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-Pero qué aburrida se ha vuelta la ciudad.- pensé.

Incluso con mi trabajo de locutor de radio que me brindaba las primicias de las noticias que ocurrían a mi alrededor era muy monótono.

Que más se podía esperar de una ciudad tranquila, con gente tranquila. Sabia perfectamente que lo único extravagantemente interesante de toda la ciudad era yo. Transcurrido mi horario como de costumbre me dirigí a mi hogar a las afueras de la ciudad, a la entrada del pantano para seguir con lo único que me mantenía ocupado estos dias: Voodoo.

Hacia tiempo que me había inmiscuido en el fino arte de la magia, todo pasó justo al día siguiente de toparme con esa mujer después de ofrecerme un trato.

Ese día era muy temprano por la mañana, llevaba tiempo que no veía a nadie esperar en esa estación más que a mi, gracias a mi trabajo, era una de las desventajas de vivir a las afueras. Pero ese día, un pequeño detalle llamó mi atención, una anciana de cabellera blanca y piel oscura se encontraba sentada en la esquina a unos pasos de la parada del tranvía.

-Joven, ¿no le gustaría que lea sus cartas?.- dijo la anciana sin mirar en mi dirección.

Al ver que estábamos solos en ese lugar tomé su comentario como propio, divise su atuendo andrajoso y me provocó un pequeño desagrado pero mi aburrimiento al esperar el siguiente tranvía era más grande, así que accedí a su oferta.

-claro, madame.- dije sonriendo y acercandome a su pequeña mesita improvisada a la vezque le entregaba una moneda- cuenteme qué me deparará el destino.- la animé.

Ella asintió con una media sonrisa y extendió en mi dirección un maso de cartas extendido boca abajo y me indicó que tomara 6 cartas. Tome las cartas al azar una por una y se las entregué. Al tomarlas las orden en línea una después de la otra y volteo la primer carta de izquierda a derecha.

-Esta primer carta muestra a tu yo más joven, la edad de un niño de 8 años.- provocó mi curiosidad si de verdad podrían ver mi pasado en unas simples cartas, nadie más que mi madre y yo sabíamos de mi pasado.

-Te ves como un niño muy feliz, sonriente y educado; el amor de tu madre te impulsó a seguir después de un accidente ¡y vaya accidente!.- dijo entre risas la mujer mostrando sus dientes amarillentos y no tan putrefactos, casi logró inmutarme pero decidí fingir demencia hasta que terminara de hablar - oh, tranquilo. En realidad él no le importaba a nadie.- agregó y sentí un pequeño escalofrío recorrer mi nuca cuando insinuó la muerte de mi padre, decidí no responder y solo sonreír para que continuara.

-Esta siguiente carta mostrará la adolescencia.- giró la carta y comenzó su traducción - Tiene sentido, trabajaste duró después de perderla para llegar alto, aunque no fue fácil ¿o si?.- me dedico una sonrisa.

-Por supuesto y no esperaba menos.- dije hilarante, manteniendo mi sonrisa ante el comentario de mi madre y ella continuó.

-Esta carta muestra tu presente.- se adelantó a girarla, la observo por unos minutos y dirigió sus ojos vidriosos hacia mí - ¡vaya! Pero ¿qué tenemos aquí? Metas cumplidas pero con aburrimiento desbordante.- lanzó una fuerte carcajada - oh, jovencito, el entretenimiento es infinito, cuando sabes aprovecharlo y verlo desde un ángulo más amplio.- me sonrió y me infundió una curiosidad por saber a qué se refería.

-¿A que podría referirse con esa afirmación, madame?.- dije levantando una ceja.

-¿Quisiera saber más de su futuro o preferiría usted un trato que lo sacará de ese abismo de aburrimiento?.- extendió su mano abierta hacia mí, podía sentir mi corazón acelerarse por tal propuesta, pero no había llegado hasta aquí por dotes de poca inteligencia.

-Madame, me temo que tendrá que ser más concreta en su oferta si desea que caiga en sus redes.- le sonreí con sarcasmo.

-En efecto, no esperaría menos de alguien como usted.- se adelantó a responder. -Existen muchas formas de lograr lo que se desea pero siempre se paga un precio por los deseos.- dijo con voz grabe y ronca. -¿Qué le parecería visitar mi local? Confío en que encontrara algo interesante.- dijo a la vez que acercaba una pequeña tarjeta hacia mí. - Y como lo notará, el tiempo se nos terminó.- dijo ella mientras yo observaba analítico la tarjeta.

"Madame Marie" llevaba en el borde con letras cursivas e incluía una dirección y tenía pequeños dibujos de cuernos de venado como adorno alrededor. Escuche el ruido del tranvía acercándose, quite la mirada de la tarjeta para dirigirla a la anciana pero ella ya se había retirado. Levanté los hombros y ascendi al transporte sin mucha preocupación.

Al llegar al trabajo, todo transcurrió como siempre pero a la hora del almuerzo al sacar los alimentos mi bolso, esté giró y cayó al suelo deslizándose fuera de el la tarjeta de esa mañana, si tanto insistía el destino en ponerme esa oportunidad en frente "¿porque desaprovecharla?" Pensé.

Esa misma tarde saliendo de la estación, me dirigí a la dirección la tarjeta, y al final de un callejón sin salida se fue mostrándome la fachada de un lugar angosto con una pequeña puerta y de la misma escala era la ventana.

Mi altura me cuestionaba como doblaria mi cuello para entrar a tal establecimiento pero daba igual, "Una personalidad de mi calibre no cabe en cualquier lugar" dije altivamente sonriendo por mi propio comentario. Deslice mi mano para llamar a la puerta pero esta se abrió antes de hacer contacto. Me adentre en la penumbra y sorprendentemente dentro era muy amplio, podía estar de pie sin problemas. Varias velas estaban encendidas dentro en forma de sendero y al final se encontraba la anciana en una mesa. Me acerqué a ella con las manos a mi espalda observando los alrededores que mostraban estantes con muchas peculiaridades.

-Largo tiempo de no vernos, madame.- dije con sorna, mientras me sentaba en la silla cruzando la mesa frente a ella.

-Asi es, amigo mio, tenemos algo pendiente por hacer.- al terminar de hablar levanto los brazos que tenía apoyados en la mesa para dejar ver las cartas en la misma posición de la última vez. - Aunque aún no he recibido tu respuesta.-

-Oh, por supuesto, ¿cómo olvidarlo?.- dije con divertido - Pero antes usted me debe una explicación.- dije desafiante con una ceja alzada.

-Concuerdo, usted tiene deseos y metas, pero... le falta poder para alcanzarlos.- dijo mirándome mientras apretaba un puño en el aire - Yo puedo ofrecerle un trato, un jugoso que no dudará en aceptar.- mientras sonreía yo la miraba expectante pero sin decir palabra alguna, quería escuchar todo lo que tuviera que decir, era lo más excitante que me había pasado en semanas, ella continuó hablando- Yo puedo ofrecerle mi poder, a cambio de obtener algo de usted.- dijo mientras elevaba las manos a sus costados.

- Madame, me disculpo por mi rudeza pero he de preguntar ¿qué tipo de poder tiene alguien como usted?.- indage, ciertamente no era dinero, ni prestigio, así qué ¿qué podría ser eso ,para ofrecerle a alguien como yo, que ella llamará poder?

Ella se limitó a juntar sus dedos y chasquearlos, una sola vez. La luz se desvaneció, estuve a obscuras un momento cuando apareció frente a mi un bastón que expulsaba una luz verde sostenido en el aire, al intentar intentar tocarlo un chasquido más resonó, otra vez en la penumbra.

-Veras, jovencito. Unos desean riqueza por avaricia.- una pila de dinero se iluminó en un rincón de la habitación - otros desean reconocimiento, prestigio.- una ola de aplausos se escucho alrededor - pero pocos saben que el poder, contiene todo lo anterior ¡y mucho más!.- las cosas de la habitación levitaron todas a la vez, incluso la silla en la que estaba sentado, haciéndome caer al piso de rodillas.

Todo era una locura, había luces de colores flotando por todas partes, tambores se escuchaban a lo lejos, los objetos se movían sin parar, había sombras con formas de animales apareciendo y desapareciendo a voluntad empujandome por donde pasarán, pero la anciana permanecía impasible, sonriendo, tan serena como esa mañana en la parada. La mire con los ojos bien abiertos, esperando su siguiente movimiento y lo único que hizo fue tronar los dedos, una vez, y todo regresó a su lugar, incluso yo estaba de vuelta en la silla frente a ella.

-¿Entonces, jovencito, tenemos un trato?.- dijo ella extendiendo su mano hacia mí, mi corazón latía desbocado, sentía el sudor recorrer mi espalda pero no podía parar de sonreír y estreche esa mano.

-Trato.- dije sin pensar.

La ÚltimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora