras su característica sonrisa asomaba entre sus labios.

Y puede que la graduación fuese divertida, puede que no, pero definitivamente probar vestidos lo fue.

—¿Qué tal este? —le pregunto Hannah por enésima vez mientras en esa ocasión sostenía un vestido amarillo fosforito. Isa estalló en risas ante la idea de ir embutida en esa cosa. Tras deshacerse la coleta porque le dolía el cuero capilar se echó al regazó un vestido negro largo y posteriormente uno color rosa pastel. Tras ponerse el rosado salió del vestuario a pata coja. Hannah la examinó con aprobación—. Siéntate en la silla a ver—. Y en el momento en que lo hizo ambas lo descartaron al instante. La falda quedaba muy extraña. Isa se probó el siguiente, pero un detalle del tirante quedaba justo al lado del Port-a-cath, cosa que lo hacía resaltar exageradamente. Optaría por los tirantes gruesos para taparlo, por lo que tras probarse el vestido negro que había escogido y acabar descartándolo debido a que no se le adaptaba bien tuvieron que considerar más vestidos. Isa iba cogiendo los que le llamaban la atención y Hannah los aprobaba o suspendía.

El escogido acabó siendo un vestido azul oscuro con un escote entre corazón y V formado por el cruce de la tela. Que la falda le llagase algo por debajo de las rodillas y fuese formada de diversas capas de tul ayudaba a que al sentarse en la silla de ruedas se le pudiese dar algo de forma y no quedase como un montón de tela apilada encima de sus piernas. Contaba algo de brillo blanco.

Le encantaba.

—¿Y tú? —le preguntó a Hannah. Esta le restó importancia con la mano.

—Meh, ya encontraré algo—. Sin decir nada más dieron la sesión por finalizada y Hannah pagó con el dinero que le habían dado los padres de Isa.

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