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Verlo mirarme a los ojos fijamente me estremeció por un segundo pero cuando sentí sus dedos rozar la herida de mi pie me quejé levemente y perdí contacto con su mirada. Tenerlo arrodillado frente a mí sosteniendo mi pie delicadamente entre sus dedos me hizo sonrojar aún más, tomó un trapo húmedo y limpió la superficie, apreté con ambas manos la toalla que me rodeaba y coloqué mi palma sobre ella en el área de los muslos ya que cuando elevo mi pie había recordado mi situación.

-Disculpa, querida, esto si te va a doler un poco más.- me dijo mientras sacaba una aguja de una pequeña caja. Necesitaba puntos para cerrar la herida. -Te frote analgésico en el área pero comprendere si necesitas expresar tu dolor, daré inicio.- yo ya estaba apretando los labios y con las manos cerradas en puños, esperando la primer punzada de dolor.

Cuando la aguja atravesó mi piel, solté un grito de dolor pero permanecí lo más inmóvil que pude para no arruinar su trabajo. Mis manos y boca temblaban y una lágrima rodó por mi mejilla. Él no dijo nada y continuó cosiendo. Para mí suerte solo fueron 3 puntos los que me dio y yo 3 gritos los que solté. Colocó un ungüento sobre la herida y vendo mi pie con mucho cuidado.

Estaba avergonzada en todos los sentidos, él guardó silenciosamente sus utensilios en la caja y se puso de pie, se acercó con calma a una pequeña puerta cerca de la chimenea, yo solo lo seguía con la mirada, parecía que estaba pensando en algo pero desconocía el qué. Cuando volvió al cabo de unos minutos de búsqueda, se acercó a mi y me entregó una prenda.

-Vamos querida debes estar exhausta de usar esa toalla por todos lados, puedes usar esto.- lo extendí y era un camisón de noche, parecía viejo por la forma que tenían los holanes con encaje, me giré a verlo y él solo me sonreía.- tranquila, cariño, a la dueña no le importará además no puede usarlo, ven te ayudo a llegar al tocador, ahí podrás cambiarte .- se acercó a mi y yo tomé su brazo para apoyarme y poder caminar.

Una vez en el baño, él cerró la puerta cuando ya me encontraba adentro pero la sensación de estar sola me abrumo demasiado y no pude evitar pensar en que esas cosas me atacarían de nuevo. Me avalance a la puerta y la abrí de golpe, Alastor no había dado más de 3 pasos lejos de la puerta cuando me vio salir aún en toalla y con pánico en el semblante.

- ¿Qué sucede, linda?.- preguntó confundido.

- Tengo... miedo.- dije al fin, era vergonzoso que una mujer adulta temiera de estar sola, pero lo que iba a hacer era necesario si quería poder cambiarme. - ¿Podrías acompañarme?.- yo tenía el rostro en llamas, cuando él soltó una risa, risa nerviosa.

- Querida, no... no es...digo tal vez... quizá...pero y si...- creo que lo rompí con mi petición, no podía articular palabra y cubría gran parte de su rostro con su mano mientras intentaba hablar sin mirarme, debía reiterar mi pregunta.

-Alastor, ¿podrías estar en el mismo cuarto que yo mientras me cambio pero con los ojos vendados?.- dije con una sonrisa tímida, él suspiró aliviado y asintió.

Nos adentramos en el baño de nuevo y Alastor cerró la puerta detrás de él, al girarse se aflojo la corbata que traía ajustada alrededor de su cuello con tal sensualidad que tal vez sólo yo noté y me la entregó.

-¿para qué es esto?.- pregunté muy confundida.

-Para vendarme los ojos, dulzura, solo tú te asegurarás de que no vea nada.- dijo riendo por lo bajo mientras se inclinaba hacia mi, acercaba su rostro al mío con los ojos cerrados mientras tenía las manos en la espalda.

Estiré las manos hacia su rostro, no sin antes apreciar sus largas pestañas, su nariz perfilada y sus facciones que tanto me encantaban, volví en mi y cubrí sus ojos con la tela de la corbata e hice un pequeño nudo por detrás de su cabeza.

La ÚltimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora