Capítulo 44

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Domingo 16 de julio de 2017, cuarenta y cuatro días después.

Isabella contemplaba la cala desde el segundo rellano de las escaleras que bajaban a la playa. Era relativamente temprano, pero ya se encontraba llena a rebosar. Definitivamente había muchísimos jóvenes que se habían colado sin ser de su promoción e incluso instituto.

La música sonaba fuerte pero no suficiente para que se escuchara desde las casas más próximas, a medio kilómetro de distancia aproximadamente. Habían instalado focos y organizado una barra. Marco y Lorena se lo habían montado increíblemente bien, y por lo visto además se iban a forrar, habían contratado a un grupo de jóvenes para que cobraran entrada a todos aquellos que no fueran de la clase (y que por tanto ya habían pagado).

Si se lo proponían, ese par, podían llegar si no a dominar el mundo, hacerse millonarios.

Como Hannah iba con ellas pasó camuflada sin pagar. Y ahora todas contemplaban la fiesta con asombro antes de empezar la bajada hasta la arena.

Había gente bailando, otros charlando, simplemente bebiendo o bañándose en el mar. Stella las empujó hasta la pista de baile improvisada. Y aunque lo que más le apetecía en el mundo era bailar, Isa se mostró reticente. Las muletas se le hundían en la arena. Tenía la sensación de que todos la observarían -nada más lejos de la realidad-. Se sentía nerviosa. Extraña. Era como si estuviese en un cuerpo ajeno, en una piel que no se sentía suya.

Cuando Stella le plantó delante un vaso de cerveza para que empezara a dejarse ir se lo llevó inmediatamente a los labios.

—¡Alto ahí, vaquera! —exclamó Hannah medio riendo mientras le impedía bebérselo. Isa apenas la escuchaba por encima la música y el ruido—. No sé yo todos los medicamentos que estás tomando, pero me atrevo a decir que no se mezclan muy bien con alcohol.

» Además, no te imaginaba yo traviesa —añadió mientras elevaba sus inexistentes cejas y se mordía el labio conteniendo una sonrisa ladina.

Isa se encogió levemente de hombros, medio avergonzada medio fastidiada. Ni beber podía. La verdad era que si hubiese podido esa hubiera sido la segunda vez en toda su vida. La primera había sido durante las fiestas de semana santa de ese mismo año, había sido... curioso. Soltó un suspiro irónico ante el recuerdo que no se podría repetir.

—En ese caso... ¡Voy a beber por vosotras! —chilló Stella mientras vaciaba el vaso de un solo golpe.

«Eso no me sirve de mucho» pensó Isa con amargura. Aunque al instante recordó el efecto que el Dilaudid le había causado y todo lo que había hecho en consecuencia. Puede que no beber fuese una buena idea al fin y al cabo.

—Joder... —murmuró para sí misma frustrándose. Stella no se lo permitió. Más revolucionada que una moto -como siempre que pisaba una fiesta- se colocó a escasos centímetros de ella bailando exageradamente e incitándola a hacerlo con ella.

Isa tardó un par de minutos en vencer la frustración y unirse ella. Con muletas, casi a pata coja y con una peluca que le estaba picando como mil demonios, pero con una sonrisa que cada vez se fue haciendo más ancha.

Por su parte Abril se retorcía incómoda y fue Hannah la que la le colocó su sombrero con una risa y cogiéndola de las manos hizo empezar a dar vueltas alrededor suyo. Siendo la chica de las sonrisas maliciosas treinta centímetros más baja -o incluso más-, acabaron más de una vez enredadas entre sí riendo con fuerzas.

No fue hasta un rato más tarde, cuando Stella y Hannah acabaron bailando con un grupo de desconocidos (cuatro chicos y dos chicas), cuando Abril e Isa acabaron corriendo hacía el mar. Y entre risas y salpicaduras acabaron las dos completamente empapadas.

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