Capítulo 36

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Lunes 10 de julio de 2017, treinta y ocho días después.

—¡Oh, Dios mío! —susurró Isa entre dientes mientras se llevaba las manos a la cara, completamente muerta de vergüenza. Deseó que se la tragase la tierra, o que el sol se lo tragase todo. Cualquier cosa menos estar allí.

Cerró los ojos con fuerzas cuando Hannah empezó a andar por el pasillo central a paso seguro y decidido. Claramente abrir esa puerta no había sido un error.

—¿Alguien me ayuda a subir el gotero, por favor? —comentó sin girarse cuando se situó delante la tarima que coronaba la sala. Unos segundos después un chico y una chica se levantaban y entre los dos lo alzaban para cubrir los setenta centímetros aproximadamente de diferencia. Volvieron a su sitio.

Desde el nivel del suelo, Hannah lo arrastró hasta las escaleras y subió con seguridad. Su característica mascarilla negra le cubría medio rostro, pero su cara era una clara expresión de diversión, malicia y seguridad. Se sentó sobre en el escritorio que había cruzado las piernas y apoyándose en los brazos a sus espaldas, en una postura relajada y segura.

—Bueno, bueno, bueno... —soltó haciendo que todos los comentarios de incredulidad, duda y confusión que revoloteaban por la sala cesaran de golpe—. Estáis aquí para hacer prácticas de verano ¿no? —. Dejó unos segundos de silencio mientras recorría la sala con la mirada. Al cruzarse con la de Isa levantó la manó y la saludó con exagerada efusividad. Todos los presentes debían pensar que estaba loca, Isabella incluida—. Futuros médicos, suena bien—. Saboreó la palabra—. Y debéis estaros preguntando, quien demonios soy y que hago aquí. No en el hospital, porque está claro —dijo mientras se pasaba una mano por la cabeza completamente calva—, sino aquí. Delante de vosotros y claramente habiéndome colado de escondidas con mi amiga Isa. Saludadla, por favor.

» Venga, que es por hoy—. Los apremió al ver que debido a la confusión no hacían nada. Hubo un coro de «buenos días», «hola, Isa» y movimientos de mano. Isa se encogió en la silla de ruedas asesinando a su amiga con la mirada. Cuando saliesen de allí le pegaría una puñetera paliza. Dios... Aunque por suerte la atención sobre ella no duró demasiado, todos volvieron la vista de nuevo hacia Hannah cuando continuó hablando. Sino le hubiese cogido un hamakuco.

» Muy bien, así me gusta. En fin, que os debéis estar preguntando por qué narices estoy aquí. Y os daré la respuesta: porqué sé más que vosotros. Sí... puede que no sobre biología molecular, anatomía, física y todo lo que sea que estudiéis en la uni. Sino de esto —dijo mientras señalaba a su alrrededor—, sobre la gente que hay aquí, sobre como es esto. Como funciona.

» Pues muy bien, ¿y qué?, os debéis estar preguntando. He aquí la respuesta: os voy a dar la primera clase práctica que viviréis en este hospital. Y se titula: qué hacer y que no hacer, que decir y que no.

» Aplausos por favor. Gracias.

» En fin, como una persona que lleva con cáncer desde los diez años (spoiler, tengo diecisiete no doce), he escuchado de todo todito. Si es en la calle puedo ponerlos a parir y no volverles a ver la cara en mi vida, pero con vosotros es un poco diferente, tengo un todo un verano por delante, con lo que la cosa se puede poner un tanto difícil.

» Así qué, como me aburro, principalmente porque me aburro, he decidió cederos un poquito de mi sabiduría:

» Punto número uno de esta clase, no nos miréis como si fuésemos comida. Porque sí, lo sé, salir de la clase y ver un caso real en directo es maravilloso, pero controlaros por favor, que da un poco de miedo cómo nos miráis, como si fuéramos el mayor banquete de vuestras vidas.

» Punto número dos, ahorraros la positividad toxica. Si no sabéis lo que es podéis buscarlo en internet. Por cierto, la clave del wifi de los médicos es "Anatomía de Gray" todo junto y en minúsculas.

Isabella se lo apuntó mentalmente, aunque tenía bastantes reservas. Tenía pinta de estar inventándoselo completamente, eso, o realmente los médicos -como había dicho Fina tantas semanas atrás- tenían el ego subido y muchas ganas de "divertirse". You know.

—Punto número tres —continuó—, y muy importante, ahorraros el "Dios tiene un plan", "si Dios te ha puesto esta prueba es porque puedes con ella" y cosas por el estilo. Y para esto puedo daros tres motivos. Primero y más importante: ¡puede que sea una persona que no cree en Dios! ¡O no en este! Segundo: puede que sí que crea en Dios, pero que le moleste que una persona que no conoce de nada venga y opine sobre su enfermedad y sus creencias. Y último punto: jode mucho. ¿Y, qué sabrás tú, que no me conoces de nada? ¿Y qué sabrás tu para hablar en nombre de Dios? Respuesta: nada y nada.

Dejó unos segundos de silencio.

—Vale ¿por dónde iba? Cuatro, sí. Tampoco nos vengáis con "sonríe, que la alegría cura" —dijo con una voz extremadamente aguda mientras hacía exageradas muecas que pretendían ser bonitas y tiernas, pero lucían aterradoras—. Porque os mandaremos a reverenda la mierda. Está demostrado que te hace sentir mejor, tener menos dolor y bla, bla, bla, pero no cura. ¿Capisci? Si lo hiciese yo llevaría curada unos cuantos años, al igual que la mayoría de los peques.

» Y seguramente me dejaré unos cuantos puntos, porque madre todo lo que escuchamos tanto de gente que no conocemos, como de aquella que sí, e incluso de vosotros. Pero tengo el cerebro un poco espeso -trastorno cognitivo posquimioterapéutico le llaman- y se me acaba... ¡Mierda! —exclamó al fijarse en la hora que anunciaba el reloj de la pared—. ¡Adiós gente! ¡Un placer conoceros! ¡No cometáis esos errores! —gritó mientras bajaba el gotero, saltaba detrás de él y salía recorría el pasillo entre las butacas casi corriendo, una sonrisa de excitación cubriéndole el rostro.

—¡Corre! ¡Corre! ¡Corre! —le susurró a Isa. Pero fue demasiado tarde. La comitiva de médicos y enfermeros encargados de darles la bienvenida a los estudiantes ya estaba allí. Eran cinco, todos contemplándolas con incredulidad y confusión. Isa tragó saliva con fuerza.

—¿Hannah? —preguntó uno de ellos que Isa no conocía. Esta no respondió. Como una flecha pasó a su lado. Un par de médicos se giraron hacía ella, los otros fijaron la vista en Isabella. Iba a matar a la chica de las sonrisas maliciosas. Descuartizarla incluso.

—Yo... —murmuró muerta de vergüenza mientras hacía retroceder la silla hasta la pared. Con movimientos largos y sosegados fue haciendo avanzar la silla, pero su rimo no tardó en aumentar hasta llegar a la máxima velocidad de la que era capaz. Salía al exterior unos segundos después dejando a los médicos completamente descolocados y más aún al escuchar el alboroto que había quedado en el auditorio.

Cuando vislumbró a Hannah unos metros más adelante, partiéndose de la risa, pegó el grito.

—¡Hannah! ¡Te voy a matar!

La persecución llegó hasta la habitación 835. 

Ya sabéis

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Ya sabéis. No cagáis en esos errores jajajaj

Tiako ianao,

onrobu

Somos polvo de estrellas ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora