Derek McCoy era un hombre que desde una corta edad tuvo que enfrentar muchas adversidades.
Constantemente forzado a conformarse con sobrevivir en lugar de vivir, finalmente había encontrado su lugar en el mundo, hasta que todo le fue arrebatado una...
A Lith no le gustó el repentino giro de los acontecimientos. Freeze acababa de renovarse para que Black Star no fuera un problema por un tiempo. Un forastero, sin embargo, sólo significaba problemas, sin importar su identidad.
Si era alguien del ejército, Lith tendría que matarlo. Explicar lo que estaba haciendo y cómo era capaz de hacerlo requeriría compartir detalles que no estaba dispuesto a proporcionar.
Ya había roto una regla de su código ese día, dejar un cabo suelto sería inaceptable, incluso si eso significaba ser interrogado sobre la desaparición de su compañero.
Si no era alguien del ejército, había un número infinito de cosas que podían salir mal. Lith apretó los dientes, preparándose para lo peor.
¿Los reconoces? ¿Es Vorgh? La primera persona que le vino a la mente fue el General Brigadier. Podría haber terminado su investigación y estaba buscando a Lith para compartir sus resultados o advertirle sobre algo.
No es Vorgh. Solus informó con confianza. Tiene un núcleo de mana cian brillante y no hay rastro de ese magnífico bastón.
¿Eso es todo? Lith casi se burló de la idea de enfrentarse a un oponente más débil por una vez, sin embargo, mantuvo la cara seria mientras revisaba su entorno con Life Vision, en caso de que el enemigo fuera más de uno. Rara vez las cosas le resultaban fáciles.
Sí, pero lleva encima suficientes artículos encantados sobre como para abrir una tienda. No le subestimaría si fuera tú.
Lith tejió tantos hechizos como pudo, preparándose para emboscar al extraño. Estaba ansioso por deshacerse del oeligro y poner fin a la amenaza de Black Star. El artefacto no tenía idea de quién era, pero conocía su rostro y, lo que es más importante, conocía a Solus.
Lith estaba seguro de que si alguna vez se liberaba, los convertiría en su primera prioridad. Eran los únicos que sabían cómo destruirlo.
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